LA HERENCIA JUDEO-ALEMANA EN ISRAEL

Al principio, los judíos alemanes huidos del nazismo no fueron bienvenidos en Israel. Después, ayudaron en la construcción de Israel. Allí hay un museo dedicado a su herencia y su memoria. Una habitación estrecha y sin ventanas, en la que se amontonan cajas sobre estanterías, que llegan hasta el techo. No entra ni la luz solar ni el aire, pero a Nili Davidson le encanta su lugar de trabajo, pues esas cajas contienen las historias de incontables vidas. “Apenas tiro nada”, dice: “Incluso el papel más pequeño puede ser la clave que nos conduzca a algo más grande”.
Muchas personas entregan a Nili Davidson documentos que dejaron sus parientes, pues el Museo de Inmigrantes Germano parlantes de Tefen, al norte de Galilea, no solo tiene salas de exposición donde se puede admirar la historia de “ieckes”, sino también un archivo donde se almacena y preserva su legado. Lo que a primera vista parece algo sin importancia, puede convertirse en algo sensacional.
Nili abre una caja y extrae un telegrama: “Está fechado en Düsseldorf en 1888. Ofrece detalles sobre la salud del Kaiser, que está en el hospital. Imagínese: Los ancestros de este joven guardaron el telegrama y él lo trajo a Israel cuando emigró. ¿Cómo lo voy a tirar? ¡Imposible! Nos ofrece un bonito retrato de esta familia.”
Mientras Nili Davidson trabaja como directora del archivo, el Museo presenta a plena luz en espaciosas salas la historia de los “ieckes”. La misma curadora Ruthi Ofek huyó cuando era niña de Salzburgo junto a sus padres hacia Israel. Ofek sabe lo que es empezar desde cero: “Fue muy difícil adaptarse, no solo por el clima. También la lengua, la mentalidad, la nueva vida…Y nuestra familia quedó en Alemania. Las cosas aquí distaban de ser ideales.”
En una especie de contenedor llamado “lift”, los emigrantes trasladaron en barco sus pertenencias. A menudo, muebles de roble y los pianos de cola Blüthner no tenían espacio en las nuevas viviendas. Pero trataban de traer consigo un pedazo de su Alemania. Rodillos, mantelitos de croché, agarradores de tela, libros de cocina… En Tefen puede apreciarse hasta qué punto los judíos emigrados se aferraban a su cultura.
Sin embargo, a muchos “ieckes” les resultaba incómodo hablar de su origen y su lengua materna, que era la misma que la de los asesinos nazis. “Alguien me dijo entonces: ‘el alemán se habla solo en voz baja”, recuerda Ruthi Ofek. “Había cierta presión al respecto”. Además existía animosidad entre los “ieckes” y los judíos emigrantes del este de Europa llegados ya en 1933.
También en la cuestión política había diferencias. Los judíos que procedían del este de Europa eran sionistas que querían construir un nuevo estado nacional judío. Los germano-hablantes tenían otros objetivos: “Vinieron porque no podían ir a ninguna otra parte”, dice Ruthi Ofek, «América y otros países no estaban preparados para recibirlos. Eso no quiere decir que no se convirtieran en sionistas. Estaban muy orgullosos de lo que habían construido en Israel”.
El museo muestra hasta qué punto se integraron de hecho en la construcción de Israel. El museo fue una iniciativa de un empresario de la Selva Negra llamado Stef Wertheimer, que nació en 1926 y emigró junto a sus padres en 1937. Allí fundó una empresa de procesamiento de metales, Iscar. Se dice que logró convertirse en la persona más rica de Israel. Aquello hizo posible la fundación de parques industriales, tal y como el que existe en Tefen, en el que las empresas se ubican junto a atractivos museos.
Wertheimer no es un caso único. Ya en 1933 los “ieckes” fundaron en Israel unas cien empresas, sobre todo en los sectores químico, alimentario, textil y del metal. También eran muy activos en el terreno de los medios de comunicación: el empresario alemán Salman Schocken compró el diario Ha’aretz en 1937 y hoy día un 75% de la compañía continúa en manos de la familia, dirigida hoy día por Amos, el nieto de Schocken. “Sus páginas dieron mucha más publicidad de la que nosotros podíamos permitirnos pagar al “encuentro de jeckes”, dice Ofek.
Los emigrantes judeo-alemanes realizaron importantes aportaciones en el terreno de la ciencia, la educación y la medicina: “Antes había muy pocos médicos especialistas en Israel”. “Después vinieron tantos, que lo que faltaban eran pacientes” Se aprovechó entonces la ocasión para modernizar el sistema de salud y los seguros por enfermedad según el modelo alemán.
También hubo aportes en el arte, el teatro, la danza y la música. En la Orquesta Sinfónica, que después se convirtió en la Orquesta Filarmónica de Israel, tocaban sobre todo emigrantes judeo-alemanes. El fundador fue el músico polaco Bronislaw Huberman, que había vivido mucho tiempo en Berlín y Viena. Intuyó que se acercaba el Holocausto y animó a innumerables músicos a emigrar y esa decisión les salvó la vida.
Junto a Tel Aviv, “la ciudad blanca junto al mar”, muchos kibutzim tienen la huella de los arquitectos del movimiento Bauhaus. Entre los más conocidos se encuentran el alemán Munio Weintraub y Erich Mendelssohn, que vivió un corto período en el exilio en Jerusalén. “Después llegaron otros que continuaron el estilo Bauhaus”.
“Queremos escanear todos los documentos”, explica Nili Davidson. Actualmente hay unos 30.000, pero mensualmente llegan de dos a cuatro aportaciones más”. Todo tiene que ser accesible para la investigación científica, pues actualmente hay jóvenes que se interesan por la historia de los “ieckes”. “El problema es que no saben alemán. Me encantaría que llegara alguien que supiera hebreo moderno y alemán”. “Aun así no sería suficiente, ya que algunos documentos están en alemán antiguo y eso nos crea dificultades. Algunas damas octogenarias nos ayudan a leerlos, ya que todavía pueden hacerlo”.Nili Davidson, directora del archivo.