Judíos al «borde del abismo» entre el exterminio y la liberación-1944
El Día del Recuerdo del Holocausto y el Heroísmo del año 5754 (2014) está marcado por la situación de los judíos en 1944: exactamente hace 70 años.
La expresión “al borde del abismo” proviene del poema Alegría de los pobres, de Nathan Alterman, que expresa tan adecuadamente el sentimiento predominante ese año entre los judíos de Europa que vivían con la angustia de una doble carrera, de la que dependía sus vidas.
Por un lado, ciudades tanto del este como del oeste, desde Vilna a Minsk, desde Varsovia a Riga, desde Belgrado a Sofía, París, Roma, estaban siendo liberadas del yugo de la Alemania Nazi; el Ejército Rojo avanzaba y los Aliados de Occidente, tras el desembarco de Normandía, continuaban bombardeando Alemania, inclinando la balanza aún más.
Por otro lado, ese mismo año, los judíos de Hungría fueron enviados a Auschwitz; los guetos de Lodz y de Kovno fueron aniquilados, los últimos de sus prisioneros fueron deportados o asesinados y se iniciaron las marchas de la muerte desde los territorios liberados hacia el corazón de lo que quedaba del Tercer Reich.
Fue un año en el que todo dependía de la escala del tiempo; los judíos que quedaban en Europa se preguntaban si el Ejército Rojo del Este y los Aliados del Oeste llegarían antes de que los alemanes llegaran a asesinar a quienes aún quedaban con vida. O como Alterman escribiera: “(…) qué fin llegaría primero”.
Los eventos se sucedían muy vertiginosamente, uno tras otro, trayendo consigo difíciles preguntas.
En marzo de 1944, los alemanes invadieron Hungría. Inmediatamente, comenzaron los preparativos para la deportación más rápida y organizada que las comunidades judías presenciaron: desde mediados de mayo, fueron deportados más de 430.000 judíos de Hungría, casi todos a Auschwitz, y la mayoría de ellos fue asesinada ahí, en el transcurso de dos meses. Ese año, el principio del retorno de las reminiscencias de los exiliados a Transnistria, una región en el sur de Ucrania donde las condiciones de vida eran de las más terribles, representó un rayo de luz entre tanta oscuridad. Por las mismas fechas, un grupo de jóvenes sionistas, diferentes activistas judíos y diplomáticos de países neutrales, aceleraron las operaciones de rescate en Budapest y, gracias a ellos, más de 100.000 judíos de Hungría sobrevivieron. En junio, judíos de la isla griega de Corfú fueron concentrados y deportados; en julio, el gueto de Kovno, en Lituania, fue liquidado.
La ideología nazi, centrada en el deseo ardiente de asesinar a todos y cada uno de los judíos, dominaba los esfuerzos, incluso en el último año de la guerra, cuando los alemanes necesitaban todos los medios disponibles para luchar en el frente, incluyendo la necesidad urgente de trenes que les trajeran equipo y armamento; y cada par de manos capaz de trabajar en la producción de armamento que pudiera cambiar la dirección de la guerra a su favor.
En junio, los “Protocolos de Auschwitz” fueron difunidos por todo el mundo. Este detallado reporte, escrito por Rudolf Vrba y Alfred Wetzler -dos jóvenes judíos que lograron escapar del campo de concentración y exterminio- pusieron al descubierto por primera vez el rol central del campo en el sistema de exterminio. Poco después, con la liberación de Majdanek, el campo de trabajo y exterminio ubicado cerca de Lublin, se revelaron por primera vez las cámaras de gas. La industrialización del asesinato, la tecnología que funcionaba al servicio de la ideología nazi, la capacidad de cometer crímenes de tal magnitud en secreto y durante un período tan largo de tiempo – todos hechos aún profundamente perturbadores- fueron puestos al descubierto finalmente.
Después de estos acontecimientos, en 1944, el jurista judío Raphael Lemkin acuño la frase “genocidio” y participó en la preparación de la convención de la ONU para su prevención, aprobada en 1948.
En octubre, tuvo lugar un levantamiento en Auschwitz. El Sonderkommando, el grupo de prisioneros judíos con la terrible tarea de manejar los cuerpos de las víctimas asesinadas, hizo explotar una de las cámaras de gas con la ayuda de explosivos que habían sido contrabandeados por un grupo de jóvenes mujeres judías. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿De dónde sacaron estos hombres y mujeres, aprisionados en este lugar indescriptible, la fuerza para organizarse, unirse, escoger el momento preciso, y realmente tener la esperanza de tener éxito?
Estos sucesos se encuentran en el centro de la tensión entre el exterminio y la liberación, una tensión que era literalmente una cuestión de vida o muerte para los judíos en ese momento, que vivían al borde del abismo.
Autora: Profesora Dina Porat, Historiadora principal de Yad Vashem.