PARASHAT SHOFETIM: Bajar las armas y disfrutar de lo sagrado

א כִּי-תֵצֵא לַמִּלְחָמָה עַל-אֹיְבֶךָ, וְרָאִיתָ סוּס וָרֶכֶב עַם רַב מִמְּךָ–לֹא תִירָא, מֵהֶם: כִּי-יְהוָה אֱלֹהֶיךָ עִמָּךְ, הַמַּעַלְךָ מֵאֶרֶץ מִצְרָיִם. ב וְהָיָה, כְּקָרָבְכֶם אֶל-הַמִּלְחָמָה; וְנִגַּשׁ הַכֹּהֵן, וְדִבֶּר אֶל-הָעָם. ג וְאָמַר אֲלֵהֶם שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, אַתֶּם קְרֵבִים הַיּוֹם לַמִּלְחָמָה עַל-אֹיְבֵיכֶם; אַל-יֵרַךְ לְבַבְכֶם, אַל-תִּירְאוּ וְאַל-תַּחְפְּזוּ וְאַל-תַּעַרְצוּ–מִפְּנֵיהֶם. ד כִּי יְהוָה אֱלֹהֵיכֶם, הַהֹלֵךְ עִמָּכֶם–לְהִלָּחֵם לָכֶם עִם-אֹיְבֵיכֶם, לְהוֹשִׁיעַ אֶתְכֶם. ה וְדִבְּרוּ הַשֹּׁטְרִים, אֶל-הָעָם לֵאמֹר, מִי-הָאִישׁ אֲשֶׁר בָּנָה בַיִת-חָדָשׁ וְלֹא חֲנָכוֹ, יֵלֵךְ וְיָשֹׁב לְבֵיתוֹ: פֶּן-יָמוּת, בַּמִּלְחָמָה, וְאִישׁ אַחֵר, יַחְנְכֶנּוּ. ו וּמִי-הָאִישׁ אֲשֶׁר-נָטַע כֶּרֶם, וְלֹא חִלְּלוֹ–יֵלֵךְ, וְיָשֹׁב לְבֵיתוֹ: פֶּן-יָמוּת, בַּמִּלְחָמָה, וְאִישׁ אַחֵר, יְחַלְּלֶנּוּ. ז וּמִי-הָאִישׁ אֲשֶׁר-אֵרַשׂ אִשָּׁה, וְלֹא לְקָחָהּ–יֵלֵךְ, וְיָשֹׁב לְבֵיתוֹ: פֶּן-יָמוּת, בַּמִּלְחָמָה, וְאִישׁ אַחֵר, יִקָּחֶנָּה.

“Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y vieres caballos y carros, un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, que Adonai tu Dios es contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.
Y será que, cuando os acercaréis para combatir, se llegará el sacerdote, y hablará al pueblo, y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos: no se ablande vuestro corazón, no temáis, no os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; que Adonai vuestro Dios anda con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros. Y los oficiales hablarán al pueblo, diciendo: ¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado? Vaya, y vuélvase a su casa, porque quizá muera en la batalla, y otro alguno la estrene. ¿Y quién ha plantado viña, y no ha hecho común uso de ella? Vaya, y vuélvase a su casa, porque quizá muera en la batalla, y otro alguno la goce. ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, porque quizá muera en la batalla, y algún otro la tome.”
Devarim-Deuteronomio 20:1-7

Esta porción interesantísima de Parashat Shoftim nos espera esta semana.

Imagino que estarán pensando, en primer lugar, acerca de una lógica diferente sobre el concepto de guerra, al que estamos acostumbrados. Están por salir a la guerra, y en lugar de pedirles bravura, valentía o implacabilidad, los sacerdotes –y no los jefes del ejército– les piden fe, confianza, fortaleza espiritual. Primer mensaje, para salir a enfrentar “cualquier batalla”.

