PARASHAT EKEV: el riesgo de la desmemoria
“Y nos cansamos de andar vagando por los bosques y las orillas de los ríos.
Y nos fuimos quedando. Inventamos las aldeas y la vida en comunidad, convertimos el hueso en aguja y la púa en arpón, las herramientas nos prolongaron la mano y el mango multiplicó la fuerza del hacha, de la azada y del cuchillo.
Cultivamos el arroz, la cebada, el trigo y el maíz, y encerramos en corrales las ovejas y las cabras, y aprendimos a guardar granos en los almacenes, para no morir de hambre en los malos tiempos.
Y en los campos labrados fuimos devotos de las diosas de la fecundidad, mujeres de vastas caderas y tetas generosas, pero con el paso del tiempo ellas fueron desplazadas por los dioses machos de la guerra. Y cantamos himnos de alabanza a la gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes.
Y descubrimos las palabras tuyo y mío y la tierra tuvo dueño y la mujer fue propiedad del hombre y el padre propietario de los hijos.
Muy atrás habían quedado los tiempos en que andábamos a la deriva, sin casa ni destino.
Los resultados de la civilización eran sorprendentes: nuestra vida era más segura pero menos libre, y trabajábamos más horas.”
“Espejos, una historia casi universal”, Eduardo Galeano
Así describe Galeano su breve historia de la civilización.
Tenemos vidas más seguras.
Dejamos la incertidumbre.
Cada vez trabajamos más. Pero a la vez, somos menos libres
Pero esto no se le ocurrió sólo al escritor uruguayo.
Esto está escrito en la parashá de esta semana.
Recordemos que estamos a instantes de entrar a la tierra
Y Moshé advierte que el peor peligro no ha pasado. Aunque hayamos sorteado la sequedad, el sol ardiente, la ambivalencia, el ataque de los pueblos en el camino, la falta de fe, la falta de comida, el hastío y la desesperación, el mayor de los riesgos aún no ha sucedido.
“Guardarás, pues, los mandamientos del Señor tu Dios, para andar en sus caminos, reverenciándolo]. 7 Porque el Señor tu Dios te trae a una tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas, de fuentes y manantiales que fluyen por valles y colinas; 8 una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados; una tierra de aceite de oliva ymiel; 9 una tierra donde comerás el pan sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes sacar cobre. 10 Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al Señor tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.”
Entonces, qué es lo que hay que temer? Qué mal presagio puede venir después de semejante belleza de texto?
Y este es el peligro:
“11 Cuídate de no olvidartede Adonai tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy;
12 no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites,
13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente;
14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Adonai tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;”
El peligro sobre el que advierte Moshé está allí exactamente donde nosotros no lo vemos:
Cuando deje de faltarte comida y tengas para saciarte, cuando dejes de vivir en viviendas precarias y tengas casa fuertes, cuando dejes de tener ganado flaco y aumenten tus posesiones y todo se te multiplique…
Allí la Torá nos dice: no sea cosa de que te olvides.
Cuando estamos llenos hasta el hartazgo, corremos el riesgo de olvidar.
Olvidar la historia.
Olvidar nuestra misión en la tierra de la promesa, como herederos de este texto.
Olvidar a los que no están tan llenos como nosotros,
Olvidar de cuidar
Olvidar de hacernos cargo
Olvidar de abrir nuestra mano
Olvidar el sentido de la vida, dejar la fe para los románticos y la espiritualidad para un par de locos.
Porque creemos que lo tenemos todo. Y que los recuerdos de un pasado de dificultades y carencias nada nos aporta. Porque ya llegamos a la meta.
El rabino británico Jonathan Sacks, comentando esta parashá dice: “El verdadero desafío no es la pobreza, sino la opulencia; no esclavitud sino libertad; no la falta de vivienda, sino el hogar. Muchas naciones han sido elevadas a grandes alturas cuando enfrentaron dificultades y peligros. Lucharon batallas y ganaron. Pasaron por crisis (sequías, plagas, recesiones, derrotas) y fueron endurecidos por ellos. Cuando los tiempos son difíciles, las personas crecen. Ellos se unen. Ellos entierran sus diferencias. Hay un sentido de comunidad y solidaridad, de vecinos y extraños que se unen.“
Las páginas de los libros de historia están llenas de reliquias de naciones que parecían inquebrantables. Pero que declinaron y cayeron.
Moshé advierte. El riesgo es el olvido. La falta de conciencia. La pérdida del registro de lo que nos hizo nacer como pueblo: la justicia, la ley, la independencia, la inclusión, la solidaridad, la fe.
Y todo esto pasa a ser parte de un arcón en desuso que cada tanto se abre porque el calendario lo indica pero que luego vuelve a cerrarse bajo el candado del olvido.
“Halajma ania”, todo el que tenga necesidad de comida que venga y coma. Nosotros tuvimos hambre siendo esclavos y nuestra libertad nos hace ocuparnos de todos los que aún no están saciados. Lo decimos convencidos la noche de Pesaj y luego volvemos a cerrar el arcón de esa historia que contamos y olvidamos.
Si me preguntan cuáles son las mitzvot más potentes para cumplir como parte del pueblo de Israel, yo contestaría que el mandato por excelencia es Zajor, es tener memoria, es recordar de dónde vinimos, de dónde salimos: sea Egipto, sea las migraciones en búsqueda de una tierra de paz, sea el horror de la Shoá… venimos de historias cálidas y otras frías, venimos de sueños por los que nuestros antepasados se jugaron la vida… venimos de una caminata de la que hoy nosotros somos responsables y el riesgo, advierte Moshé es que nos olvidemos de lo que verdaderamente importa: de nuestra historia, y de nuestra misión en la vida. Porque estamos llenos.
Repito: El verdadero desafío no es la pobreza sino la riqueza, no la inseguridad, sino la seguridad, no la esclavitud, sino la libertad. No es la preocupación sino el desgano. No es el peligro sino la comodidad.
Quizás por eso decimos en el Shema tres veces por día: “Veahavta… Ubejol meodeja”. Con todo tu corazón, con todo tu ser y ubejol meodeja, con todo tu mucho, cuando sientas que nada te falta, no te olvides. Cuando creas que tienes todo, no te olvides. Cuando creas que ya llegaste, no cierres la puerta. No te encierres. No cierres los ojos ni a tu historia ni a los que tienes alrededor.
Que la historia no se te desdibuje y que tu lugar en la historia no pierda sentido.
Para que la tierra siga siendo la tierra de la promesa, deberemos pactar con la memoria y con los compromisos que asumimos en su nombre. No sólo por nosotros sino para que los que nos suceden jamás pacten con el olvido y la indiferencia.
Shabat shalóm,
Rabina Silvina Chemen