
Según el tratado de principios -Avot- un hombre está en condiciones de casarse a partir de los 18 años. La mujer antes aún. Para ello las familias propician la ceremonia en la que los futuros contrayentes se comprometen.
El compromiso o «tnaim» es un precontrato matrimonial, en el que las familias de los futuros contrayentes dan un rango oficial al noviazgo y sólo puede romperse por causas de fuerza mayor, ya que se considera un deshonor romper un compromiso.
Persiste la figura del casamentero o «shajdan», que buscaba pareja y propicia su presentación a los padres de los candidatos. Se guían por el conocimiento del linaje de las familias, intuición, simpatía personal, etcétera. Los casamientos son aceptados por los padres, según recomendación del shajdan o la casamentera «shadjente». Los novios son consultados y se requiere su consentimiento y su aprobación. En muchos círculos ultra-ortodoxos (jaredim) se sigue con esta modalidad hoy, pero mayoritariamente son los jóvenes quienes eligen y deciden con qué pareja desean contraer matrimonio. Como está escrito en Génesis cap. II vers. 18 «… no es bueno que el hombre esté solo…»
En el judaísmo, el casamiento, llamado «jatuná» es el vínculo que dá origen a la familia. En tiempos bíblicos la poligamia estaba aceptada y permitida. El patriarca Iaacob, por ejemplo, tenía dos esposas. También testimonios bíblicos posteriores nos hablan de una vida familiar en la que se admitía la poligamia. Grandes figuras como los reyes de Israel, el Rey David por ejemplo, tuvieron varias mujeres según los relatos de los libros de Samuel I y II y Reyes I, pero desde la Edad Media queda establecida la monogamia en el judaísmo. Cada hombre puede tener sólo una esposa, aunque tanto el hombre como la mujer pueden contraer matrimonio varias veces según sean divorciados o viudos.
La Ketubá
Existe en el judaísmo un documento (pacto matrimonial) que se llama Ketubá, redactado en arameo (idioma hablado antiguamente entre los judíos, parecido al hebreo). En dicho documento están especificadas las obligaciones de los contrayentes, que son asumidas en el momento de casarse y que rubrican con su firma los novios.
El casamiento en el judaísmo es un acto público. Se requiere que haya Minian (un mínimo de diez personas) y el acta matrimonial se firma ante dos testigos, que también firman la Ketubá. Por fuentes bíblicas sabemos que en la antigüedad los festejos de una boda duraban siete días. Las bodas judías pueden realizarse al aire libre, bajo el cielo, en el hogar de uno de uno de los contrayentes, en la sinagoga o en un salón, según elijan las familias. La ceremonia la realiza un rabino u oficiante bajo una Jupá (palio nupcial de tela, satén u otro material sostenido por cuatro parantes que, simbolizando un techo y la creación de un nuevo hogar judío) bajo la que se ubican también los contrayentes.
En este acto, se lee la «Ketubá», que destaca especialmente las obligaciones que contraen los novios: la obligación del hombre de mantener económicamente el hogar, la de convivir bajo un mismo techo y la de ser fieles al vínculo, como también el respeto y la asistencia y ayuda que uno debe dar al otro. En el momento central de la ceremonia del casamiento, el novio coloca un anillo en el dedo de la novia y recita la bendición «…por este anillo me eres consagrada como esposa según la ley de Moisés y la tradición de Israel…». Según testimonios históricos, esta costumbre data del siglo VII.
En la misma ceremonia se consagra el compromiso («tnaim») si no se lo hubiera realizado antes y después se realiza la «jatuna» o casamiento propiamente dicho. En la ceremonia de kidushim se recitan las siete bendiciones especiales para este acto. El oficiante consulta y solicita el consentimiento de cada uno de los novios. Ella lleva la cara tapada por un velo que levanta cuando se brinda por una larga unión. Al final de la ceremonia se rompe una copa de vidrio para cumplir con el juramento de generaciones, según salmos CXXXVII, donde se promete «…elevaré a Jerusalém a la cabeza de mi alegría…». O sea que en un momento tan sagrado y significativo de la vida de cada judío se recuerda a Jerusalém, que resume en sí toda la añoranza por Sión. Su sentido es recordar la destrucción de Jerusalén y del Templo, y que aún existe mucha tristeza en este mundo. Por otra parte, en el gran casamiento de Dios e Israel se rompieron las primeras tablas. La ruptura de la copa rememora esta primera tragedia. Dicha costumbre tiene su origen en el Talmud, y se extendió hace 800 años.
Cumplido este rito se exclama «Mazal Tov» («buena buerte») y se saluda a los novios y a los familiares. Existen distintas costumbres, según los lugares de origen de las familias. En todos se pretende que el casamiento perdure en el tiempo. Cuando los profetas de Israel querían dar consuelo y esperanza a su pueblo, recurrían a la hermosa metáfora de las bodas judías, diciendo que en las calles de Jerusalém volverían a verse novios y novias salir de sus jupot, cantando y regocijándose. Esta profecía se ha cumplido ya que actualmente se pueden escuchar los acordes de canciones festejando la alegría de novias y novios que se casan en los distintos y hermosos salones, sinagogas y hasta en el Kotel o Muro Occidental del Templo de Jerusalén, testigo de miles de años de historia judía.
Divorcio
En el judaísmo existe el divorcio. El vínculo del casamiento puede ser roto bien por desavenencias en el matrimonio o porque no haya descendencia (hijos) después de diez años de convivencia. En esos casos el esposo puede, si así lo desea, darle el divorcio a su mujer. El «Sefer Kritut», libro o documento de divorcio, es entregado a la esposa en una ceremonia presenciada por diez testigos. Este acto es rubricado por el oficiante y por dos testigos. En este documento (el guet) se recoge la ruptura del compromiso asumido por los contrayentes al casarse a través de la Ketubá. El judaísmo no fomenta el divorcio. Cuenta la leyenda que cuando una pareja se separa lloran los ángeles en el cielo. El documento de «Guitin» está escrito en arameo, idioma similar al hebreo que fue hablado durante siglos en Israel y Babilonia.