PARASHAT ITRÓ 2025: ver sin poder creer

וְכׇל־הָעָם֩ רֹאִ֨ים אֶת־הַקּוֹלֹ֜ת וְאֶת־הַלַּפִּידִ֗ם וְאֵת֙ ק֣וֹל הַשֹּׁפָ֔ר וְאֶת־הָהָ֖ר עָשֵׁ֑ן וַיַּ֤רְא הָעָם֙ וַיָּנֻ֔עוּ וַיַּֽעַמְד֖וּ מֵֽרָחֹֽק׃

“Y todo el pueblo vieron las voces (los truenos) y los relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte que humeaba; y cuando el pueblo lo vio, retrocedió y se mantuvo a distancia.” Shemot-Éxodo 20:15

Estamos nuevamente al pie del monte Sinaí. En la manifestación divina más única y majestuosa que jamás volverá a ocurrir. Y un versículo que dibuja con palabras un escenario de color, sonido, estremecimiento, conmoción y maravilla.

He tratado de traducir al español exactamente lo que el versículo dice en hebreo.

“Todo el pueblo vieron”- cuando más correctamente debería ser “vio”.

“Vieron las voces (los truenos)”- en hebreo dice “voces”, en la mayoría de las traducciones se entiende que es “truenos” y, además, ni las voces ni los truenos se ven, sino que se escuchan.

“El pueblo lo vio”- acá recupera ese singular para el sustantivo pueblo, cuando antes lo expresa en plural.

Así se estudia Torá. Sin dejar nada por sentado. Sin leer por la superficie sino con la curiosidad hacia lo profundo, lo aparentemente inexplicable.

Y ¿cómo seguimos? Buscando maestros que se hayan topado con estas preguntas para buscar respuestas.

Y ¿luego? Elegir aquellas respuestas que nos permiten elaborar un mensaje para nuestro tiempo.

Los invito a esta aventura.

Ovadia Sforno (s. XV-XVI) entiende lo siguiente:

“La palabra רואים– vieron – debe entenderse como la misma palabra en Kohelet- Eclesiastés 1,16 ולבי ראה, “y mi corazón ‘vio’”. Así como el corazón no puede ver, las personas no pueden “ver” los sonidos. El significado es que entendieron el significado de estos sonidos. No pudieron seguir soportando el volumen o la naturaleza de los sonidos. Esto mismo lo explica Moisés con mayor detalle en Deuteronomio 18,16. Tenían miedo de morir.”

Ver los sonidos significa entender la magnitud de lo que estaba sucediendo. Un sonido es mucho más que la emisión de una onda sonora; es un contenido, un llamado. Y cuando entendieron que no era un simple trueno producto de las fuerzas de la naturaleza no pudieron soportarlo. Por eso retroceden. Es demasiada potencia lo que veían sus ojos. Lo mismo sucede cuando uno ve con el corazón. Ya no necesitas ver con la biología. El corazón comprende, se estremece, se conmueve con lo “que tiene delante”.

Rashi (s. XI) explica:

“[ELLOS] VIERON LOS SONIDOS — vieron lo que debería ser oído — algo que es imposible de ver en cualquier otra ocasión.”

Rashi dice que vieron algo que es imposible de ver en cualquier ocasión. Y agrega que la voz es la voz de Dios y por eso fue posible verla como una única excepción.

Hizkuni (s XIII) agrega:

“VIERON LAS VOCES- Estaban viendo una imagen visual del trueno”. El significado claro del versículo es que incluso fenómenos normalmente no sujetos a ser vistos se habían vuelto visibles durante la revelación.”

Hay fenómenos que no son posibles de ser vistos jamás, salvo un evento extraordinario como fue la revelación de la palabra divina.

Nuestros maestros también explican la diferencia entre el plural del comienzo y el singular del final del versículo. Y todo el pueblo vieron, porque cada uno ve con sus ojos, sus capacidades de entendimiento, su fe, sus emociones y con ello comprende la situación de manera diferente. Y luego; el pueblo vio, porque fue tan fuerte, tan inconmensurable lo que vieron que se hicieron uno ante la magnitud de lo revelado.

Así estudiamos los giros del lenguaje que nos abren puertas a la interpretación para decir de una escena casi indecible, la teofanía, la revelación de lo divino ante los ojos del pueblo de Israel a punto de recibir la ley.

Lejos del milagro de la presencia de Dios y la maravilla de la escena del Sinaí, nosotros esta semana también fuimos arrojados a una escena indecible, arrojados a ver lo que la no estábamos preparados: los rostros y el estado de los rehenes liberados Eli Sharabi, Ohad Ben Ami y Or Levy. Ver sin poder comprender la brutalidad y el cinismo. Escuchar a Eli en una entrevista hacerlo hablar de su esposa y sus hijos cuando todos -menos él- sabían que habían sido masacrados. Ver y no entender que en nuestro tiempo alguien sea sometido a tamaño vejamen. Ver lo que creímos que jamás volveríamos a ver, y reeditar las escenas que hasta ahora las teníamos en fotografías en blanco y negro de los sobrevivientes de los campos de la muerte. Ver, cada uno con sus ojos, allí donde estuviéramos en el mundo, preguntándonos acerca de los límites de la cizaña, la maldad, la ambición y el sadismo. Ver y comprender que el largo camino que queda estará plagado de dolor y de incertidumbre. Ver cómo otros no quieren ven. Ver cómo nos hacen ver lo que ellos quieren que veamos. Ver y no entender cómo el horror no transforma las miradas plurales en un solo clamor en singular que es el del entendimiento, el acuerdo de humanidad para todos, la justicia frente a los criminales y la oportunidad para la gente normal de creer que en algún momento la vida se recupera. Vimos las voces de las bocas cerradas por la tortura y la inanición, que clamaban “estamos acá”. Las vimos a pesar de los gritos bestiales de quienes jugaban una escena morbosamente humanitaria. Las vimos a pesar de tener la boca seca, la mirada perdida, y la piel ajada de tanto maltrato.

A diferencia del Sinaí, nosotros vimos, comprendimos, y aún en el pavor de nuestro doloroso asombro, no retrocedemos, no tomamos ni tomaremos distancia. Nada debilitará nuestras convicciones y nuestro clamor. No podemos tolerar que no afloren ante la vileza de la que somos testigos, otras voces que comiencen a proponer otros caminos. No podemos resignarnos a seguir en esta espiral de amenaza, temor, terror, retroceso, angustia, burla, vulnerabilidad que enloquece y nos arroja a todos a ver, como espectadores, el espectáculo de poder inmundo más insoportable.

Hago un llamado a los ojos de las personas buenas, éticas, comprometidas con el humanismo en este tiempo a que unamos la mirada en un verbo en singular para entender sin variaciones que éste no es el escenario que va a salvar a nadie. Que lo que se reveló -a contraposición absoluta de la maravilla del Sinaí- fue la condición más vil a la que lo humano podría llegar a imaginar.

Otros capítulos de la historia lo han demostrado. No hay límite cuando nadie frena a conciencia y colectivamente, la escalada de maldad y venganza. No hay límite. Y mientras los poderosos juegan al TEG en sus escritorios, hay muchas personas que respiran miedo y tortura.

Nadie gana. Nadie ganó ni ganará si ésta es la imagen que se ve y que se oye.

Cierro los ojos y quiero volver al Sinaí.

Quizás aparezca alguna voz que calme este dolor que mis ojos y mi corazón sienten.

Rabina Silvina Chemen