Y luego, inmediatamente se sucede el segundo mensaje, ya no en boca de los líderes espirituales, sino de los del ejército. Esperaríamos ahora sí un grito de movilice a las masas a dar todo y dejar todo por la causa noble en la que se están embarcando y… nuevamente, el texto de la Torá nos sorprende… Los mismos estrategas vienen a decir que no todos pueden salir a la guerra. ¿Cómo? ¿Acaso no es importante ser más para ganar? Pareciera que no es ése el valor que se juega para este pueblo que se está conformando, del que nosotros somos sus herederos. Si alguien preparado para salir a pelear, ha construido una casa y no la ha habitado, no debe salir con el resto, tiene la obligación de estrenarla antes de poner en peligro su vida. Si alguien ha plantado una viña y aún no ha bebido de su fruto, ¡tampoco puede salir a la guerra! Es obligación gozar del fruto de lo que se cuidó y se sembró durante largo tiempo, antes de poner en riesgo la vida, por la causa que sea. Y aún más; si alguien se ha casado y no ha tomado a su esposa, no podrá salir a la guerra. Deberá estar con su mujer y vivir con ella antes de arriesgarse a perder la vida.

El texto nos clama a gritos que no todo se juega en el frente de lucha, que no siempre la batalla es la razón de ser, ni la conquista un objetivo único y supremo. No.

Habitar la casa, disfrutar del fruto, vivir con quienes amamos, es más importante que salir a ganar la guerra. Hay mucho más para perder cuando pierdes tus lugares, tus cosechas o tus seres queridos que cuando no puedes ir a luchar al frente de batalla.

Pensaba en estos días de Elul, que recién ha comenzado, en medio de esta pandemia y el aislamiento que nos llevó a revisar todo lo que como humanidad no reparamos antes de “salir a la guerra”.

Hay tres categorías que son más importantes que salir a la guerra.

  • La casa, el símbolo del espacio sagrado.
  • El fruto de la vid, con el cual decimos el kidush y santificamos los tiempos.
  • Y el matrimonio, como símbolo de la santidad del amor.

Espacios, tiempos y personas, son las dimensiones de la santidad que la vida judía nos propone por sobre cualquier otra conquista que tengamos oportunidad de realizar. No hay propiedades, ni dinero, ni fama, ni éxito que justifique la profanación de nuestros santuarios: nuestros espacios, nuestros tiempos y nuestros amados.

Y este momento en el que la humanidad se ve sacudida por las consecuencias de sus conquistas, me atrevo a decir que un virus nos hizo comprender lo que la Torá viene diciendo desde hace tanto: espacios, tiempos y personas; la casa, las celebraciones y el amor son los pilares que nos sostienen antes que cualquier batalla.

Elul nos llama a todos, nosotros, soldados de luchas muchas veces estériles, a presentarnos ante el tribunal del cielo – o ante nosotros mismos – para responder acerca de cómo cuidamos nuestros espacios sagrados; con cuánta dedicación habitamos nuestras casas y nuestros lugares. Nos interrogarán acerca de cómo santificamos nuestros tiempos, cuánto tiempo nos dimos a nosotros mismos, cuánto a los que están con nosotros y cuánto tiempo dedicamos a quienes nos necesitan. Y por último nos preguntarán sobre la santidad con la que nos consagramos a nuestros seres amados, la primacía de nuestra presencia en sus vidas, la dedicación de la palabra y las acciones con cada uno de ellos.

A la fuerza hemos tenido que abandonar nuestras pulsiones de salir a la “guerra”, tuvimos que bajar las armas y quitarnos las armaduras.

Quizás este Elul sea el más profundo de nuestras vidas, porque hace tiempo que tuvimos que volver a mirarnos, sin máscaras ni disfraces.

Quizás este último mes del año sea el anticipo de una vida más coherente, más sincera, más pacífica y profunda.

Ojalá nuestras próximas batallas no nos hagan olvidar de disfrutar nuestras casas, nuestros tiempos y nuestros amores.

¡Shabat Shalom y Jodesh Tov!

Rabina Silvina Chemen.