PARASHAT BEHAALOTJÁ: la fiesta que dura un mes

Hoy quiero hablarles de una festividad casi nunca mencionada y si se la nombra, tiene bastante poca prensa- Y aunque no lo crean está en la Torá. Indicada por Dios a los hijos de Israel en el desierto. Hoy quiero detenerme en el Pésaj Shení- el segundo Pésaj.

¿Acaso conocían que hay una segunda fecha para Pésaj, dentro de la Torá?

Pues bien, ella está acá, en esta parashá. Pero lo más interesante no es que figura la fecha exacta, el 14 de Iyar, justo un mes después del día al que le corresponde Pésaj en el calendario: 14 de Nisan. Sino que lo que a mí más me impacta y sobre todo más me enseña es el origen de esta extraña decisión, de determinar una fecha en el año para todos aquellos que no han podido celebrar Pésaj cuando correspondía.

Miremos cómo lo describe el texto de la Torá:

Pero hubo algunos que estaban impuros a causa de muerto, y no pudieron celebrar Pésaj aquel día; y vinieron delante de Moshé y delante de Aharón aquel día, y le dijeron aquellos hombres: Nosotros estamos impuros por causa de muerto; ¿por qué seremos impedidos de ofrecer ofrenda a Adonai a su tiempo entre los hijos de Israel? Y Moshé les respondió: Esperad, y oiré lo que ordena Adonai acerca de vosotros. Y Adonai habló a Moshé, diciendo: Habla a los hijos de Israel, diciendo: Cualquiera de vosotros o de vuestros descendientes, que estuviere impuro por causa de muerto o estuviere de viaje lejos, celebrará Pésaj a Adonai. En el mes segundo, a los catorce días del mes, entre las dos tardes, la celebrarán; con panes sin levadura y hierbas amargas la comerán.” Bemidbar – Números 9: 6-11

Vayamos por partes.

Como podrán ver quienes motivan la instalación de esta festividad no antes concebida, ni por Dios, ni por Moshé, es la necesidad del pueblo. Piden porque la ley carece de una alternativa que les permita cumplir con la mitsvá de Pésaj, fuera de término. Una ley divina a la que se le tiene la desvergüenza de cuestionar o al menos sugerir que en ella no todo está contemplado.

En segundo lugar, si leen atentamente verán a un Moshé impotente. No sabe qué contestar. Queda impávido ante la demanda y sin herramientas para contestar por sí solo pide que lo aguarden que debe consultar a Dios.

Es interesante comprobar cómo con todo el poder y autoridad que tiene su rol, en lugar de rechazar la insolencia de esta gente que viene a marcar una falencia en las leyes de las festividades, se dirige directamente a Dios.

Será el mismísimo Dios quien acepte la petición y modifique una ley tan troncal como la celebración de la gesta que evoca Pésaj.

¿A quiénes se les permite celebrar el Pésaj Shení- o el segundo Pésaj? A los que estaban impuros y por ello no podían traer su ofrenda y a los que estaban lejos (y por la misma razón no podían acercar su korban Pésaj).

No sé si aprecian en toda su magnitud lo que aquí está sucediendo.

La tradición judía, desde sus orígenes más ancestrales y desde el momento fundacional de la Ley como lo es la conversación genuina entre Moshé, el máximo legislador y líder espiritual y Dios; le hace lugar a las necesidades de la gente, cuando éstas son fundamentadas.

Le hace lugar significa que lo que el pueblo percibe es tomado en cuenta; que lo que la gente manifiesta, es escuchado, a tal punto de llegar a modificar ¡el mismo calendario!

Si nos acercamos por un instante a la energía que los místicos le atribuyen al mes de Nisan (mes en el que se celebra Pésaj) y al mes de Iyar (mes en el que corresponde celebrar el Pésaj Shení- el segundo Pésaj), veremos que no son similares, en absoluto.

Porque Nisán, es el mes de la liberación, el mes de los “Nisim”, de los milagros, fuimos “desexiliados”, nos abrieron las puertas de la libertad. El mes de Nisán, en nuestras vidas cotidianas es de festejo, preparación y encuentros. Es el mes de la primavera en el hemisferio norte; la naturaleza acompaña, pero a nivel espiritual es el mes del brote, del florecimiento, del color y de la esperanza.

Iyar no tiene la misma suerte ya que, si no hubiera sido por Yom Haatzmaut, hace sólo unas décadas, es un mes al que no se le atribuye ningún festejo. Un mes de desierto estéril, ya que, en el próximo, en Siván vamos a celebrar la recepción de la Torá en Shavuot… o sea que Iyar no tiene nada que lo destaque respecto de su mes precedente y el que lo continúa.

Sin embargo, esto no fue un obstáculo.

No es el mes. No responde a una fecha histórica. No estaba escrito en la Torá. Y no importa.

Porque lo que se pone en relevancia es la voluntad, las ganas, la pasión de un grupo de gente que no quiere quedar afuera por circunstancias diversas.

Algunos se sentirán “impuros”, necesitarán tiempo para acercarse, precisarán pasar algún proceso que les devuelva la confianza para traer la ofrenda de sus manos.
Otros estarán lejos, y no necesariamente de viaje. Pero la distancia no los descarta, sino que los mantiene allí, lejos, pero intentando volver. Ellos, por el momento, no se sienten en condiciones de traer la ofrenda de sus manos. Pero quieren seguir siendo parte.

Seguramente la respuesta de muchos seres humanos, que se atribuyen la autoridad en la tradición judía, les cerraría las puertas.

Hay que volver a la Torá y aprender de Moshé. Le pregunta a Dios, que aparentemente es más humilde y más flexible que todos nosotros a la hora de juzgar a los que “no son como uno” o “no están donde uno pretendería que estén” en el tiempo “en el que todos están”.

Pésaj Shení, un segundo Pésaj, es una puerta que no se cierra ante la diferencia o la lejanía. Porta un mensaje de inclusión que está tan acorde con el concepto de santidad que la Torá pretende enseñarnos.

Un líder que no prejuzga y consulta- con Dios o con la porción de Dios que lo habita en su ser- para tomar siempre la mejor decisión. Porque siempre la mejor decisión es no dejar a nadie afuera, sin la posibilidad de celebrar y emocionarse, de ofrendar y liberarse, de recordar la liberación y festejar su propia salida del exilio.

Quizás el sentido de este Pésaj Shení sea aún más potente que el del primero que es un tiempo en el que todos, como comunidad, somos imbuidos por el espíritu de la celebración. Mientras que los que no se sintieron o no pudieron ser parte, son aquellos que claman que la vida, la sociedad, las legalidades y ritualidades los contemplen, los abracen y los esperen.

Sólo al anochecer del 14 de Iyar termina para mí Pésaj. Cuando todos, sin distinción, podemos salir de Egipto, del Egipto del que cada uno, cada una, necesita salir, para festejar la verdadera libertad.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen