Eva Heymann
Nació en Hungría. Desde los trece años escribe un diario en el que recoge sus vivencias durante la ocupación nazi y su estancia en el ghetto. Asesinada en 1944.
«7 de abril de 1944. Hoy vinieron por mi bicicleta. Casi causo un gran escándalo. Tú sabes, mi pequeño diario, que nada más entrar los policías en casa, me asusté terriblemente. Sabía que ellos solamente traían problemas, en cualquier lugar al que entraban…. Y bueno, mi pequeño diario, me arrojé al suelo y desde abajo abracé la rueda trasera de mi bicicleta y le grité de todo a los policías: “¡que se avergonzaran por llevarse la bicicleta de una niña! Un año y medio juntamos el dinero para comprarla (…) uno de los policías estaba muy enojado – dijo: “esto es lo que me faltaba, que una niña judía haga semejante comedia cuando le quitan su bicicleta. Ningún judío se merece tener una. Pan tampoco se merecen los judíos, que no se lo engullan todo sino que se lo dejen a los soldados” Puedes imaginarte, mi pequeño diario, qué sentí cuando me lo arrojaron a la cara”.
Uri Orlev
Nació en el año 1931 en Varsovia, Polonia. Todos lo llamaban Yurek. De pequeño, Yurek no sabía que era judío. Cuando estalló la guerra con la Alemania Nazi, en septiembre de 1939, su padre fue reclutado al ejército polaco. Yurek y su clan familiar pasaron al ghetto, en noviembre de 1940, con la mayoría de los judíos de Varsovia. Tras unos años en el ghetto, durante los cuales su madre trabajó en una de las fábricas, ella se enfermó y murió en enero de 1943. Desde ese momento su tía cuido de su hermano Kazyk y de él: en febrero de 1943 Stefa los infiltró al sector polaco de Varsovia y cuando estalló la rebelión en el ghetto, en abril, Yurek y Kazyk ya llevaban alrededor de dos meses escondidos en un cuarto en uno de los edificios. Luego, por miedo a los alemanes y sus búsquedas, los hermanos fueron transferidos a una casa aislada en un pueblo, donde los tuvieron escondidos en un sótano oscuro durante largas semanas. De ahí, pasaron junto con su tía al campo de concentración Bergen-Belzen, en el cual estuvieron durante aproximadamente dos años. Su tía Stefa pudo conseguirles permisos de entrada a Israel. Con el tiempo, Uri se convirtió en un escritor y entre sus muchos libros publicó también la historia de su vida.
“Leí muchos libros aún antes de la guerra. […] Me gustaban los libros sobre guerras y aventuras que ponen los pelos de punta. Me gustaban libros sobre héroes adultos o niños que experimentan adversidad y más adversidad y que sufren terriblemente hasta que todo se arregla. Un libro que terminaba mal me llenaba de tal temor que durante mucho tiempo después de haber terminado de leerlo seguía sintiéndolo. […] Y mientras más leía, más aumentaba mi envidia hacia todos esos héroes descritos en los libros. ¿Por qué no me pasa nada a mí? Y entonces estalló la guerra.”
“¿Alguna vez os despertasteis por la mañana y no quisisteis levantaros y pensasteis que ojalá sucediese algo, por ejemplo, que tengáis fiebre, o incluso que estalle alguna guerra pequeña, o alguna tormenta no muy dañina, pero que sea lo suficiente para seguir durmiendo? Y entonces eso me pasó a mí de verdad. Los alemanes vinieron y me liberé de la escuela.”
Malka-Marisha Rosenthal
Tuvo una infancia ordinaria hasta los cinco años. Su familia vivía en una casa bonita en Stanislavovl. Su padre, David, era un comerciante de éxito, su madre, Fany, se graduó en la Universidad de Levov, provenía de una familia asimilada, de mucha educación y próspera. La vida de Marisha cambió al estallar la guerra. Tras la invasión de los alemanes a los territorios de la Unión de Repúblicas Soviéticas, en la segunda mitad del año 1941, la ciudad de Stanislavov fue conquistada por ellos y Marisha y los miembros de su familia fueron obligados a pasarse al ghetto.
Lograron salir del gueto, pero durante la huida, su madre fue asesinada por un soldado alemán. Su padre se unió a los partisanos y la dejo al cuidado de una familia de campesinos que la mantuvo escondida dentro de un tonel en un pajar durante más de dos años.
Al terminar la guerra se instaló en Israel. Allí sigue viviendo en la actualidad con su esposo, sus dos hijas y seis nietos.
“No recuerdo la palabra ‘Yid’ en polaco o algo así, antes de la guerra. Fue una gran sorpresa para mí cuando de repente me volví judía. Es decir, judía en el sentido negativo. Puede ser que sabía que era judía, pero ello no representaba en absoluto algo en lo que pensar, ciertamente no a esa edad. No puedo recordar nada respecto al judaísmo en la edad de la niñez, justo antes de la guerra […Cuando estalló la guerra] yo, cual camaleón, cambié mi piel. Pero no recuerdo eso como algo muy traumático. Recuerdo que me adapté, lo acepté. Pues antes fuimos así y ahora somos de otra manera”.
Anna Frank
Nació en Frakfurt, Alemania. Cuando Hitler subió al poder, se trasladó a Amsterdam, Holanda, junto con sus padres y su hermana Margot. Tras la conquista de Holanda, la familia Frank se escondió en el edificio de oficinas de la empresa del padre. Desde julio de 1942 permanecieron ocultos, junto con otros cuatro judios, en un anexo secreto del desván.
El 4 de agosto de 1944 fueron denunciados a la GESTAPO y la policía holandesa los descubrió tras el mueble biblioteca que ocultaba la entrada del desván.
La madre de Ana murió en Auschwitz. Su hermana y ella misma en Bergen Belsen, la víspera de su liberación a manos de los ingleses. Sólo el padre sobrevivió y dedicó el resto de su vida al legado de su hija Ana. Su diario fue publicado en 1947 y desde entonces fue traducido y publicado en muchos idiomas.
«Jueves, 9 de julio de 1942: Así anduvimos bajo la lluvia torrencial, papá, mamá y yo, cada cual, con una cartera de colegio y una bolsa de la compra, cargadas hasta los topes con una mezcolanza de cosas. Los trabajadores que iban temprano a trabajar nos seguían con la mirada. En sus caras podía leerse claramente que lamentaban no poder ofrecernos ningún transporte: la estrella amarilla que llevábamos era elocuente.
Sólo cuando ya estuvimos en la calle, papá y mamá comenzaron a contarme poquito a poco el plan de escondite. Llevaban meses sacando de la casa la mayor cantidad posible de muebles y enseres, y habían decidido que entraríamos en la clandestinidad voluntariamente el 16 de julio. Por causa de la citación, el asunto se había adelantado diez días, de modo que tendríamos que conformarnos con unos aposentos menos arreglados y ordenados.”
Inge Auerbacher
Era hija única de Berthold y Regina Auerbacher, judíos religiosos que vivían en Kippenheim, un pueblo en el suroeste de Alemania, cerca de la Selva Negra. Su padre era un comerciante de tejidos. La familia vivía en una gran casa con diecisiete cuartos y empleaban a varios sirvientes. Tras sufrir los abusos de los primeros años del régimen nazi, fueron enviados al ghetto de Theresienstadt, de donde fueron liberados en mayo de 1945. En 1946 emigraron a Estados Unidos.
«El 10 de noviembre de 1938 [la fecha de Kristallnacht], unos matones tiraron piedras y rompieron todas las ventanas de nuestra casa. Ese mismo día, la policía arrestó a mi padre y a mi abuelo. Mi madre, mi abuela y yo pudimos escondernos en un cobertizo hasta que la situación se calmó. Cuando salimos, los hombres judíos del pueblo habían sido llevados al campo de concentración de Dachau. Mi padre y mi abuelo pudieron volver a casa unas semanas después, pero en mayo de 1939 mi abuelo murió de un ataque al corazón.”
Renate Guttman
Renate y su hermano mellizo, Rene, y sus padres, alemanes judíos, vivían en Praga. Poco antes de nacer los mellizos, los padres de Renate se fueron de Dresden, Alemania, para escapar de las políticas antisemitas del gobierno nazi. Antes de irse de Alemania para vivir en Checoslovaquia, el padre de Renate, Herbert, trabajaba en el negocio de importaciones y exportaciones. Su madre, Ita, era contable. Fueron enviados al ghetto de Theresienstadt y de allí Auschwitz, donde los mellizos fueron utilizados como cobayas humanos por el Dr. Ménguele. Ambos hermanos sobrevivieron y se reunieron en Estados Unidos en 1950.
«Nuestra familia vivía en un edificio de departamentos de seis pisos sobre la línea de tranvía número 22 en Praga. Había que subir un largo e inclinado tramo de escalones para llegar a nuestro departamento donde mi hermano, Rene, y yo compartíamos una cuna en el dormitorio de nuestros padres; una terraza miraba sobre el jardín. Rene y yo usábamos conjuntos que hacían juego y estábamos siempre bien vestidos. Pasábamos los días jugando en un parque a la vuelta de la casa. En marzo de 1939, el ejército alemán ocupó Praga.»
OTROS TESTIMONIOS:
Marisha Rosenthal, Rutenia
«Cumplí seis años. Llegó el día de inicio del año escolar. Marisha, mi amiga polaca, me ofreció ir con ella a la escuela; con otros niños de la ciudad. Marisha, ingresó por la puerta, y detrás de ella yo.
“Buenos días” saludó el portero
“¿A dónde vas? Preguntó
“A la escuela, a primer grado” contesté con orgullo
El hombre se paró en mi camino. “Tú no puedes” me dijo agresivamente
“Pero tengo seis años” …
“¡Tú eres judía!” dijo, “los judíos no tienen derecho de estudiar. En esta escuela no hay lugar para los judíos”.
Vi a Marisha alejarse, hasta entrar a la escuela. ¡No lloré! Soy judía y este no es mi lugar. El año escolar comenzó sin mí.»
Jana Gofrit, Polonia
«Me negué a salir de mi casa. ¡No estoy dispuesta a llevar un distintivo amarillo! ¡No voy a aparecer en público con la señal de vergüenza judía! No estoy dispuesta a que me vea con esta cosa horrenda. Si alguno de mis compañeros de clase me ve, ¡me muero! Me sentía ofendida y enojada porque me pusieron por ejemplo y a Shanina, para hacerme sobresalir y humillarme. Judía o delincuente, ¿qué diferencia? ¿Hay diferencia en sus intenciones? ¿Hay diferencia en la vergüenza y en la indefensión que sentía? Dejé de ser un ser humano y pasé a ser una cosa”
Livia, 12 años, Hungría.
“Rápidamente me di cuenta de que el objetivo de ellos era acabar con gente como yo. Una de las imposiciones más injustas era que cuando los soldados alemanes andaban por la acera, había que bajar de ella a las aguas servidas que corrían en los bordes. La primera vez que me vi involucrada en situación semejante, no descendí de la acera, sino que simplemente miré hacia un lado. El soldado me dio una tunda y volví a casa magullada y rengueando. Aun así, fue la mía una desgracia con suerte. Poco tiempo después iba yo por la calle con el hijo de unos conocidos, cuando una pareja de alemanes venía por la acera. Yo bajé hacia un costado, pero el muchacho no lo hizo. Uno de los alemanes desenvainó el revólver y le pegó un tiro en la cabeza, matándolo en el acto. Vimos entonces qué nos esperaba.”
Martha Appel, Alemania
Por primera vez en mucho tiempo, vi a mis hijos volver de la escuela con los ojos chispeantes, riendo y llorando al mismo tiempo. La mayoría de las clases habían sido reunidas esa mañana en el hall de la escuela. El «oficial de razas» había venido a dar una exposición sobre las diferencias entre las razas. «Yo le pregunté a la profesora si podía ir a casa», contó mi hija, «pero ella me dijo que tenía órdenes de no dispensar a nadie, puedes imaginarte que fue una exposición horrible. El dijo que hay dos grupos de razas, uno superior y uno inferior. La raza superior, que está destinada a gobernar el mundo, es la teutónica, la raza germana, mientras que una de las razas inferiores es la judía. Y entonces, mamá, él miró a su alrededor y pidió a una de las niñas que se aproximase a él». Los niños nuevamente comenzaron a reír. «Al principio no sabíamos», continuó mi hija, «que es lo que él pretendía y estábamos muy preocupados cuando eligió a Eva. Y entonces él comenzó: Observen aquí, la pequeña cabeza, su larga frente, sus ojos azules, y su cabello rubio, mientras tomaba una de sus largas trenzas. Miren, dijo, su altura y su esbelta figura. Estas son marcas inequívocas de pura raza teutónica. Mamá tendrías que haber visto como toda el ala femenina estalló en risa. Incluso Eva no podía controlarse. Y entonces desde todos los rincones del salón comenzaron a gritar «ella es una judía». Tenías que ver la cara del oficial. Tuvo suerte que el director se acercó rápidamente y paró las risas y los gritos y se despidió de él agradeciéndole su interesante e ilustradora exposición. Entonces comenzaron nuevamente las risas, pero el director nos frenó inmediatamente. ¡Oh! ¡Estoy tan agradecida que la profesora no me dejó salir y estuve allí para oírlo!
Eva Heymann (Gueto de Oradea, Hungría)
Nació en Hungría. Desde los trece años escribe un diario en el que recoge sus vivencias durante la ocupación nazi y su estancia en el ghetto. Fue asesinada en 1944.
“Mi pequeño diario, hace cinco días que estamos aquí, en el Ghueto, pero es como si hubieran transcurrido cinco años… primero se completó el vallado y nadie puede entrar o salir… todo está prohibido, pero lo más terrible – que todo castigo es la muerte. No está escrito que este castigo es también para los niños, pero me parece que es también para nosotros.
… A las nueve de la noche nos acostamos, mi pequeño diario, y desde ahora debemos levantarnos a las 5 de la mañana… no tengo idea de qué pasará en el futuro. Siempre he pensado que ahora es el peor momento para mi, hasta aquí teníamos comida, ahora ya no habrá qué comer….ahora se llevaron la madera del sótano y ya no podremos calentar agua para bañarnos.”
Uri Orlev (Gueto de Varsovia)
“Un día me dio lástima aquel niño infortunado que se sentaba en la puerta de nuestra casa y gritaba todo el tiempo en una voz que se iba atenuando:
“Un pedazo de pan, […] un pedazo de pan…” y nadie se apiadaba de él. Quizá porque había tantos niños de ese tipo en todos lados.
Me paré un poco más lejos, extendí la mano y dije en voz fuerte:
“Una limosna para un niño pobre… Una limosna para un niño pobre…”
Y para mi sorpresa, la gente me dio dinero. […]
En poco tiempo recibí suficiente dinero, y fue muy grande la tentación de entrar a la pequeña tienda de juguetes de enfrente y comprarme por fin un cortaplumas. Mamá había rehusado a comprarme un cortaplumas. Dijo que me heriría o heriría a mi hermano. Al final pensé que no sería justo. No mendigué para eso. Le di todo el dinero al niño, regresé a casa y le conté a mamá con mucho orgullo lo que hice. […]”
Inge Auerbacher (Ghetto de Theresienstadt)
«Cuando tenía siete años, fui deportada con mis padres al ghetto de Theresienstadt, en Checoslovaquia. Cuando llegamos, se llevaron todas nuestras cosas, salvo la ropa que teníamos puesta y mi muñeca, Marlene. Las condiciones del campo eran duras. Las patatas tenían el valor de diamantes. Tenía hambre, tenía miedo y estaba enferma casi todo el tiempo. Para mi octavo cumpleaños, mis padres me dieron una tortita de patatas con un poco de azúcar; para mi noveno cumpleaños, una ropita hecha con trapos para mi muñeca; y para mi décimo cumpleaños, un poema escrito por mi madre.»
Malka Marisha Rosenthal (Ghetto de Stanislavov, Ucrania)
“Nos escondimos en el ático. Pero allí había muchas personas y no había tranquilidad, hubo gritos, niños llorando y gritando. Llegó un alemán y quizá quince ucranianos. Subieron al techo y abrieron la puerta y nos dijeron que bajasemos […] El alemán nos colocó en una fila […] y nos miró, […] yo lo miré y él me miró, y nos encontramos en la mirada, y de repente dijo: ¡No! […] Repitió nuevamente todo el proceso de selección [selectzia], y nos dejó a mi madre y a mí y los otros se fueron.”
Yitskhok Rudashevski (Ghetto de Vilna, Lituania)
Tenía catorce años cuando fue enviado al ghetto de Vilna en junio de 1941. Hasta su muerte en 1944, llevó un diario donde escribió sobre sus experiencias.
«11 de diciembre de 1942: El ghetto celebró hoy la llegada de cientos de libros a la Biblioteca del ghetto. Hubo un festival en el auditorio del teatro […]. Había un programa artístico y se pronunciaron varios discursos.”
«7 de febrero de 1943: Tenemos buenas noticias. La gente del ghetto está de celebración. Ha caído Stalingrado y los alemanes han sufrido una derrota gigantesca. La ciudad de Stalin es el sepulcro del enemigo.”
«28 de marzo de 1943: “El humor del ghetto es muy melancólico. El peligro está asomando en el aire…”
«6 de abril de 1944: “Ahora sabemos todos los detalles horribles. En vez de a Kovno, llevaron a 5.000 judíos a Ponari donde fueron asesinados. […] Antes de morir, la gente empezó a romper desesperadamente los vagones del tren […] la línea de ferrocarril se cubre con los cadáveres.»
Charlene Schiff (Ghetto de Horochow, Polonia)
Nació en Horochow, Polonia, en 1929. El padre de Charlene era profesor de filosofía en la universidad nacional de Lvov. La Segunda Guerra Mundial empezó con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. El pueblo de Charlene estaba en la parte de Polonia oriental que fue ocupada por la Unión Soviética como consecuencia del pacto entre Alemania y la Unión Soviética de agosto de 1939. Bajo la ocupación soviética, la familia se quedó en la casa y el padre de Charlene continuó enseñando. Los alemanes invadieron la Unión Soviética en junio de 1941, y arrestaron al padre de Charlene después de ocupar Horochow. Charlene no lo volvió a ver jamás. Charlene, su madre y su hermana fueron internadas en un ghetto que habían creado los alemanes en Horochow. En 1942, Charlene y su madre huyeron del ghetto después de oír rumores que los alemanes estaban por destruirlo. Su hermana intentó escaparse por su lado, pero desapareció y nunca nadie escuchó nada más de ella. Charlene y su madre se escondieron por varios días debajo de unas plantas al borde del río, y evitaron ser descubiertas sumergiéndose en el agua cuando alguien se acercaba. Un día, Charlene se despertó y descubrió que su madre había desaparecido. Charlene sobrevivió sola en los bosques cerca de Horochow, y fue liberada por las tropas soviéticas. Emigró a los Estados Unidos.
“Muy al principio, mi madre y muchas otras mujeres, organizaron una escuela clandestina para niños que estaban en edad de acudir al colegio. Y esto fue algo maravilloso, porque teníamos siempre algo que deseábamos hacer. Esto nos hacía olvidar el hambre y todo lo demás, lo inadecuado de vivir una vida tan primitiva.
Muchas mujeres, incluida mi madre, pudieron salir al exterior y volvieron a casa con lápices, con papel para escribir, con libros […]. Unos meses más tarde […] ya no hubo joyas ni monedas para intercambiar. Ya no hubo más suministro, suministro para la escuela, y la moral, en cierto modo, se hundió en el ghetto. Y las mujeres volvieron a casa más cansadas, más hambrientas y demasiado derrotadas para seguir adelante y poner una cara alegre para nosotros, los niños.”
“Aquí aprendí a valorar cosas pequeñas. Cosas que cuando las hacíamos siendo aún libres no tenían en sí nada especial. Por ejemplo, un viaje en autobús o en tranvía; una caminata por las calles hasta el río; sorber un helado… Cosas tan simples y hoy inaccesibles…”
Sarah (Sheila) Peretz Etons (escondida en un gallinero en Chelm, Polonia)
Nació en Chlem, Polonia, en 1936. Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. Después de la ocupación alemana, Sarah (que en ese momento tenía solamente tres años) y su madre fueron internadas en un ghetto. Un día, un policía polaco católico les avisó que el ghetto iba a ser liquidado y dio refugio a Sarah y a su madre primero en su casa, después en un sótano donde se guardaban las patatas, y luego en un gallinero en su propiedad. Sarah se escondió ahí por más de dos años, hasta que el área fue liberada por las fuerzas soviéticas. Después de la guerra, Sarah emigró de Europa–primero a Israel en 1947 y después a los Estados Unidos en 1963.
“Estuve en ese gallinero sobre dos años. Nunca salí fuera. Por el invierno hacía mucho frío y por el verano mucho calor. El solía traernos, normalmente, una barra de pan para ambas cada día y una botella de agua. Alguna vez, de tarde en tarde y coincidiendo con una ocasión especial, nos traía un poco de sopa.
A veces, si él tenía que irse por asuntos que lo llevaban a otra ciudad durante un día, su mujer y su hija nunca nos traían nada, incluso aunque pasara un día o dos antes de que él volviera.
Nosotras no teníamos nada que hacer, yo no tenía nada con qué jugar. Entonces yo tenía seis años y no sé… a veces jugaba con los pollos y con la paja. El solía levantar una especie de colchón con mantas en una esquina y ahí era donde estábamos.”
Petr Fischl (Asesinado en Auschwitz en 1944, a la edad de 15 años)
«…Nos hemos acostumbrado a estar de pie a las siete de la mañana, luego al mediodía, y de nuevo a las siete de la tarde, formados en una larga cola con la cacerola en la mano, esperando que nos echen un poco de agua con gusto a sal o con gusto a café, esperando que nos den algunas patatas. Nos hemos acostumbrado a dormir sin camas, a saludar a cada uniformado, a marchar evitando las aceras, y otras veces a marchar sobre las aceras.
Nos hemos acostumbrado a recibir bofetadas sin dar ningún motivo, a los golpes, a las ejecuciones.
Nos hemos acostumbrado a ver morir a la gente en sus propios excrementos, a ver los féretros con su carga y montones de cadáveres; ver cómo los enfermos se revuelcan en la mugre y la desesperada impotencia de los médicos…»
Etka Urztein (Niña sobreviviente de Auschwitz, liberada por las tropas rusas)
«… En agosto de 1944 nos llevaron a Auschwitz. En mi vida pensé que fuera a sobrevivir a eso. Los vagones de carga cerrados con poco aire, sin agua, sin luz, sellados… Allí teníamos que hacer las necesidades, así estuvimos cuatro días. Nos prometieron que no nos iba a faltar nada. Ya casi muertos llegamos a Auschwitz, había hombres que ya llevaban mucho tiempo allí, nos sacaron y nos dijeron «ah, os trajeron a trabajar, os trajeron a la muerte». «Nos separaron a hombres de mujeres, a enfermos de sanos. Mi mamá en ese tiempo tenía 33 años y parecía muy jovencita. A mí, mi hermanito y la niña que vivía con nosotros nos llevaron inmediatamente al crematorio. Mi hermanito tenía once años. Nos llevaron para desinfectarnos. Después de la desinfección no nos conocíamos los unos a los otros. La cabeza estaba tan rapada como mi mano. Mi mamá empezó a llorar: «no la reconozco». Era trágico, muy trágico…
Después nos mandaron a Stutthof… No sé cómo sobrevivimos allí…Todos los días iban a buscar a gente para llevarla al crematorio, que funcionaba 24 horas. No había camas ni nada, estábamos en el suelo. Llevaron a toda la gente y todos nos enfermamos de tifus. Mi hermana tuvo mucha fiebre. Una señora dijo que llevaba mucho tiempo en el hospital y que mañana no iba estar, porque los llevaban a todos al crematorio. Mi mamá por la noche pasó al hospital y no había ni una persona viva. Una cabecita se movía, y era la de mi hermana. Es de no creer, mi hermana vive en Estados Unidos y cada vez que la veo hablamos de eso. Mi mamá la trajo a la barraca y la chica que cuidaba la barraca, judía, que no tenía tifus, le dio a mi hermana café y pan…
Sufrimos tanto… yo caminaba a cuatro patas y me sacaron vivos mis dientes. Mi mamá salió y agarró un poco de nieve para ponerme en la boca porque sangraba.
Después se acercaron los rusos y pensábamos que nos iban a salvar. Pero nos llevaron a un barco de carga, el Cap Arcona. Siete días nos llevaron por todos lados y nos cuidaron. Mi hermana dijo «mamá, voy a saltar al mar». Y mi mamá dijo «no, mientras se mueve el corazón, no hagas eso, tenemos esperanza».
El mismo día vimos que el barco se hundía y se hundía, y mi madre nos llevó arriba de la plataforma… En este momento vimos dos o tres helicópteros ingleses. Nos llevaron a todos, de 4.500 personas que estábamos en el barco quedamos 50 en la plataforma, nos llevaron a hospitales de la Cruz Roja.
No sabía dónde estaba porque estaba sin conocimiento. Cuando abrí los ojos vi que estaba en una linda cama, con sábanas, y al lado mío estaba una enfermera que hablaba en alemán. Yo dije «¿en dónde estoy? ¡El cielo es tan bueno! ¿La muerte es tan buena?» Y ella me respondió, «no, te liberaron. Te cambiamos la sangre, y te sacamos el agua de los pulmones».
Y yo pensé y dije «¿Y mi mamá y mi hermana? «… Y yo le grité y lloré y me preguntó cómo se llamaban. Recorrió todos los pabellones del hospital y me dijo que mi mamá y mi hermana estaban en otros pabellones. «Vamos a hacer todo para que sobrevivan», me dijo.
Irene Hizme y Rene Slotkin (Mellizos sobrevivientes de la Shoá)
Irene y Rene nacieron con los nombres de Renate y Rene Guttman. La familia se mudó a Praga poco después del nacimiento de los mellizos, donde vivían cuando los alemanes ocuparon Bohemia y Moravia en marzo de 1939. Pocos meses después, soldados alemanes arrestaron a su padre. Décadas después, Irene y Rene se enteraron que fue asesinado en el campo de Auschwitz en diciembre de 1941. Irene, Rene y su madre fueron deportados al ghetto de Theresienstadt, y después al campo de Auschwitz. En Auschwitz, los mellizos fueron separados y sujetos a experimentos médicos. Irene y Rene estuvieron separados por mucho tiempo después de su liberación de Auschwitz. El grupo Rescate de Niños llevo a Irene a los Estados Unidos en 1947, donde se reunió con Rene en 1950.
En este texto describen la deportación a Auschwitz.
IRENE: Uno de los recuerdos que tengo es de nosotras caminando, era por la noche, en la nieve, nosotras, mi madre y yo, …, mi madre tenía una maleta que arrastraba, recuerdo que yo no. De alguna manera yo no quería ir a donde íbamos. Recuerdo que ella me pegó un grito, un poco…, un poco… como «¡¡¡venga, vamos!!!» Bueno, yo la recuerdo a ella, y es así como recuerdo su presencia. De alguna manera tiraba de mí, como…
RENE: Me imagino que yo iba tranquilamente. Porque yo no recuerdo que tiraba de nosotros. Pero recuerdo la noche y recuerdo perros.
IRENE: Si, si. Había perros, ladrando. . Luego subimos al tren.
RENE: Claro. El viaje al tren lo recuerdo.
IRENE. Ya, yo también.
RENE: Quiero decir, esto era,..ahora, ahora recuerdo, que este era el tren del viaje a Auschwitz. Pero la mezcla de.., el calor, el olor, hacinados, la agonía de todo esto,…en el vagón. Escuchabas a la gente morir…
IRENE: Había ese quejido y…
RENE: Quejido, era horrible.
IRENE: Siendo pequeña era como muy duro, ¿entiendes? estaban todos los cuerpos próximos a nosotros y recuerdo que todo lo que quería era tumbarme en el suelo.
RENE: Ya, de acuerdo. Por alguna razón no nos podíamos tumbar.
IRENE: Si, no había espacio.
RENE: O era porque no había espacio, no había sitio, o estaba todo sucio. No había sitio donde tumbarse.
IRENE: No podíamos, no había lugar. Era ya difícil estar de la manera que estábamos. Y … pero no llorábamos.
RENE: No
IRENE: No, no llorábamos. Teníamos miedo, sabíamos que llorar no tenía sentido«.
Renate Guttmann
En este texto, Renate, llamada posteriormente Irene, uno de los gemelos anteriores, describe una de las situaciones sufridas en el hospital del Campo de exterminio de Auschwitz, donde fue utilizada para experimentos médico
«Justo antes de cumplir seis años, nos mandaron a Auschwitz desde el ghetto de Theresienstadt. Ahí me convertí en el número 70917. Me separaron de mi hermano y de mi madre, y me llevaron a un hospital donde me midieron y me sacaron radiografías; me sacaron sangre del cuello. Una vez, estaba atada a una mesa y me cortaron con un cuchillo. Recibí inyecciones que me hacían vomitar y que me daban diarrea. Mientras estaba enferma en el hospital, después de una inyección, entraron guardias para llevarse a los enfermos para matarlos. La enfermera que me cuidaba me escondió debajo de su falda larga y estuve quieta hasta que se fueron los guardias.»
Ruth Meyerowitz (Sobreviviente de Auschwitz)
Nació en Frankfurt, Alemania, en 1929. En Frankfurt, la familia de Ruth se enfrentó a las medidas antisemitas que se iban intensificando. El negocio de su padre fue expropiado y la escuela de Ruth fue cerrada. En abril de 1943, Ruth y su familia fueron deportados a Auschwitz. Ruth fue seleccionada para trabajos forzados y asignada a reparar las carreteras. También trabajó en el equipo «Kanada,» clasificando las pertenencias de quienes eran enviados al campo. En noviembre de 1944, Ruth fue transferida al campo de Ravensbrueck en Alemania. Fue liberada en mayo de 1945, durante una marcha de la muerte desde el campo Malchow.
Describe sus memorias de los crematorios de Auschwitz
«… Los crematorios estaban sólo a unos minutos de distancia. Podíamos ver las chimeneas, desde donde estuviéramos. Y por supuesto podíamos oler,… primero el gas, desde la izquierda… saliendo de las cámaras de gas, y luego podíamos oler los cuerpos quemados, la carne humana quemada. Después el sonido de los crematorios, podíamos oír como los limpiaban y era similar al ruido de tú propio horno, lo mismo que cuando mueves los fogones en el horno, pero mucho más, el ruido era mucho más intenso y lo podíamos oír por todas las barracas. Y, … hasta este día, cuando limpio mi propio horno recuerdo el ruido que hacían los crematorios al limpiarse…»
Sam Itzkowitz (Sobreviviente, escapó de Auschwitz con los bombardeos aliados)
Nació en Makow, Polonia, en 1925. Los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939. Cuando ocuparon Makow, Sam huyó al territorio soviético. Volvió a Makow a buscar provisiones, pero fue forzado a quedarse en el ghetto. En 1942, fue deportado a Auschwitz. Mientras el ejército soviético avanzaba en 1944, Sam y otros prisioneros fueron mandados a campos en Alemania. Los prisioneros empezaron una marcha de la muerte al inicio de 1945. Las fuerzas americanas liberaron a Sam después que se escapó durante un bombardeo.
Describe una cámara de gas de Auschwitz
«… La cámara de gas era justo un pasillo como éste, con dos agujeros, dos… como chimeneas que iban hacia arriba, con metal perforado. Tenía agujeros de cinco cm. todo alrededor, en las cuatro esquinas… Los hombres de las SS estaban esperando, cuando llenaban el bunker con todas las mujeres ponía a los hombres dentro. Algunas veces tenían 20 ó 30 personas de más, las empujaban dentro, y siempre dejaban atrás a los niños. Y cuando el bunker estaba tan lleno que no podían poner a más gente, ninguno más… hacían que los niños se arrastraran entrando con el cabeza primero y los empujaba y los empujaban para rellenar los espacios. Entonces la puerta se cerraba con fuerza detrás de ellos, era una puerta muy gruesa. La construí yo mismo y sé cómo era: tres tornillos con tres barras de hierro que cruzaban, las barras se ponían encima de la puerta y luego se apretaban muy fuerte los tornillos. Los hombres, los hombres de las SS esperaban fuera en el camión de la Cruz Roja y tenían la lata de gas… latas en los camiones y también… en la ambulancia. Tenían que poner una máscara, tiraban de la tapa del gas y lo lanzaban a través del agujero de la chimenea dentro de la cámara de gas. Y tan pronto como tiraban el gas cerraban rápidamente la compuerta, así el gas no podía escapar. Y todo lo que podías oír era un grito, «Shema …» (la declaración judía de fe), y eso era todo. Y eso duraba alrededor de unos cinco o diez minutos. En la puerta había unos agujeritos muy pequeños con cuatro o cinco capas de cristal y con barras, nadie podía romper el cristal. Y cuando encendían la luz en el bunker podías ver si la gente estaba muerta o no.»
Doris Greenberg (Sobreviviente de Ravensbrueck)
Nació en Varsovia, Polonia, en 1930. Los alemanes invadieron Polonia en 1939 y crearon un ghetto en Varsovia en 1940. Después de que sus padres fueron deportados, Doris se escondió con su hermana y otros parientes. La hermana de Doris y un tío fueron asesinados, y supo que sus padres también habían sido asesinados. Su abuela se suicidó. Doris salió del ghetto de contrabando y vivió como una sirviente no judía, pero finalmente fue deportada al campo de Ravensbrueck. Al llegar allí, Doris y su amiga Pepi consideraron envenenarse, pero decidieron no hacerlo.
«Cuando íbamos a los baños realmente esperábamos morir. Lo sabíamos, y decíamos: bueno, podíamos haber tomado el veneno, pero ya no lo tenemos y probablemente no tardaremos mucho al ser gaseadas. Bueno, nos sorprendió mucho cuando salió agua. Y… nosotras… realmente nos dieron una ducha. Había incluso un jabón gris que parecía como una piedra pómez, pero más suave, pero no había gas. Entonces nos duchamos y salimos fuera, al otro extremo del edificio, y nos dieron los uniformes a rayas… Y nos daban tallas que eran imposibles. A una persona grande le daban una muy pequeña. A una pequeña le daban una grande. Pero por lo menos estábamos vivas. Y teníamos todos un número y un triángulo y nos asignaron a los barracones. Cuando llegamos a los barracones vimos en las paredes escritos de judíos, nombres, mensajes…muchos de ellos en yiddish que yo no podía leer, pero Pepi podía y ella me dijo que eran nombres. Ella me los leía y así yo podía entenderlos. Yo no sabía ni leer ni escribir, y ella me dijo que eran mensajes, mensajes que te rompían el corazón y nombres de personas…»nosotros… nosotros estuvimos aquí, nosotros somos los últimos, decidle a los demás que nos recuerden. Era muy triste.»
Ruth Webber (Sobreviviente en el orfanato de Cracovia)
Nació en Ostrowiec, Polonia, en 1935. Ruth tenía cuatro años cuando los alemanes invadieron Polonia y ocuparon Ostrowiec. Su familia fue forzada a vivir en un ghetto. Los alemanes expropiaron el negocio de fotografía de su padre, aunque lo dejaron trabajar afuera del ghetto. Antes de que se liquidara el ghetto, los padres de Ruth mandaron a su hermana a esconderse, y lograron conseguir trabajo en un campo fuera del ghetto. Ruth también se escondió, en los bosques o dentro del campo mismo. Cuando el campo fue liquidado, los padres de Ruth se separaron. Ruth fue mandada a varios campos de concentración antes de ser deportada a Auschwitz. Después de la guerra, Ruth vivió en un orfanato en Cracovia hasta que se reunió con su madre.
«Vi a mucha gente muerta alrededor, en todas partes, y me imagino que cuando ves a tantos ya no te impresiona tanto. Una de esas veces, esto fue en Ostrowiec Lager, en la casa de fuera, que era el baño, que estaba en la esquina, en una zona que era en el centro del campo, y los barracones estaban a ambos lados. Yo había ido a esa casa de fuera, hubo una conmoción y todo el mundo empezó a correr a las barracas, porque era donde se supone que tenían que ir, y…yo quedé atascada en el baño. Bueno, me puse encima del asiento y miré a través de la pequeña ventana, y lo que había pasado era que algunas personas habían intentado escapar y los habían cogido, imagino que estaban heridas, había disparos alrededor, y entonces hicieron que cuatro personas cavaran fosas fuera de los alambres de la valla del campo. Y los trajeron a ellos, a la gente que había intentado escapar, que…ya los habían disparado, pero no estaban muertos. Hicieron que los otros judíos enterraran a esta gente que no estaba todavía muerta y ellos suplicaban que no los enterraran, que todavía estaban vivos, que los deberían de matar primero. Pero ellos no hicieron nada, simplemente los enterraron vivos. Y estas gentes tuvieron que hacerlo, acabaría de la misma manera, muerta. Eso fue una experiencia muy traumática, todavía puedo oírlos gritar.»
Ruth Webber (Sobreviviente de Auschwitz)
Describe los crematorios de Auschwitz:
«Como era una niña, aceptaba las cosas como se presentaban porque no había nada que yo pudiera hacer, sólo podía seguir adelante para sobrevivir. Por una u otra razón lo más importante era sobrevivir. Todo el mundo decía lo mismo: «Oh, tenemos que sobrevivir para contarle al mundo lo que está sucediendo». Así era. Sólo por esta razón, porque era increíble. Y la idea de elevarse en forma de humo se volvió realidad porque venía un transporte con mucha gente, y se dirigían en una cierta dirección, y luego desaparecían. Nunca volvían a aparecer. Entonces nos dábamos cuenta de que algo les sucedía, y al ver las chimeneas humeando continuamente, en especial después de un transporte, incluso a mi edad, sumas dos y dos y te das cuenta de que sí, ahí iban, detrás de la cerca que estaba cubierta por mantas y árboles que escondían lo que sucedía ahí detrás. Entrabas ahí y no salías nunca más. Lo que estaba sucediendo no lo sabía con exactitud, todo lo que sabía es que salían por la chimenea. Cuando los crematorios estaban en funcionamiento, quedaba en la boca un sabor dulce que te quitaba las ganas de comer.»
Tomasz (Toivi) Blatt (Escapó del Campo de Sobibor, Polonia)
Nació en Izbica, Polonia, en 1927. Después que empezó la guerra en septiembre de 1939, los alemanes crearon un ghetto en Izbica. El trabajo que Tomasz tenía en un taller lo protegió inicialmente de las redadas en el ghetto. En 1942, intentó escaparse a Hungría, usando documentos falsos. Fue capturado, pero logró volver a Izbica. En abril de 1943, él y su familia fueron deportados a Sobibor. Tomasz se escapó durante la sublevación de Sobibor. Se escondió y trabajó como mensajero para el movimiento de resistencia polaca.
«Estoy seguro de que cuando estaban en las cámaras de gas no lo podían creer. Cuando la primera bocanada de gas ingresaba, probablemente no sabían lo que les sucedería. Después de que terminé de cortar el pelo, nos ordenaron salir, y mientras todavía estaba caminando hacia mi barraca escuché el motor de gasolina que estaba en funcionamiento, y escuché muy alto… el grito. Comenzaban muy alto como «¡Ayyy!…», muy alto, incluso más alto que el motor. Tenían un motor enorme allí. Después se calmaba, alrededor de 15 minutos después. Así era Sobibor.»
Tzila Liberman (Sobreviviente de Malchov, Alemania y de Auschwitz)
Nació en 1932 en Kielce, Polonia. Hija de Yitzjak y Roza, tenía un hermano cuatro años mayor que ella, Tadek. Estudiaba en una escuela pública judía cuando estalló la Guerra, tenía entonces 7 años. En 1941 se estableció un ghetto en Kielce y Tzila y su familia tuvieron que abandonar su casa y mudarse al ghetto. La familia sobrevivió a varias acciones militares alemanas (Aktzia).En julio de 1944 Tzila y su familia fueron deportados en un vagón de tren al campo de concentración y exterminio Auschwitz-Birkenau. De Auschwitz-Birkenau, Tzila y su madre fueron trasladadas al campo Ravensbruck y de allí al campo de Malchov. Al final de la guerra Tzila y su madre fueron liberadas en camiones de la Cruz Roja, y trasladadas a la ciudad de Köln. Desde allí, después de un largo viaje, llegaron a Dobersdorf, a un hogar de reposo llamado Helsin. Durante la estancia en ese lugar les llegó la dura noticia sobre el hermano de Tzila – Tadek – quien murió hacia el día de la liberación. El padre Itzjac fue hallado vivo y aguardó a su familia en la ciudad de Kielce. Tzila y su familia inmigraron a Israel.
«… Este es el aspecto de lo que vimos: un terreno que se extendía hacia lo lejos, sembrado de bloques, filas y filas de bloques, alambres de púas alrededor y por los lados, de vez en cuando una torre de vigilancia. De cada bloque sobresalían dos chimeneas. A lo lejos se elevaban dos chimeneas especialmente grandes. Un silencio dominaba el enorme terreno. Todo estaba enmudecido.
De pronto irrumpieron de dentro de los bloques cientos de esqueletos, cabezas afeitadas, todos tenían una única ropa: pijama de rayas. Unos llevaban los pies descalzos, otros llevaban zapatos de madera. En sus manos sostenían algo, era difícil distinguir qué era. En unos segundos se pusieron al lado de los bloques como en orden militar. Y de nuevo el mismo espantoso silencio.
¿Quiénes eran los hombres esqueleto? ¡No tienen pelo! ¡Todos en pijama! ¿Son mujeres u hombres? ¿Son en verdad seres humanos?
Una mujer, que estaba entre nosotros, ante la espantosa visión, sacó con rapidez una polvera y una barra de labios del hatillo que estaba a sus pies y comenzó a arreglarse. El resto de las mujeres, al ver esto, comenzó a llorar. “¿Por qué lloráis?” se enfadó la mujer, con la polvera en una de sus manos; “¿No veis que esto es el manicomio? Premeditadamente nos trajeron aquí. Nos meterán entre los locos. Nos afeitarán el pelo de la cabeza, y en poco tiempo nos convertiremos también nosotros en locos. ¡No, de ninguna manera les dejaré afeitarme el pelo de la cabeza! No quiero parecerme a ellos. ¡No, No quiero!»
El llanto en el vagón creció. El marido de la mujer se acercó a ella, la abrazó contra su pecho, con delicadeza le quitó la polvera y la barra de labios de su mano y le dijo: «cálmate por favor, no están locos, dentro de poco también nosotros tendremos ese aspecto. ¡Sólo sé fuerte y valiente!»…
… «Se oyeron ladridos de perros alrededor de los vagones, los gritos de hombres de las SS se mezclaron con los ladridos. Escuchamos también conversaciones en yiddish.
Uno de los prisioneros nos gritó: “Judíos, ¿de dónde sois?”
“Somos los últimos judíos de la ciudad de Keltse”.
“¿Keltse? ¡Oh, Keltse! ¡Yo soy de Keltse! Me enviaron aquí hace dos años. ¿Cómo estrá mi familia? ¿Alguien quedó con vida?”
Con pesar le respondieron: “No hay entre nosotros nadie de tú familia”. Nos sorprendió que el chico no manifestase tristeza, al contrario, en su voz se oyó alivio: “Que bien. Que no veré como son llevados ante mis ojos a la cámara de gas”.
“¡¿Qué dices?!¡¿Qué cámara de gas?!. ¡Cuenta, cuenta todo, eres de nuestra ciudad!”
Habló con rapidez y fue difícil entenderlo.
“¡Judíos! ¡Mis hermanos queridos! Llegasteis a Auschwitz. Me apena contároslo, pero en breve os sacarán de los vagones. Os quitarán todo. Y os llevarán a las duchas. Allí es el fin. Gas. Muerte con gas. Y los cuerpos serán quemados. La vida no es nada. Mejor así que sufrir en este campo. Hoy tú, mañana yo, y así todos. ¡Quién llega aquí sólo sale de aquí camino de la chimenea!”[…]
…En el mismo momento sonó en mi cabeza sólo una frase: “¡Camino de la chimenea! ¡Solo camino de la chimenea!’
Las puerta de los vagones se abrieron con ruido.[…]
…¿Verdad, mamá? ¿Verdad que el gas no duele?, ¿que es una muerte muy rápida, incluso mejor que las alambradas eléctricas? […]»
«Tselinka, una niña que sobrevivió a Aushwitz»
Tzila Liberman
Nació en el año 1932 en la ciudad de Kielce en Polonia. Sobrevivió al gueto de Kielce. En 1944 Tzila y su familia fueron deportados al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau. Se salvó de las cámaras de gas y posteriormente trasladada a Ravensbruck, de donde fue liberada al final de la guerra. Tzila y su familia inmigraron a Israel.
“En esa condición estaba yo cuando vi por primera vez a la Cruz Roja llegar a las puertas del campo. La gente decía “La Cruz Roja, tal vez ésta es la salvación, que vean que hay aquí una niña, que aquí hay niños”. Me pusieron en primer lugar al lado de los alambres de púa, para que vean, que vean que hay niños aquí. Luego nos llevaron hacia unas mesas, estaban afuera, unas mesas puestas con pan, olía a pan, era un aroma maravilloso. La gente comenzó a robarlo, no recuerdo, creo que yo también lo robé al principio. Comenzamos a esconderlo, y las personas trajeron más pan nuevamente y dijeron: “No necesitáis robarlo”. Ellos lloraban de verdad ” No necesitáis robarlo, podréis recibir todo lo que queráis, sólo sentaos, comed”. Y nosotras nos sentamos a comer”.
Miriam Akavia
Nació en Cracovia en 1927. Cuando estalló la guerra Miriam tenía 12 años. Vivió en el gueto de su ciudad hasta ser deportada primero al campo de Plashov y luego a Auschwitz-Birkenau y a Bergen-Belsen, donde murió su madre. Fue liberada en abril de 1945 y trasladada a Suecia. Luego inmigró con su marido a Israel donde fundaron el kibutz Najsholim. Completó sus estudios de enfermera, trabajó en hospitales y clínicas y publicó varios libros.
“Yo estaba en un estupor total, en estado de desmayo. Aparentemente tenía una fiebre alta por el asunto de la garganta. Y en ese estado recuerdo vagamente aplausos repentinos. Entreabrí un ojo y vi gente con máscaras de gas, y aquéllos que tenían fuerzas los aclamaban. Y el primer pensamiento que me cruzó la cabeza fue qué pena, que llegaron tarde, que llegaron tarde, que de todos modos ya no se puede salvar nada. Todo el mundo está perdido, destruido. Todo el mundo que merece ser llamado mundo, desapareció. Y yo también digo que me voy, no era una pena que yo me sentía también como candidata a morir, pero era una pena, había una sensación de pena, es una pena que llegaron tarde, no por mí, sino por el mundo”.
Dov Freiberg
Nació en 1927 en Varsovia. En 1935 la familia se trasladó a la ciudad de Lodz. De allí Dov fue deportado con 15 años al campo de exterminio de Sobibor. Tras sobrevivir 17 meses, en 1943, tomó parte de la rebelión de los prisioneros, y logró escapar a los bosques. Dov es el único sobreviviente de su familia. Inmigró a Israel en el Éxodos. El barco fue capturado por los ingleses y sus pasajeros fueron devueltos a Alemania. Finalmente, Dov llegó a las costas de Israel en la nave Argentina el 10 de enero de 1948 al kibutz Mishmarot. Dov se unió a la Haganá y luego al ejército de Israel.
«Deberíamos haber saltado de alegría o algo así, pero estábamos algo perplejos, y no sabíamos qué hacer con nosotros mismos. Es decir, caímos el uno sobre el otro, nos besamos, sí, pero no, sabíamos que debíamos alegrarnos y nos alegramos y saltamos, pero eso no era alegría, había algo como un signo de pregunta, ¿ahora qué?”
Aharon Appelfeld
Nacido en Czernowitz, Rumanía, en 1932. Cuando tenía 8 años su madre fue asesinada por los nazis. Él y su padre fueron deportados a un campo de concentración de donde escapó con 10 años y vagó por los bosques de Ucrania hasta el final de la guerra. En 1946 emigró a Israel aún sin estudios. Hoy día es profesor de literatura en la universidad del Neguev y uno de los escritores más prestigiosos en lengua hebrea.
“Mi diario de 1946 un mosaico de palabras en varias lenguas, palabras que eran los gritos reprimidos de un muchacho de 14 años que había perdido todas las lenguas que hablaba y se había quedado sin ninguna. Sin idioma todo es caos, confusión y miedo. En aquel momento la mayoría de los niños a mi alrededor tartamudeaba, hablaba en voz alta o se comía las palabras. Sin lengua materna el ser humano es un inválido. Fui encerrándome en mí cada vez más. Mi primer año en Israel no significó para mí la salida al mundo sino un duro y progresivo retraimiento. Trabajábamos en el campo, estudiamos hebreo, la Biblia y poemas de Bialik. Los recuerdos de mi casa y los sonidos de su lengua fueron disipándose, pero el nuevo idioma no echaba raíces con facilidad. Lo que tenía, mis padres, mi hogar y mi lengua materna, lo había perdido para siempre y esa lengua que prometía ser mi lengua materna no era más que una madrastra
Por supuesto había otro dilema:mi lengua materna era el alemán, la lengua de los asesinos de mi madre. ¿Cómo volver a hablar en esa lengua impregnada en sangre judía?”
Shalom Eilati
Nació en Kovna, Lituania en 1933.En 1941, él y su familia fueron encarcelados en el ghetto.. En 1944, a iniciativa de su madre, escapó solo y sobrevivió.De toda su familia, sólo él y su padre sobrevivieron. En 1946 emigró a Eretz Israel y se educó en Tel Aviv y Tel Yosef, donde se convirtió en miembro de un kibbutz y doctor en ciencias agrícolas. Está casado y tiene tres hijos.
“Y a pesar de todo, ¿porque justamente marcharse a Israel? En mi entorno cercano esta pregunta nunca surgió, quedaba sobrentendido que iríamos hacia Israel. El sonido de las ruedas, alborotado, era inequívoco y decidido. Ya no hay más a quién esperar, no hay a donde volver”
Miriam Steiner
Sobrevivió a los campos de Auschwitz y Ravensbruck.
“Fue entonces cuando empezamos a comprender la gran pérdida… Comenzamos a entender que seguramente ni la abuela ni el abuelo, ni la gran mayoría de la familia, volvieron; solamente ese primo, y también su padre volvió después. Dijeron que nosotros no podíamos esperarlo, pero la verdad es que nosotros esperábamos todo el tiempo a papá. Y yo sólo quiero contar, que más de una vez yo miro como buscando… no a papá sino a mi hermano al que hasta ahora busco todo el tiempo, y ya sé que no es realista en modo alguno, y no es exactamente que busco, yo exploro con los ojos…”.
Sara Felguer Ziskind
Tras sobrevivir a los campos, cuenta así su vuelta a su ciudad natal.
“El apartamento que recibimos se encuentra al lado de la casa en la que viví con mis padres antes de la guerra. Cada vez que pasaba al lado del portón de nuestra casa cerraba los ojos, no tenía siquiera fuerza para mirarla. En el apartamento había tres cuartos. Se notaba que antes de la guerra era un apartamento de lujo, pero ahora estaba totalmente arruinado. Las puertas internas, entre los cuartos, no existían. Los cristales de las ventanas estaban rotos. Los marcos habían sido arrancados, al igual que muchas tablas del piso de madera. Cuatro camas de hierro, era todo el mobiliario del apartamento. Nos sentamos en las camas. Nadie pudo decir una palabra, por la angustia que nos invadía. Yo fui la primera en recuperarme. Dije que no debemos estar sumidas en la depresión, porque tienen razón las personas del comité, cuando nos explicaron que desde el punto de vista del transporte todavía no había ninguna posibilidad de que todos volvieran. Debemos agradecer el haber regresado temprano y que podremos recibir aquí a nuestros seres queridos. Propuse que comenzáramos a arreglarnos un poco. Estábamos hambrientas, y salimos a buscar una tienda de comestibles. Recordé que en el patio de la casa había una tienda, que pertenecía a judíos, todavía existía, pero en manos de polacos. Al lado de la caja registradora había algunas personas paradas en la cola, nos paramos detrás de ellos. Dos mujeres polacas que entraron después que nosotras, y todavía estaban paradas junto al mostrador, nos examinaron con las miradas, miradas hostiles. Y entonces oí lo que decían: “Mira, mira”, le dijo una a la otra, “algunos judíos asquerosos quedaron vivos. Y a nosotros nos dijeron que Hitler los había matado a todos”.
Irit Cooper
Emigró a Israel tras la guerra.
” Entramos al puerto de Haifa a las siete de la mañana. En los muelles había una gran cantidad de gente. ¿Realmente todas estas personas se molestaron en venir a esta hora tan temprana del día para vernos a nosotros, a los primeros niños que se salvaron del infierno nazi? Un mar de manos agita los pañuelos en nuestra dirección: ¿son realmente todos judíos? Las lágrimas ahogan mi garganta. Observé a mis amigos: algunos cantaban, algunos lloraban. En ese momento nos llamaron al centro de la cubierta para cantar “Hatikva”. Esa fue una “Hatikva” poderosa, y mi boca se llenó de un orgullo tal que nunca había sentido. Yo mismo no pude cantar porque me ahogaban las lágrimas. No somos más huérfanos”
Rajel Ben Jaím
Rajel Ben Jaím emigró hacia Israel en enero de 1946.
“Atravesamos las fronteras mediante múltiples estratagemas, por lo menos cuatro o cinco fronteras. Dos veces recibimos papeles falsos. Una frontera la atravesamos a pie. Yo cargaba al niño de alguien. Otra frontera en un tren de carga. Nos subieron a uno o dos vagones y los cerraron. El tren de carga vacío atravesó la frontera para traer mercancías, y nosotros estábamos dentro de los vagones. Éramos más de novecientos inmigrantes. Realmente nos arrojaron dentro del barco, el barco ancló frente a las playas de Israel y los ingleses nos descubrieron. Nos rodearon barcos de guerra, y entonces sucedió algo que no puedo olvidar a pesar de que ya pasaron cuarenta y siete años. Anclamos e izamos la bandera de Israel en el mástil, bien, bien alto. Creo que anclamos en mar abierto. Teníamos la sensación de que todo el pueblo de Israel estaba de pie en los muelles de Haifa, porque el muelle estaba lleno. Un hecho así no puede olvidarse, y fue ese hecho el que nos ayudó a superar muchas, muchas dificultades”.