PARASHAST METZORÁ – Shabat Hagadol: Revisar el estado de nuestras casas

Estamos leyendo Parashat Metzorá- junto con Shabat Hagadol, el Shabat que anticipa la llegada de Pésaj, una fiesta que además de significativa nos implica muchos preparativos.

Y junto estos dos temas, porque el comienzo de esta parashá- con una temática un tanto incómoda como la enfermedad de tzaraat y todo su controvertido tratamiento- está escrito:

Y habló el Eterno a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando hubiereis entrado en la tierra de Canaán que os daré en posesión, pondré llaga de lepra (tzaraat) en (algunas) casas de la tierra de vuestra posesión. Y vendrá aquél de quien fuere la casa y dará aviso al sacerdote, diciendo: Me parece que hay como llaga de lepra en mi casa. Y ordenará el sacerdote que desocupen la casa antes de que el sacerdote entre a examinar la llaga, para que no quede impuro todo lo que hubiere en la casa;y después de esto entrará el sacerdote a ver la casa Y mirará la llaga; y si viere que la llaga está en las paredes de la casa en forma de depresiones verdosas o rojizas, que parecen estar más hundidas que la pared.” Vaikrá 14: 34-38

Sí. Leyeron bien.

Cuando lleguen a la tierra de la promesa, por la que caminaron y penaron tantos años, y se instalen en una casa, Dios pondrá llagas en las casas que tomen en posesión. Llagas de una enfermedad que toma toda la casa la que deberán desocupar hasta que el sacerdote vea el tipo de lesiones en las paredes y declare a la casa pura o impura.

No tengo manera creativa de encontrar dentro de esta descripción, una metáfora. Y esto se agrava aún más cuando vamos al Talmud que dice: “De acuerdo con lo que está escrito (en una braita- fuente de la época de la Mishná) nunca existió una casa afectada (con tzaraat) y nunca la habrá en el futuro. Y ¿por qué fue (este pasaje sobre esta enfermedad en las casas) escrito (en la Torá)? Para que puedas expandir (nuevos entendimientos de la Torá) y recibir recompensa (por tu aprendizaje).“ T.B. Sanhedrin 71ª

Sigo sin entender.

La Torá nos explica que cuando entremos a la tierra aparecerán manchas en las paredes de nuestras casas, que tendremos que advertir y comunicar. Pero este tipo de dolencia edilicia, por decirlo de algún modo, nunca existió.

Volvamos a la Torá. Y repasemos lo que sucede cuando el dueño de la casa ve una mancha. Apenas la ve, sale a decir que hay una especie de llaga de tzaraat.

Quizás nunca existió como fenómeno real pero está en la Torá como tema a tener en cuenta cuando se llegue a la Tierra y se habite la propia casa. Y podríamos entenderlo como un mensaje simbólico referido a tantas manchas que aunque se escondan tras cortinados y cuadros de valor, están allí contagiando todo lo que se pone en contacto con ella.

La casa no es cualquier lugar. Es el espacio que te protege del exterior. Pero que a su vez también te aísla. Puede ser el mejor de los refugios o la más cruel guarida.

Cuando entres a una tierra que te provee de lo que necesitas, y llegues a tener tu propia casa, revisa sus paredes y detecta la más mínima señal de que algo te está enfermando. Sal de tus muros a decirlo. Evita que crezca la dolencia del aislamiento, la indiferencia, el desamor, y apenas lo percibas, “incomódate”, sal de lo que te crees que te protege de hacerte cargo de los tuyos que están afuera, de los que te necesitan, de escuchar lo que pasa alrededor y poder aportar de lo tuyo para el bien común. Sal y cúrate de creer que te salvas adentro, solo, cuando llegaste a la meta.

Tantas casas hay manchadas de mentiras, de secretos, de desidia. Tantas casas esconden maltratos y abandonos, cinismos y violencias.

Y muchos nos hemos acostumbrado a vivir con esos manchones, que tapamos con telones y decoraciones. Pero nosotros sabemos que están.

No abrimos las ventanas, no conectamos con el afuera, porque pueden descubrirnos.

Por eso el dueño debe salir a decir en voz alta lo que sabe y no puede reconocer. Algo pasa allí adentro y hay que sanarlo.

La casa es un elemento que le es caro al relator bíblico y a nuestras leyes de cuidado del prójimo. En el libro de Devarim encontramos: “Cuando construyas una casa nueva, harás una baranda para tu techo para que no tengas la culpa de la sangre en tu casa si alguien cae de ella.”  Devarim 22: 8

Cuida de los que viven en tu casa.

Cuida de los que vayan a tu casa.

Que tu casa sea reflejo de tu ser.

Que lo que sucede adentro sea lo que muestras afuera.

Y ¿qué más da si esto existió o no, si nos permite volver hoy a casa y revisar nuestros propios muros?

Estamos en las semanas previas a Pésaj. Y estamos limpiando nuestros hogares.

Quitaremos el jametz, pondremos una mesa de reyes y leeremos la historia de nuestra liberación.

La pregunta es si hemos dejado la casa realmente limpia. Y no hablo de migas y restos leudados. Hablo de esa limpieza que nos autoriza a salir de la opresión y nos convoca a respirar libertad, sin tener nada que ocultar.

Tenemos un par de semanas por delante.

Y mucho que hacer.

Mucho más de lo que tú y yo podemos imaginar.

Shabat shalóm,

Rabina Silvina Chemen