PARASHAT VAYESHEV 2024: volver a mirarnos de cerca

Las historias de nuestros personajes fundacionales no nos dan respiro. Cada capítulo suma incomodidades que nos hacen pensar sobre las propias en nuestro tiempo. Y nos tocan las fibras más íntimas. Porque hablamos de familia, de hermanos, de sentimientos que van más allá de la razón y lejos de presentarlas en un romanticismo onírico ideal, las presentan en su crueldad más descarnada. Y la crueldad lastima, entonces y ahora.

Con esta parashá comenzamos la saga de Yosef, con todos los matices posibles, altibajos de una vida tormentosa y ese “final feliz” que no llegará jamás porque terminaremos todos esclavizados en Egipto. Lamento contarles el final de la historia, pero tenemos que tomarnos en serio cada uno de estos acontecimientos. Quizás nos permitan arribar a algunas conclusiones.

Yosef, el preferido de su padre, visible y ostentosamente preferido, se gana la envidia y el odio de sus hermanos. El padre, Yaakov envía a Yosef para que le cuente qué están haciendo sus hermanos. Ellos trabajan. Él no. Y acá aparece el versículo que hoy quiero comentar.

וַיִּרְא֥וּ אֹת֖וֹ מֵרָחֹ֑ק וּבְטֶ֙רֶם֙ יִקְרַ֣ב אֲלֵיהֶ֔ם וַיִּֽתְנַכְּל֥וּ אֹת֖וֹ לַהֲמִיתֽוֹ

“Lo vieron de lejos, y antes que llegara cerca de ellos, conspiraron para matarlo.” Bereshit- Génesis 37:18

Hermanos que miran desde lejos a otro hermano. Y antes de que haya cualquier atisbo de acercamiento, ya tenían tramado cómo hacerlo desaparecer. Quizás, como piensan muchos, la solución a los disensos sea la desaparición del otro, cuando todos sabemos que este modo de pensar no sólo que no soluciona el conflicto, sino que lo agudiza.

Lo vieron a la distancia, donde ningún rasgo se identifica. Lo vieron sin verlo. Vieron esa forma a la que le pusieron un contenido para no darle ninguna oportunidad. No llegó a acercarse. No conviene la cercanía porque allí vemos los rostros, las marcas, el brillo en los ojos, podemos percibir el temblor de la voz. No. La cercanía no conviene cuando ya hay una decisión de quitarse al otro de encima.

El exégeta italiano (s. XV/XVI) Ovadia ben Yaacob Sforno intenta justificar el plan de los hermanos de matar a Yosef, encontrando una figura dentro de la legalidad que no condene la actitud de estas personas.

«ותירא בקנאתם שהוא מבקש להורגם על ידי אביהם … ויחשבוהו לרודף»

«Y vieron, en su envidia, que él buscaba causar su muerte a través de su padre… y lo consideraron como un ‘rodef’ [perseguidor].»

Cuando alguien está en situación de peligro con un ‘rodef’ [perseguidor] que te acosa, es lícito defenderse aún provocándole la muerte.

Ahora me pregunto. ¿Quién perseguía a quién? ¿Es Yosef quien les contó sus sueños de grandeza y superioridad a sus hermanos? ¿Es Yaakov quien fue el que instaló a ese hijo como el preferido? ¿Son los hermanos que atacan a Yosef que viene solo y sin protección? ¿Quién persigue a quién? ¿Quién hostiga a quién? ¡Cuánto cuesta reconocer una falla, una equivocación o un delito cuando se trata de los propios! Llegan a justificar hasta lo moralmente injustificable y así se construye una pirámide, cada vez más difícil de desmontar, de argumentos que aprueban y explican lo inexplicable.

El rabino Hayyim ben Moshe ibn Attar (s. XVIII) comenta sobre este versículo:

“Podríamos decir además que “y lo vieron de lejos” se refiere a la distancia de sus corazones, porque no lo vieron como los hermanos ven a sus hermanos, sino que lo vieron como un hombre distante de ellos…”

Verlo de lejos se refiere a la distancia de sus corazones. Me parece una bella lectura. No hay confrontación cuando se intenta acercar las sensibilidades de ambas partes, escuchar sus posturas, ceder algo para darle lugar al otro, intentar un acuerdo, sanar heridas, querer comenzar algo nuevo.

Buscando reflexiones sobre esta parashá encontré una explicación de Loren Berman, un educador judío norteamericano que decía:

“La palabra hebrea que significa “cruel” es: “ajzar”. Se escribe: alef, jaf, zayin, reish, אכזר.”

Si no la leyéramos y sólo la escucháramos podríamos leer dos palabras, en cada una de sus dos sílabas: Aj- zar- אח זר- Aj: hermano. Zar: Extraño. La crueldad nace cuando ves a tu hermano como un extraño, de lejos, desde afuera. Nada podremos construir si nuestras hermandades distanciadas decretan que somos extraños. Con esta fórmula la crueldad se habilita para hacer con quien ni siquiera nos atrevemos a acercarnos, la peor de las aberraciones.

Tal fue la extrañeza que les produjo la crueldad, que, cuando se vuelvan a encontrar no lo reconocerán. Porque de verdad jamás quisieron vincularse con su rostro. En hebreo la palabra rostro es “paním” que, además de ser plural, porque habla de la multiplicidad de facetas que habitamos y mostramos tiene la misma raíz que la palabra “pnim”, que significa interioridad. Cuando nos animamos a mirar a la cara, la historia puede cambiar de rumbo, porque ves más allá de lo que creías conocer de quien tienes delante.

Emmanuel Levinas, es por excelencia quien ha desarrollado el concepto de rostro ligándolo a la ética. “El «No matarás» es la primera palabra del rostro. Ahora bien, es una orden. Hay, en la aparición del rostro, un mandamiento, como si un amo me hablase. …la relación con el rostro es desde un principio ética.”

Será cuestión de atreverse a mirarse nuevamente, a acercarse, a reconocerse, a darse una oportunidad. Las distancias que nos hemos y nos han impuestos acaban por generarnos imágenes sin rostros, sin historias, sin emociones y sin mensaje. Quizás el primer paso sea decidir acercarnos con cuidado, pero en libertad. Quizás cuando nos veamos nuevamente a la cara podamos descubrir una interioridad que nos es familiar, un deseo que nos es común, un dolor infinito que necesita cesar.

Será cuestión de creer que otro modo es posible. Porque solo, nadie va a salvarse.

Rabina Silvina Chemen