B’nei mitzvá, hijos de los mandamientos
«Bar mitzvá» (obligado por el precepto) y «bat mitzvá» (obligada por el precepto) son los términos para describir el alcance de la madurez de un adolescente (varón o mujer) judío.
De acuerdo a la Halajá, cuando un niño o niña judía alcanza la edad en que se vuelve responsable de sus actos (12 años para las niñas y 13 años para los varones) se realiza una ceremonia para hacer público que ya puede cumplir con los preceptos (las mitzvot) Esta ceremonia es llamada Bar Mitzvá para los varones o Bat Mitzvá para las mujeres, con el significado de que se someten en lo sucesivo al mandamiento de la Halajá (ley) judía.
La ley judía establece que la responsabilidad de los actos de un niño recae en los padres hasta llegar a esta edad. En adelante, los chicos y chicas tienen el privilegio y la obligación de participar en todas las áreas de la vida de la comunidad judía y asumir su propia responsabilidad respecto a la ley ritual judía, la tradición y la ética. Tradicionalmente el padre del chico/a agradece a Dios que ya no será castigado por las faltas de su hijo/a.
Habitualmente los términos «Bar mitzvá» y «Bat mitzvá» se usan para referirse a la ceremonia o celebración en sí misma. Sin embargo, en realidad el término hace alusión a la «condición legal» de la persona desde el punto de vista de la ley judía. La ceremonia en sí misma no cambia el estatus del participante ni le otorga derechos o responsabilidades adicionales más allá de los que conlleva el cumplir 12 o 13 años. Para los judíos sefarditas la mayoría de edad de los varones es a los 14 años.
La primera referencia escrita sobre la celebración del Bar-mitzvá como tal se encuentra en el «Shulján Aruj» (“Mesa servida” en español), código religioso redactado en 1557 por el rabino Iosef Karo. Este documento es la más importante recopilación de normas contenidas en la religión judía y facilita su aplicación.
El Bar-mitzvá es una ceremonia que era exclusiva de los varones, ya que tradicionalmente las obligaciones de la mujer se centraban en la casa y la familia, por lo que se les disculpaba de observar todos los mandamientos religiosos del hombre, ya que podían interferir con las labores del hogar y, sobre todo, quitarles tiempo para la educación de los hijos, lo cual siempre ha sido considerado mucho más importante. Hoy en día es normal la asistencia a la ceremonia de la madre y mujeres.
En la semana del Bar Mitzvá, el joven, en compañía de su familia y amigos, participa de la tefilá (rezo) matutina (shajarit) de toda las semana, se coloca los tefilin (filacterias) y toma parte activa en el servicio. A esto le sigue su participación también activa en el Kabalat Shabat (recepción del sábado que se efectúa el viernes al caer la tarde), que culminará en la mañana del sábado con el protagonismo del Bar/Bat Mitzvá en el servicio de Shajarit, en el que se le honrará con la lectura de la Torá.
La celebración en general se realiza el sábado siguiente a su 12 o 13 cumpleaños y es lógico que se haga un sábado (“Shabat”) dado que es considerado como la fiesta religiosa judía más importante.
El lugar de celebración es la sinagoga (lugar de reunión donde se enseña el judaísmo y donde se realizan reuniones para orar a Dios). La hora de celebración será durante el servicio de la mañana y la duración aproximada es de 1 hora.
En esta ceremonia el/la joven lee por primera vez públicamente un pasaje de la Torá y/o de la Haftaráh (porción de lectura semanal que corresponde a los profetas en caso de que ésta se celebre en el Shabat) y además deberá hacer una disertación (drashá) sobre un pasaje bíblico apoyándose en la literatura talmúdica y midráshica y comentarlo.
Por ello, meses antes del día del Bar-mitzvá el/la joven comienza a ser instruido en la historia hebrea; aprende las oraciones, bendiciones, costumbres, rituales (colocación de los tefilin, el talit o manto ritual) y estudia la Torá, de modo que logra tener una noción de los valores imperecederos del judaísmo. Para ello es importante confiar en las enseñanzas de un/a buen/a moré/a (maestro/a).
La norma indica que el joven puede tener el honor de ser llamado a una aliá (subir a la bimá (tarima donde se lee la Tora) para recitar las brajot o bendiciones de la Torá), y en la medida de lo posible cantilar o leer una sección de la sidrá semanal; o se le permite la conducción de alguna parte o del servicio religioso en su totalidad. Desde hace siglos en Europa se acostumbró el llamar al/a la joven al maftir (la última aliá o porción de lo que corresponde a esa semana, de la Torá), con la consiguiente lectura de la haftará (una sección de los Profetas que se incluye y está relacionada con el tema tratado en la lectura de la Torá), pues es popularmente considerado que leer el maftir es un gran honor. También es costumbre que el celebrante pronuncie un discurso de exégesis sobre algún tema bíblico o talmúdico, especialmente referido a la porción semanal.
Generalmente es una ceremonia que emociona mucho a la familia y los abuelos y las madres suelen llorar de regocijo cuando escuchan al/la joven leer la Torá, ya que les hace visualizar que ya no son pequeños y que ya han adquirido obligaciones espirituales y morales.
Como sea, las actividades sinagogales que se le brindan al joven para honrarlo, no son parte de un ritual extraordinario y específico, sino que forman parte del servicio regular no difiriendo de aquellas que realiza cualquier adulto judío en cualquier otra ocasión, a excepción de la presentación ante la congregación por el rabino, una o dos bendiciones o adiciones para el padre (o, según la corriente religiosa ambos padres) o el responsable del Bar Mitzvá. No obstante en el ambiente se nota la integración de un nuevo miembro, porque generalmente los jóvenes son torpes en la lectura de la Torá y dependiendo de la dificultad de la porción que les corresponda leer o cantilar, el servicio se prolongará más tiempo que el habitual.