Esta parashá es conocida como la parashá de los “espías”.
Difícil en estos tiempos hablar de espías y espionaje. ¿Qué información busca un espía? Seguramente algo que no se puede conseguir a la luz del día. Es verdad que muchos preferimos hablar de “exploradores”, una manera poética de decir de aquellos que- de avanzada- van a traer información sobre la tierra que irían a habitar los israelitas en su retorno al lugar del que su ancestro Yaacov e hijos abandonaron para terminar en Egipto. Un Egipto que los recibió con los brazos abiertos hasta que los sojuzgó como esclavos.
Volvamos al pedido de Moshé. ¿Qué es lo que él necesita que los espías miren en la tierra para entender cómo era verdaderamente? (Alerta spoiler: evidentemente la instrucción fue errada o al menos incumplida, ya que lo que contaron no fue lo que vieron sino las emociones y la frustración con la que volvieron la gran mayoría de ellos).
“Cuando Moshé los envió a reconocer la tierra de Canaán, les dijo: «Suban allá al Néguev y a la región montañosa, y vean qué clase de tierra es. ¿Son sus habitantes fuertes o débiles, pocos o numerosos? ¿El tierra donde viven es buena o mala? ¿Las ciudades donde viven son abiertas o fortificadas? ¿Es la tierra fértil o pobre? ¿Hay árboles o no? Y esfuércense por recuperar algo del fruto de la tierra. —Era la temporada de las primeras uvas maduras.” Bemidbar- Números 13:17-20
Resumiendo; les pide que vean que clase de tierra es, a saber:
Si los habitantes son fuertes o débiles. (no explicita cómo se mira la fortaleza o la debilidad)
Si son pocos o numerosos. (no explica cómo se construye esa medida, respecto de qué variables)
Si la tierra es buena o mala. (tampoco les da coordenadas para definir las “bondades o maldades” de la tierra)
Si las ciudades donde viven son abiertas o fortificadas. (algo perfectamente observable)
Si la tierra es fértil o pobre. Si hay árboles o no… (Esto también podría tener alguna imagen concreta)
Como verán son indicaciones un tanto ambiguas, si se quiere, difusas para traer un informe objetivo de lo que sus ojos irían a mirar.
Vayamos a algunas explicaciones brindadas por nuestros sabios:
El Midrash Bamidbar Rabá 16:12 enseña:
“Y veréis la tierra” (Bemidvar 13:18). Tres veces les dijo: “¿Qué es la tierra?” (Números 13:18-20). ¿Por qué en la primera dice: “Veréis”? Les dijo: “Mirad la tierra de Israel; hay una tierra que produce hombres poderosos y hay una tierra que produce hombres débiles. Hay una que maximiza la población y otra que la minimiza”. Asimismo, les ordenó: “Y la gente que vive en ella, ¿es fuerte o débil, es poca o mucha?” (Bemidvar 13:18). “¿Y qué es la tierra en la que viven?” (Bemidvar 13:19). ¿De dónde sabéis su fuerza? Si habitan en zonas abiertas, son poderosos, confiados en su fuerza; si están dentro de fortificaciones, son débiles y de corazón blando.
«¿Y qué es la tierra? ¿Es fértil?» (Bemidvar 13:20). ¿Son sus frutos magros o grasos? Él les dijo: ‘Miren sus rocas y su tierra; si son de roca dura, serán gordas, si son de barro, serán magras’.”
El midrash completa, explica lo que la alocución de Moshé calla. Hay tierras que producen hombres poderosos y hay tierras que producen hombres débiles. ¡Qué interesante sería hoy observar “las tierras” y ver qué tipo de hombres producen! Y esto nada tiene que ver con la cantidad de armamento del cual se vanaglorian. Sino que hay tierras que maximizan a su población y otras que los minimizan. Y quiero creer- y si no es así no me importa demasiado- que el midrash dice que hay tierras que ensanchan la capacidad de sus habitantes hasta su máxima potencia y otros que los hacen ínfimos. Y ¿cómo se mira la fuerza? Si es una tierra que tiene hombres fuertes y confiados vivirán- dicen los sabios- en espacios abiertos, porque no temen y, por el contrario, si son débiles y de corazón blando construirán murallas y fortificaciones a causa de su miedo. Y esto me resuena exactamente opuesto a cómo se perciben hoy las fortalezas y las vulnerabilidades de los habitantes de cualquier tierra. Es fuerte y confiado aquél que no necesita encerrarse tras muros de aislamiento del afuera. Y quien sí lo hace, lejos de ser valiente, tiene un corazón demasiado blando.
Ovadia Sforno (siglo XV-XVI) agrega que hay que mirar la tierra y a los habitantes que en ella viven:
“Para averiguar si las condiciones ecológicas favorecían el asentamiento exitoso en las ciudades. En otras palabras, si los médicos derivaban a los enfermos a dichas ciudades y a dicho clima para ayudarlos a recuperar la salud. Lo juzgaban por la apariencia de los habitantes de dichas ciudades: si parecían saludables, fuertes, con buena postura, etc. También observaban si la gente era numerosa, si tenían familias numerosas o si, por alguna razón, eran pocos. Una gran cantidad de personas, y personas con aspecto fuerte y en forma, indicaba que el clima era bueno y favorecía el asentamiento a gran escala.”
