Pesaj, matsá y maror
De acuerdo a Rabbán Gamliel hay 3 conceptos que deben mencionarse en el Seder para cumplir con la mínima obligación de transmitir a nuestros hijos la historia de Pésaj: Pésaj, matsá y maror, que se relacionan entre sí.
Pésaj, es lo que HaShem hizo por nosotros.
Matsá, es lo que hicimos nosotros, ‘am Israel, para merecer nuestra libertad.
Maror es lo que nos hicieron los egipcios.
De esta manera, estos 3 conceptos apuntan al rol de los 3 protagonistas de la historia de Pésaj.
PESAJ
En el colegio judío aprendemos que cuando HaShem castigó a los egipcios con la décima plaga, la muerte de los primogénitos, se «saltaron» las casas de los yehudím, y así ningún primogénito judío murió.
La festividad de Pésaj, sería entonces «La festividad del salteo Divino» o algo así… En inglés el término es más claro: «Passover» (passed-over): «HaShem pasó por encima de las casas judías». Este nombre para la festividad de Pésaj está basado en la interpretación de la palabra «pasaj», como «saltear» (poseaj, pose’a, etc.).
Ahora bien, el Targum Onquelós, y el Rab Abraham Eben Ezra entre otros, tienen una interpretación diferente del significado de la palabra Pésaj. El Tragum traduce el verbo «pesaj» en Shemot 12:23, 12:27, חייס , חס que no significa saltear sino más bien: «cuidar», «proteger». Este verbo se aplica más que nada cuando se trata de cuidar a alguien (o algo, como אדם חס על ממונו) que nos importa, o a quien queremos.
Así también lo explica Eben Ezra en su comentario a la palabra «Pésaj» (12:27): “… como HaShem tuvo compasión por los primogénitos judíos, se llama a esta fiesta Pésaj», y cita un versículo de Yeshayahu 31:5 donde «pasoaj» es sinónimo de cuidar, salvar, proteger.
De manera que más que saltar «Pésaj» significa «cuidar proteger». Y en realidad, hay pocas ideas más importantes en el judaísmo que la protección «especial» y «particular» que HaShem brinda al pueblo de Israel. Este concepto de por sí debemos profundizarlo en el Seder de Pésaj.
Una pequeña ayuda para entender la idea de «Protección Divina» en el contexto original de Pésaj. En Shemot 12:23 se anuncia lo que sucederá en la noche del 15 de Nisán, cuando HaShem envía la décima plaga: «Y cuando HaShem pase para herir de muerte a los [primogénitos] egipcios, y vea la sangre en el dintel y en las jambas de la puerta, HaShem protegerá esa casa, y no permitirá que el agente de destrucción [המשחית =la plaga mortal] ingrese en las sus casas y los mate».
Lo que nos puede confundir aquí es el uso de «HaShem» como sujeto de la acción de «pasar por Egipto y herir a sus primogénitos«, y como sujeto de la próxima oración «HaShem protegerá las puertas de las casas de los judíos». ¿Cómo es posible que sea HaShem el que mata y el que protege? Para evitar nuestra confusión, la segunda parte de este versículo aclara: “HaShem protegerá esa casa, y no permitirá que el agente de destrucción”, es decir, la décima plaga, ingrese y lleve la muerte a las casas judías. En realidad es todo una cuestión de «atribución»: Dios envía la muerte a los egipcios, directamente, sin ninguna mediación de Moshé, de animales, o granizo, etc. Y es directamente HaShem Quien protege las casas judas contra los efectos de esa plaga.
A lo largo de la Torá tenemos numerosos ejemplos de «agentes de HaShem» que realizan la misión de HaShem, pero el resultado de esa misión se atribuye a Dios mismo, y no a sus emisarios (humanos o no). Uno de los mejores ejemplos de esta «atribución intercambiable» es la historia de los ángeles enviados por HaShem para destruir Sodoma y Gomorra. Los ángeles anuncian explícitamente a Lot: «Porque nosotros vamos a destruir este lugar… Dios nos ha enviado para destruirlo». Más adelante, sin embargo, la destrucción de las dos ciudades se atribuye exclusivamente a HaShem mismo, y no se mencionan a los ángeles de nuevo.
En el caso de Pésaj, esa plaga es un agente inanimado, como una enfermedad o una epidemia, que una vez que se propaga no discrimina a quién afecta y a quién no. Allí está entonces el «milagro» de Pésaj: que cuando HaShem desató la plaga que hacía que todos los primogénitos murieran, Él brindó una protección especial a los primogénitos yehudím.
Según esta interpretación, Pésaj es la festividad que nos recuerda una idea fundamental y cardinal en el judaísmo: que el pueblo de Israel goza de una protección Divina «sobrenatural», que comenzó en Egipto, pero que siguió a través de siglos, y que todavía nos acompaña.
