PARASHAT BO 2024: Las plagas – una historia del presente

Tener que comentar parashat Bo en estos días, envueltos en la melodía del cumpleaños feliz que no fue de Kfir, el bebito secuestrado, y escuchando los testimonios que los liberados del cautiverio cuentan sobre las atrocidades vividas y el miedo por los que aún quedan allí dentro, se me hace difícil, duro, contradictorio.

Contar las últimas tres plagas- langostas, oscuridad y muerte de los hijos primogénitos-, la liberación de la opresión, el sufrimiento del pueblo al que pertenecía el gobierno opresor, el mandato de adorar a Dios y celebrar la libertad por la libertad de los que consiguieron, salir me resulta casi imposible cursando este durísimo capítulo de nuestra historia como pueblo. La gesta de la libertad, al menos para mí hoy, no se sostienen taxativamente sobre esta narrativa, el lugar de la fe y la intervención divina. Si fuera así de sencillo ¿cuánto más deberíamos gritar para que Dios nos libere?

Es inevitable con el correr de los días y los meses volverse un poco escéptico, un poco cínico, un poco más débil y al mismo tiempo, desde donde ya creemos que no hay más nada que hacer, nos volvemos a poner de pie para resurgir de esa plaga que comenzó el 7 de octubre pasado.

Como metáfora para seguir pensando cómo estamos y dónde estamos me detendré en la novena plaga y sus interpretaciones; la plaga de la oscuridad- makat hajoshej.

“Y Adonai dijo a Moshé: ‘Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya oscuridad sobre la tierra de Egipto, oscuridad que se puedan palpar.’ Y Moshé extendió su mano hacia el cielo; y hubo una espesa oscuridad en toda la tierra de Egipto por tres días; no se veían unos a otros, ni nadie se levantó de su lugar durante tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas.” Shemot – Éxodo 10:21-23

Rashi (s XI) interpreta que era una “oscuridad que se podía tocar: Una oscuridad más oscura que la oscuridad de la noche.”

La plaga de la oscuridad aparece cuando todo lo oscuro que puedas imaginarte no alcanza para definir lo que estás viviendo. Una oscuridad más oscura que la oscuridad de la noche no es un juego de palabras. Es la carencia de una forma de decir la atrocidad que se está viviendo, más allá de todo entendimiento humano.

Sforno (s XV-XVI) comenta algo aún más contundente:

“La oscuridad que ocurriría ahora era algo incapaz de interactuar con la luz en absoluto. La razón de esta incapacidad para interactuar con la luz fue la densidad de la textura de esta oscuridad. Como resultado de este tipo de oscuridad totalmente diferente, ni siquiera una bengala encendida sería capaz de hacer una “abolladura” en la oscuridad.”

Una oscuridad incapaz de interactuar con la luz. Es decir, incapaz de modificar su posición, incapaz de negociar, incapaz de reflexionar, incapaz de moverse del horror y el terror con el que someten a seres humanos, en una vileza para la cual no tenemos palabras. Ni siquiera una bengala encendida le hace mella. No hay con quien hablar para que vehiculice algo de luz a tamaña densidad de oscuridad.

El Midrash Shemot Rabá sigue explicando:

“¿Cuál es el significado de «oscuridad espesa»? Rabí Abdimi de Haifa dijo: La oscuridad se duplicó y redobló. Nuestros Sabios enseñaron: Hubo siete días de oscuridad. Durante los primeros tres días, el que estaba sentado y deseaba pararse podía hacerlo, y el que estaba de pie podía sentarse si lo deseaba. Respecto a estos días dice: Y hubo una espesa oscuridad en toda la tierra de Egipto por tres días; y no se vieron unos a otros. Durante los últimos tres días, el que estaba sentado no podía levantarse, el que estaba de pie no podía sentarse y el que estaba acostado no podía levantarse. Y acerca de estos días dice: Ninguno se levantó de su lugar durante tres días.”

Me conmueve leer un midrash escrito aproximadamente en el siglo XII, que hable de escenas que todos tenemos en nuestras mentes en estos momentos.

En el principio de la plaga había algunos que aún podían levantarse. Luego, esta oscuridad es tan aplastante que nos es difícil imaginarnos algún secuestrado con cierta capacidad autónoma de hacer algo, comer, decir, defender su cuerpo, mirar la luz del día… Una oscuridad que se cierne sobre la víctima, desde ya, y que ciega cualquier atisbo de humanidad en los victimarios y toda la pléyade de cómplices. Nadie gana nada en esta locura.

Y después llegó la décima plaga. Que me cuesta escribirla, nombrarla e incluirla en mis celebraciones familiares.

Y después el anuncio: – Van a salir.

Desde entonces marcamos nuestras puertas con sangre.

Para que Dios nos cuide, así nos enseñaron.

Para que saltee nuestras casas, así nos dijeron.

Desde entonces pareciera que el mandato es que nuestras puertas estén siempre marcadas por historias de sacrificios.

Y finalmente, salimos de Egipto.

Hacia la libertad y la promesa.

Una libertad y una promesa que vuelven a sumirnos en la plaga más oscura que cualquier oscuridad imaginable en la pluma del mejor escritor de literatura escatológica.

Tendremos que volver a hacernos fuertes.

No vamos a ser nosotros el sacrificio. Ni nadie pintará con nuestras sangres ningún dintel.

Y de la novena plaga no vendrá la décima. No.

Saldremos. Rotos. Sucios. Desintegrados. Incrédulos. Desesperados. Angustiados. En silencio. En grito. En llanto.

Saldremos.

Saldremos.

Saldremos.

 

Rabina Silvina Chemen