PARASHAT VAISHLAJ 2024: qué difícil es creer que algo bueno puede suceder

Me gustaría empezar este comentario por el final.

Después de largos años de contienda, de argucias, de sospechas, de daños y amenazas, de mentiras y ansias de venganza, los hermanos, Yaakóv y Esáv, se encuentran, se abrazan, se besan y lloran. Punto. Acá terminé mi texto. Es todo lo que necesitamos. Creer que, en algún momento, aún no avizoramos cómo, los hermanos podrán volver a estar juntos.

וַיָּ֨רָץ עֵשָׂ֤ו לִקְרָאתוֹ֙ וַֽיְחַבְּקֵ֔הוּ וַיִּפֹּ֥ל עַל־צַוָּארָ֖ו וַׄיִּׄשָּׁׄקֵ֑ׄהׄוּׄ וַיִּבְכּֽוּ׃

“Esav corrió a saludarlo, lo abrazó, se echó sobre su cuello y lo besó; y lloraron.” Bereshit- Génesis 33:4)

Un lector desprovisto de prejuicios y operaciones del lenguaje tendenciosas solo puede leer en este versículo que hay un hermano que corre hacia el otro, que lo abraza, que se acobija dentro de su cuello, lo besa y que ambos lloraron. ¿Verdad?

Sin embargo, como venimos trabajando en las semanas anteriores, las percepciones e interpretaciones que vamos escuchando a lo largo de nuestras vidas moldean nuestras miradas a punto tal de desconfiar hasta de las palabras que estamos leyendo. Éste es un caso paradigmático:

La palabra “y lo besó” en el texto del rollo de la Torá tiene una particularidad. Sobre cada letra hay un punto. Señala algo que a ciencia cierta desconocemos y que los exégetas tratan de inferir. Acompáñenme en este recorrido:

Avot, deRabí Natan (s. VII a X), entre otros, nos enseña que donde aparecen puntos en nuestra Torá indican que debemos borrar la palabra del texto por completo o aplicar su significado opuesto. Quizás no lo besó o lo que es peor tal vez ese beso fraternal era otra cosa. Los rabinos explican que Esáv no besó sinceramente a su hermano Yaakóv, sino que en lugar de una “neshiká”- un “beso”, le dio una “neshijá”- una mordida. Y, por ende, no fue una verdadera reconciliación.

También Pirkéi DeRabi Eliezer (s. VII a XI) explica lo mismo: “Y Esáv corrió a su encuentro… y lo besó”: No lea “y lo besó” (vayishakéhu) sino “y lo mordió” (vayinshajéhu).”

Rashi (s. XI) no se decide y trae dos explicaciones:

“וישקהו Y LO BESÓ — Se colocan puntos sobre las letras de esta palabra (…): algunos explican que los puntos significan que no lo besó con todo su corazón, mientras que Rabí Shimón bar Yojai dijo: ¿No es bien sabido que Esáv odiaba a Yaacób? Pero en ese momento su compasión realmente se despertó y lo besó con todo su corazón.”

Y sigue explicando el exégeta francés:” ויחבקהו Y LO ABRAZÓ — Su compasión se despertó cuando lo vio postrarse tantas veces.”

Aparece la compasión, la necesidad de mostrarse vulnerable, el agotamiento de estar siempre con el cuchillo entre los dientes. Eso que sucede cuando le hacemos lugar a algo que nos permita salir de la masividad del odio y la violencia, del rencor y el infinito dolor que el otro nos causó.

Y así no nos animamos a proclamar que un cambio en una situación dolorosa es posible. Que las roturas se pueden reparar con esfuerzo, con riesgo de fracasar, pero con una inmensa convicción.

Haamek Davar (s XIX) explica: “Ambos lloraron – esto viene a enseñarnos que Yaakóv estaba emocionado en ese momento por el amor que sentía por su hermano. Así sucede durante generaciones: cuando los hijos de Esáv se conectan con los judíos en un espíritu de pureza y reconocen su grandeza, entonces nosotros también reconocemos y nos conectamos con Esáv porque es nuestro hermano.”

El autor de este comentario Naftalí Tzví Yehudá Berlín nos sumerge en otra perspectiva. Cuando podemos mirarnos en nuestras grandezas, y re-conocernos, -es decir, volvernos a conocer- quizás veamos a quien tenemos delante como a nuestro hermano. Se nos olvida la capacidad de amar y de enseñar el amor cuando los conflictos los encaramos desde la desesperanza y la no salida. Reaprender a mirar, animarnos a salir de los esquemas polarizados, excluyentes y descubrir que también nos habitan emociones que nos inspiran a construir algo positivo, con los cuerpos y las almas a jirones, pero a sabiendas de que nada bueno sucede, en definitiva, cuando el proyecto es la desaparición del otro.

El mundo está explotado de Esáv y Yaakóv que se han jurado asesinar a su hermano. Cada uno desde su perspectiva, con sus historias a cuestas, con sus prejuicios inoculados por otros, con sus agendas que poco tienen que ver con lo humano. A tal punto que hemos dejado de creer y de querer que aquel abrazo sea una posibilidad real y que un beso sincero pueda suceder.

Sin embargo, los momentos de mayor inhumanidad en la historia han hecho surgir iniciativas contraculturales, de resistencia y de amor. Sí. Animémonos a hablar de amor.

Tuve el privilegio de estar con mi esposo y con uno de mis hijos en la casa de una de las integrantes del movimiento israelí Women Wage Peace (Mujeres que activan por la Paz) en Tel Aviv y por zoom, desde Beit Léjem con una representante de la asociación palestina Women of the Sun (Mujeres del Sol).

Sólo tres días antes del 7 de octubre del año pasado habían protagonizado una manifestación histórica. “Nosotras, – declaraban- las madres palestinas e israelíes, estamos decididas a detener el ciclo de derramamiento de sangre y cambiar la realidad del difícil conflicto entre los pueblos por el bien del futuro de nuestros hijos”. La bandera que portaban ese día decía: “Madres israelíes y palestinas cambiando realidades”.

Con ellas conversamos acerca de la difícil decisión de seguir juntas. De los obstáculos. De las amenazas. De los miedos. Sin embargo, escuchábamos la voz de sus entrañas que decía que hay que seguir insistiendo en cambiar esta realidad que parece no tener solución. Saben que es imprescindible un cambio histórico. No hay ni política, ni ideología ni religión que justifique la muerte de nadie más.

Cada una tiene sus dolores profundos, sus narrativas, sus versiones de la historia… pero están convencidas de que su trabajo conjunto es lo que va a devolver la esperanza a ambos pueblos.

Y me las imaginaba, como a Yaakóv y Esáv, corriendo al encuentro de la otra, y derritiéndose en un abrazo. Ese abrazo que les devolverá la compasión y el coraje para, algún día, volver a sentirse hermanas.

Rabina Silvina Chemen