Es por eso que la noche de Pésaj tiene un segundo nombre, que se relaciona íntimamente con esta interpretación del nombre Pésaj: la noche del Seder se llama en la Torá «LEL SHIMURIM» la noche en la que celebramos la protección de HaShem hacia Am Israel.
MATSÁ
La matsa representa lo que el pueblo judío hizo para merecer su libertad. Los procesos de cambios socioculturales suelen llevar muchos años, décadas y hasta siglos. En el caso del pueblo judío TODO ocurrió en unas pocas horas. HaShem ordenó a los yehudím que tomaran una oveja y la mantuvieran con ellos hasta el día 14 de Nisán (víspera de Pésaj). Hay que recordar que los egipcios adoraban a muchísimos animales, ya que para ellos los animales encarnaban los poderes de sus dioses. El cocodrilo o el hipopótamo, por ejemplo, eran adorados como seres sagrados por encarnar la fuerza y la ferocidad. Las ovejas, especialmente los machos conocidos en español como «carneros», simbolizaban la virilidad y el poder de la procreación. Los yehudím se enfrentaba ahora a un gran desafío: debían tomar uno de esos carneros, mientras esperaban las órdenes de HaShem de sacrificarlo. El pueblo de Israel, al tomar y sacrificar el carnero, demostraría que podía «liberarse» de la cultura idólatra. Recuerden que los yehudím vivimos inmersos en esa sociedad por muchas generaciones y estuvimos expuestos a todo tipo de supersticiones y fetichismo, propios de la ‘abodá zará (idolatría). El 14 de Nisan, HaShem ordenó a los yehudím sacrificar el carnero, exponer su sangre en las puertas, asarlo y comerlo. Hay que imaginar la dificultad sicológica de sacrificar y comer, un animal que sus amos consideraban un dios. Recordemos que los esclavos naturalmente temen a sus amos, y cuánto más deberían haber temido a los «amos de sus amos», ¡a los animales que sus amos consideraban dioses! HaShem quería que los yehudím «merecieran» su libertad, demostrando que ya no eran esclavos del pensamiento idolatra, y que ellos ya entendían que los dioses egipcios eran falsos: productos de la imaginación humana, la superstición y la manipulación de los líderes de la idolatría. Los yehudím no dudamos, y en una sola noche, en un tiempo inferior al que le lleva la masa del pan fermentar, desenmascaramos la idolatría, nos liberamos de ella, la dejamos atrás y nos entregarnos en las manos de Boré Olam (Creador de todo).
También podríamos haber demorado la partida, ya que íbamos a dejar una tierra que aunque no era ideal, era lo familiar y encaminarnos hacia lo desconocido representaba un gran riesgo e incertidumbre.
Y no solamente no demoramos la partida sino que nos apresuramos a partir. Salimos con tanto entusiasmo que no nos importó que no íbamos a comer pan… La matsá nos recuerda que todo fue “bejipazon”, aceleradamente: en un mismo día nos liberamos de Egipto y de sus dioses y nos entregamos en las manos de Boré Olam.
El profeta Yirmiyhau recuerda este gran mérito de Am Israel, cuando dice (en nombre de haShem): “Recuerdo tu mérito de joven, tu amor [incondicional por Mi]: cuando fuiste capaz de seguirme hasta el desierto, a una tierra seca [sin agua, y sin más comida que la matsá]» (Jeremiah 2:2).
MAROR
Como ya lo explicamos, el Maror nos recuerda la forma en la que los egipcios nos maltrataron, nos demonizaron y nos hicieron sufrir. Rabban Gamliel nos dice que no debemos privar a nuestros hijos de esta dolorosa información. De alguna manera deben saber que nuestro destino como pueblo elegido implica estar expuesto a la demonización y la persecución de los pueblos.
Hay otra razón adicional, muy importante, por la cual debemos preservar la memoria de nuestro sufrimiento. La Torá nos enseña a canalizar positivamente la memoria del dolor y la opresión que nuestros padres sufrieron en Egipto. ¿Cómo? Haciendo todo lo posible para que otra gente NO sufra. Preocupándonos por el que tiene menos y recordando que no debemos oprimir al débil, o a quién trabaja para nosotros. Así dice la Torá: «Y amarás [=te preocuparás por, te ocuparás de] el extranjero [=el desprotegido, la persona que puede ser abusada], porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto». Y como experimentamos en carne propia lo que se sufre cuando uno es abusado, estamos capacitados mejor que aquellos que no sufrieron, para evitar que otros pasen humillación, pobreza, hambre. Mientras que muchos que pasan penurias piensan en la venganza, nosotros enseñamos a nuestros hijos a preservar la memoria de nuestra aflicción y canalizarla, haciendo todo lo posible para evitar que otros sufran lo que nosotros sufrimos.
autor: Rabbi Yosef Bitton