¿Quiénes somos los que salimos de Egipto? ¿A dónde vamos?

Pésaj es, en particular, una festividad que evoca recuerdos familiares; largas mesas coloridas nos esperan en las casas de nuestras familias y amigos. Es un desafío a la “invitabilidad”, todos nos esmeramos por invitar, alojar, recibir, dar espacio… y buscar sabores familiares y sentidos renovados del mensaje de la festividad. ¡Cuántos sucesos simultáneos ocurren cuando preparamos nuestras mesas de Pésaj! ¡Cuántas ganas de honrar la memoria de los que ya no están, pero que nos marcaron con sus mesas y sus manjares, nuestros recuerdos de la infancia! ¡Cuánta emoción de recibir a los nuevos integrantes de la familia y ser nosotros ahora los que dejemos huellas en ellos! ¡Qué desafío es no dejar a nadie que esté solo sin su Séder e integrarlo a nuestras casas y conversaciones! Todo esto hace de Pésaj la festividad en la que se pone de relieve nuestra hospitalidad, el valor de nuestra casa y nuestra capacidad de recibir.
Somos un pueblo particular, habitamos el mismo territorio- el del tiempo de nuestro calendario- y a su vez generamos costumbres tan diversas, modos tan particulares de decir lo mismo con diferentes lenguajes y expresiones.
Para compartir algunas de esas imágenes que hacen de nuestro pueblo disperso por los confines de la tierra y absolutamente unidos en el corazón de nuestros tiempos sagrados, vean algunas costumbres:
Los judíos de Afganistán solían darse pequeños azotes a sí mismos con las hojas de la cebolla de verdeo (o de puerro) como un símbolo de los látigos de los amos egipcios, esclavizadores de los hijos de Israel.
En Polonia, la comunidad jasídica suele celebrar el séptimo día de la fiesta con el cruce del Mar de los Juncos en su sala de estar. Cada familia judía vierte agua en el suelo de su casa, eleva sus abrigos y recita el nombre de las estaciones por las cuales pasaron los hijos de Israel en el desierto.
En la India, la comunidad judía de Cochin se dedica con extremo detalle a prepararse para Pésaj. Comienzan inmediatamente después de Januká, tienen salas especiales en sus hogares sólo para guardar la vajilla de Pésaj y resguardarla de cualquier contaminación. Una vez por año, después de Purim, pintan toda la casa para quitar todo vestigio de jametz en las paredes, así como también limpian a fondo los pozos de agua.
En Gibraltar, la costumbre de los judíos allí es mezclar el polvo de ladrillo en su plato jaroset, el símbolo la argamasa utilizada para mantener unidas las paredes de ladrillo que construían los hebreos en Egipto.
Marc Chagall. Sobrevolando Vitebsk, s.f. (Au_dessus de Vitebsk). Lápiz, tinta china, gouache, acuarela, grafito y lápiz de colores sobre cartón.
Imagen: Marc Chagall. Sobrevolando Vitebsk, s.f. (Au_dessus de Vitebsk). Lápiz, tinta china, gouache, acuarela, grafito y lápiz de colores sobre cartón.
Quiero evocar una costumbre que recuerdo de mi infancia, cuando mis bisabuelos tomaban una servilleta y ponían una matzá adentro, luego unían sus 4 punta y colocaban ese “paquete” sobre uno de los hombros y se preguntaban unos a otros:
¿Quién eres?, ¿De dónde vienes?, Y luego lo cambiaban al otro hombro y preguntaban:
¿A dónde vas?
Las preguntas eran en árabe. Y las respuestas eran las siguientes:
¿Quién eres? Israel.
¿De dónde vienes? De Mitzraim.
¿A dónde vas? A Ierushaláim.
Un precioso recuerdo al que hoy puedo atribuirle un sentido profundo para pensar este Pésaj.
¿Quién eres?
Es la primera pregunta para poder salir de Egipto.
Soy Israel. Soy yo. Para celebrar la libertad tengo que comenzar por mí. Y decir en voz alta quién soy. Soy quien quiero ser, y también heredero del legado de los que constituyen mi ser.
Soy Israel, como Iaakov, cuando cambió su nombre. Soy un ser humano que lucha con el ángel o su conciencia para parirse a una identidad deseada, amada y auténtica.
Somos errantes, hijos de la casa de Israel caminando por desiertos, en busca de promesas, siempre nuevas, siempre desafiantes.
No consigue salir aquél que no conoce su nombre. No consigue salir aquél que sólo dice de sí mismo que es esclavo. Sale el que sabe quién es, cómo quiere ser nombrado y a su vez, cómo no quiere ser nombrado jamás.
Soy Israel. Somos hijos de un pueblo cuyo relato de liberación y redención está escrito en un libro que se denomina «Shmot » (Nombres). Somos hijos de un pueblo que da cuenta de cada nombre en cada capítulo de su historia.
Kotel y bandera Israel
¿De dónde vienes?
Vengo de Mitzraim. Desde el lugar estrecho. De la esclavitud. Desde la constricción. Desde el canal de parto. Vengo de trabajos forzados. Vengo desde el exceso de comodidad que me llevó a olvidar las imperfecciones del mundo. Me acostumbré al dolor por miedo a arriesgar.
Vengo de la adicción a mi trabajo, la adicción al éxito. Vengo de no saber si soy lo que soy o lo que cuento sobre lo que hago. Vengo de lo angosto que no me permite ver el horizonte. Vengo de donde llegué por necesidad y me quedé por necedad. Vengo de donde no me atreví a salir por temor o por falta de confianza o por cobardía. Vengo del lugar en el que me maltrataron y en el que yo creía que eso era la única realidad posible. Vengo de la tierra que me hizo creer que no hay salidas ni historias elegidas. Vengo de la tierra de lo irrevocable y la resignación que me achicó la mirada a tal punto de volverme ciego.
¿A dónde vas?
Voy a Ierushalaim. Voy a «Ir Shalem», la ciudad completa, la de la totalidad. Voy a encontrarme con aquellas partes de mí que me completan, voy a buscar lo que me devuelva la dignidad y la integridad. Voy a encontrarme con quienes honran la vida y me contagian las ganas de santificarla. Voy a la tierra en la que recuperaré la alegría, en la que volveré a mirarme al espejo y volveré a gustarme. Voy hacia el horizonte, que no es una ilusión sino un punto de inspiración que me invita a moverme por mi propia voluntad.
Y voy a «Ir Shalóm», a la ciudad de la paz. Me dirijo hacia mis deseos de conectarme con el lugar donde realmente quiero estar. Voy a encontrarme con mi casa. Voy a encontrarme con mi calma. Voy a descubrir que los lugares de sosiego, de contemplación, de disfrute de cada detalle, tienen tanto más que ver conmigo que las grandes pirámides que marcaban la geografía de donde vengo. Voy a la tierra de la paz, para alejarme del tormento que supuso habitar tierras de torturas y opresiones.
Somos Israel. Venimos de Mitzraim. Embalemos el equipaje. Tomemos nuestro pan de pobreza. Es tiempo de irnos. Es hora de salir para poder llegar.
¡Moadim Lesimjá!
Autoría: S. Chemen