Se mira una tierra- nos explica el sabio italiano- a partir de sus climas y condiciones ecológicas; si hay condiciones de salud por las que los médicos recomienden vivir en ella. Si los habitantes tienen posibilidades de vivir saludables, de buena postura (quiero entender “los que van con la frente erguida”). Si la gente ama, se empareja y tiene familias e hijos… Si todo eso pasa, la tierra es buena para asentarse.
Y por último Naftali Zvi Yehuda Berlin (siglo XIX) agrega algo pequeño pero contundente:
“Si son fuertes o débiles significa si son fuertes en sus ideas o si son débiles en su corazón.”
Es decir: la fortaleza o debilidad es del espíritu, es de las ideas, es de la conciencia y no de la materia, del armamento, del poderío físico.
¿A dónde voy con todo esto?
Verdaderamente ya no sé a dónde vamos.
Estamos en vilo con este nuevo frente y nuevo nombre de una nueva guerra que se suma a la otra guerra y así, agotados de mirar a través de las mirillas de los sistemas sofisticados de espionaje, se llenan los cielos de amenazas de muerte, las almas de miedo, los refugios de personas agotadas, las listas de muertos por los ataques, mientras que, del otro lado, casi sin nombrarlos siguen los túneles con rehenes secuestrados, soldados que caen, y bombas que no distinguen ya quién es el blanco. Todos mueren. Todos pierden. Y un futuro promisorio parece esfumarse.
¿Quiénes son los fuertes y los débiles? La polvareda ya no permite ni siquiera mirar, ni distinguir, si son fuertes o débiles, si tienen el alma pequeña o las ideas grandes, si tienen familias numerosas o si están de luto eterno, si quedan médicos para curar o si los sistemas no dan abasto de tanta herida sangrante, la del cuerpo y la del alma.
Estamos en tiempos de miradas que no miran y en esa ceguera no se ve- no se puede, no se quiere, no conviene, no interesa o hay otras prioridades antes- a quien se tiene delante.
Vivimos tiempos de espionaje: no sólo los de la guerra. También somos espías cuando nos refugiamos en los relatos de otros para narrar una realidad sesgada; cuando nos apropiamos de imágenes que no vimos para desplegar narrativas de la sin-salida y de la violencia como única resolución.
Y sí, los espías de Moshé fracasaron. Y estos modos de mirar hoy también están fracasando. Aunque alguno se proclame victorioso, este modo de resolver conflictos es un rotundo fracaso del alma y la psiquis humana. ¿Cuánto durará una supuesta victoria? ¿Cuándo volverá a despertar el odio que no se elabora, la calma que no se consensua, los derechos que no se protegen?
Los espías fracasaron porque ganó el discurso de la desesperanza y del conflicto. Aunque hubo otras dos voces; la de Yehoshúa y Calev que entendieron que sí se podía, que aunque las condiciones parecen inviables, hay caminos y oportunidades si nos animamos a ser cada uno de nosotros los protagonistas de la promesa.
Hoy somos muchos los que estamos esperando que lleguen los emisarios de Moshé para decirnos que es posible, que la tierra es ancha para albergar a todos, que los médicos mandan allí a recuperarse a todos los que tienen herida la confianza, que el aire que se respira es puro porque no hay ni esquirlas, ni polvo de escombros. Estamos esperando. Desde hace mucho.
Vuelvo a leer al poeta israelí Yehuda Amijai y encuentro esta joya:
DEMASIADO
Demasiados olivos en el valle
Demasiadas piedras en las laderas
Demasiados muertos y poca tierra
Para cubrirlos todos.
Debo tornar a los paisajes ilustrados en los billetes
Y al rostro de mi padre en las piezas de moneda.
Demasiados días de recuerdo y poca memoria.
Mis amigos han olvidado lo que aprendieron en su juventud.
En un lugar secreto duerme mi amada, joven,
Y como siempre, me hallo fuera
Presa de ráfagas hambrientas.
Demasiada fatiga
Y pocos ojos para sostenerla. Demasiados relojes
Y poco tiempo. Demasiadas semanas
En la Biblia. Demasiadas rutas
Y pocos caminos que conduzcan el hombre
A su destino.
Demasiadas esperanzas
Sin maestros.
Demasiados soñadores. Pocos sueños…
Yo agregaría: demasiados días de batalla, demasiadas batallas, demasiadas víctimas, demasiado dolor para lo que el alma humana puede soportar, demasiado tiempo detenido ante los impactos de misiles, demasiados días que los chicos no van a la escuela, demasiado miedo en los corazones, demasiada incertidumbre, demasiados comunicados que miden quién mata más y mejor a quién… demasiado.
Quizás necesitemos sólo un poco: de calma, de sosiego, de vida normal, de sociedades que vuelvan a la aceptación de la diversidad de identidades y sueños. Un poco de juego libre, un poco de ocio, un poco de charla porque sí, de un libro en el parque sin mirar al cielo…
Un poco, sólo un poco.
Rabina Silvina Chemen