PARASHAT LEJ LEJÁ 2025: pacto y mensaje

Aviso: texto crítico y poco romántico.

La primera reflexión que tengo para hacer hoy es que no puedo volver al pensamiento simple o a la lectura lineal del texto bíblico. Me pregunto por qué. ¿Por qué esta sensación de estar alerta y descubrir encumbrados mensajes o modos de leer historias milenarias, de personajes reales- o quizás no- que relatan la vida inicial de un grupo humano, al que, a la sazón pertenezco? ¿Qué sucede en mi alma que no puedo leer sin un dejo de tormento? La respuesta está en la misma pregunta: es tan compleja, mejor dicho, son tan complejas las situaciones que estamos viviendo que el texto se vuelve, o al menos yo quiero que así sea, un testimonio de resistencia, una narrativa alternativa, que grita desde los tiempos más remotos que hay una salida.

Entonces, me sumerjo en una parte de la vida de Abraham (por ahora Avram) en la que jamás me metí. Quizás porque es más simple hablar de la belleza de escuchar una Voz y seguirla, de convencer generosamente a quienes estaban con él a que lo acompañen en su aventura del espíritu, de la tierra de la promesa, de la heredad de la promesa, de Sarai con sus luces y sombras, o de Hagar, con el brillo o la oscuridad en la que la sumieron.

¿A dónde me lleva mi mente?

A una imagen de animales cortados al medio sobre un altar. Y un pacto; el pacto entre las partes (entre las mitades), en hebreo “brit bein habetarim”, una de las historias menos románticas y emotivas de toda la Torá.

Todo se desencadena por una crisis de fe de Abraham. Dios le dice a Abraham que heredará toda la tierra de Canaán. Pero la fe de Abraham no es lo suficientemente confiada para creerlo y pide pruebas. En respuesta, Dios le ordena que realice un sacrificio —la primera vez en la Torá que Dios pide un sacrificio—, lo cual le provoca una pesadilla.  Dios pide «un becerro de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón» (Bereshit – Génesis 15:9). La ofrenda consistía en poner sobre el fuego a los animales grandes partidos al medio, y a las aves enteras: “Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.” (Bereshit – Génesis 15:10) El olor y la sangre seguramente atrajeron a las aves de rapiña, que comen los restos de los animales muertos: «las aves de rapiña descendieron sobre los cadáveres, y Avram las ahuyentó. Y el sol se ponía, y un sopor paralizante cayó sobre Avram, y entonces una gran y aterradora oscuridad lo envolvió». (Bereshit – Génesis 15:11)

¿Qué tipo de pacto es este? ¿Qué pretende Dios -o el relato- enseñarle a Abraham respecto de su fe? ¿Qué me dice a mí?

Las explicaciones de los exégetas clásicos no aportarían mensajes que hoy podrían ayudarnos a profundizar: desde que “de este modo se sabe cómo cortar a los animales para el sacrificio”, o que “los animales grandes representan a los enemigos que finalmente serán derrotados mientras que las aves son el pueblo de Israel, por tanto, quedan enteras”, o “que todo pacto necesita dos partes”. Otros arguyen que como “eran tres animales, y dos aves, se necesitaba cortar en dos a los animales grandes para que con las dos aves quedara un número par y así dar a entender que en un pacto hay siempre dos partes que se comprometen. En fin.

Abraham necesita reforzar su fe en la promesa de una tierra. Una promesa que le resultaba difícil visualizar.

El pacto de las partes podría hoy decirnos que nada bueno sucede cuando lo que queremos lo ganamos despedazando. Esos animales partidos en dos vinieron a anunciarle a Abraham que, a pesar de la tierra, su decendencia será esclava en tierra extranjera: “Saber habrás de saber, que tu descendencia será extranjera en tierra ajena, y les servirá, y ellos les afligirán durante cuatrocientos años…” (Bereshit – Génesis 15:13)

¿Qué tiene que ver la duda de Abraham y esta demostración de un pacto a través de animales que se los vienen a comer las aves de rapiña, y el anuncio de la esclavitud en Egipto? ¡Cuánta crueldad! Y a su vez, cuánta simbología para desagregar y entender.

Y sí. La fragmentación y la rotura anticipan extranjerías y esclavitudes. Y habilitan a los carroñeros, en todas sus versiones, a que se aprovechen de los que están tendidos, heridos, partidos al medio para su propio beneficio.

Eso le está pasando al mundo. Unos pocos sobrevuelan las indignidades y dolores que se muestran obscenamente en las pantallas, y mientras la mayoría de la población consume esta atrocidad, otros aprovechan la vulnerabilidad para comer de esa carne y llenarse sus panzas, sus arcas y su angurria de poder. Por todos lados vemos no animales sino personas sometidas a abusos de autoridad, a violencias extremas, a verse reducidos a la expresión más cruel de humanidad.

Así está el mundo, que lejos de hacer un pacto con lo divino, ha pactado con lo más desalmado y brutal de su condición a favor de unos pocos.

Y ¿qué tiene que ver Abraham con esto? Quizás quiero creer, aunque nadie me lo haya dicho, que la crueldad de la esclavitud de Egipto fue anunciada mostrándole animales descuartizados sobre el fuego y carroñeros comiéndose sus partes…

No lo sé. Quizás…

La historia recupera algo de calma cuando dice que: “El sol se puso y llegó la penumbra del crepúsculo, y aquí, un horno humeante y una antorcha encendida que pasaba entre esas mitades cortadas.” (Bereshit – Génesis 15:17)

Dios se interpone ante tanta maldad y la antorcha encendida no permitió que se sigan profanando los cuerpos de los animales puestos en sacrificio.

Antes de despedirme quisiera ofrecerles una interpretación un poco más alentadora:

Dios le ordena a Abraham que corte y descuartice cada uno de los animales, pero las aves ofrecidas deben permanecer intactas. Las aves tienen la capacidad de volar, de elevarse por encima de la tragedia. Si los animales cortados representan la tragedia y el sufrimiento, las aves podrían representar el espíritu de aquellos que no nos doblegamos ante el horror, que no nos encerramos ni nos unimos a los violentos, sino que sobrevolamos el dolor para encontrar aquellos ideales, que, desde lo alto, nos indican el camino a seguir; que siempre será la educación, el diálogo, la buena política, el sostenimiento de la diversidad y de la equidad.

Inmersos en la tragedia, puede parecer imposible ver el lado positivo.

La historia termina con un Dios que le dice a Abraham que salvará al pueblo judío de la esclavitud de Egipto.

Quizás este pacto -Brit Bein Habetarim- nos llame a mirar más allá del sufrimiento hacia un destello de luz, la decisión de elevarnos por sobre el dolor y el horror y salir a construir una realidad alternativa que nos saque del abismo en el que esta humanidad está atrapada.

Rabina Silvina Chemen.