PARASHAT VAIKRÁ: pensar un libro dedicado al ritual

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Les presento el libro de Vaikrá. Un género extraño, diferente a la sucesión histórica de hechos que dieron origen a la humanidad y a nuestro pueblo.

Un alto en el camino para profundizar un acto, un gesto relacional como lo es el ritual

El interés que despierta la lectura de Levítico es más que histórico. Requiere de un esfuerzo por entender las necesidades de las prácticas religiosas en los tiempos antiguos, pero también no interroga- aún sin proponérselo sobre nuestras propias prácticas.

Ismar Schorsch, Chancellor Emeritus en el Jewish Theological Seminary escribió: «El ritual es la forma de dar voz a los valores últimos”.

Me gusta esta primera aproximación. El ritual es una voz, un lenguaje que dice de un valor superior. Y con esto, podemos decir que la minuciosidad en el cumplimento del ritual tiene que ver con la importancia del valor que éste sostiene. No se acaba en un detalle, en una medida, en un horario… es un modo de moldear una virtud que le suman sentido, profundidad y dignidad a nuestras vidas.

Quizás necesitemos recurrir al nombre del libro en hebreo. “Vaikrá”- que significa: “Y llamó”.

El tercer libro de la Torá, el que está en el corazón de los cinco libros que la componen, es el libro del “llamado”. Somos llamados a leer y entender, con los códigos que vivimos hoy en día, el significado profundo de una práctica que cambió de forma, pero que debe mantener su esencia. Es un libro que nos invita a registrar “a qué somos llamados” cuando lo que nos convoca es la fe.

En su esencia, el libro de Vaikrá va a detallar las diferentes prácticas que tienen que ver con los korbanot- las ofrendas para cada ocasión:

Hay diferentes interpretaciones respecto de este ritual:

Maimónides, filósofo, médico, rabino español, siglo XII, propone en su Guía de los Perplejos, que muchos fenómenos en la Torá están basados en el principio de que un cambio abrupto inmediato en el comportamiento humano es imposible. Una persona– dice Maimónides, no puede simplemente cambiar de rumbo de un extremo a otro, inmediatamente.

Dios no puede esperar de los israelitas, criados en un ambiente idólatra, repletos de ritos sacrificiales, que rechacen totalmente los rituales que han visto siempre como el modo de comunión con la divinidad. Por tanto, le ordena a su pueblo a santificar lo profano al adaptar aspectos que se mantuvieron en el ritual de sacrificios, incorporándolos al Mishkan, el Santuario en el desierto. Desde esta perspectiva los korbanot emergen como una concesión divina a las necesidades humanas.

Rab Saadia haGaon un prominente rabino, filósofo y exégeta nacido en Egipto, del siglo IX, sostiene que el ritual sacrificial le permite a los israelitas demostrar la profundidad de su dedicación a Dios al ofrecer lo mejor de sus posesiones.

Por su parte en el Sefer Hajinuj, una obra de la Edad Media que analiza cada una de las 613 mitzvot, sostiene que los sentimientos y los pensamientos de una persona, en gran medida, son determinados por sus acciones concretas. Un error no se enmienda simbólicamente. Debe haber un esfuerzo real, una participación activa en cada paso del ritual que lo ayuden a tomar conciencia de la dimensión de su error para aprender de él y evitar caer en el en un futuro.

Y el Maharal de Praga, destacado talmudista, místico judío y filósofo que sirvió como rabino en la ciudad de Praga en el siglo XVI, percibe que el ritual del sacrificio es una reflexión fundamental acerca de la grandeza de Dios respecto de nuestra pequeñez.

Si resumimos la visión que tienen nuestros sabios respecto de la temática de este libro diríamos que las ofrendas, como ritual son:

Una necesidad de transicionar de una ritualidad a la otra.

Una necesidad de dar lo mejor como acercamiento a lo divino.

Acciones concretas que materializan un sentimiento.

Una dimensión de humildad, frente a la grandeza de Dios y nuestra pequeñez.

El riesgo de sujetarse a lo concreto, como si fuera un fin último ya fue advertido por los profetas mismos:

“¿Se complace tanto el Eterno en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra del Eterno sea obedecida?  Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros.” Shemuel I (Samuel I) 15:22

Escucho decir al primer profeta, Shmuel; – no se puede “no prestar atención”, no ser sensible a lo que ves, a lo que haces, lo que dices, lo que sucede a tu alrededor. El sebo del carnero no es suficiente, si quien lo ofrenda, no está atento.

Tomad con vosotros palabras y volved al Eterno. Decidle: Quita toda la iniquidad y acéptanos con benevolencia; en lugar de vacunos te ofrecemos [el fruto de] nuestros labios.” Hoshea (Óseas) 14:3

La buena palabra no puede ser reemplazada por ningún sacrificio, aunque pese una tonelada. No hay ritos que nos absuelvan de ser cuidadosos con nuestros “decires”, con nuestra escucha y nuestros silencios a tiempo. Ahora, si el culto nos moldea la conciencia sobre las palabras que diremos luego de la “ofrenda” pues habremos cumplido con su objetivo, pero no creamos que por cumplir tal o cual ritual estaremos exentos de la obligación religiosa más excelsa, la de cuidar nuestras palabras y actitudes “fuera del altar”, fuera de las sinagogas, fuera de las comunidades. Allí donde nadie nos ve, se pone en juego nuestra verdadera religiosidad.

Entonces llegamos a una reflexión para nuestros días respecto de la vigencia- o no- del libro de Vaikrá y del lenguaje de la ritualidad en general:

Que lo dejemos de lado por anacrónico.

Que nos fascinemos con un manual ritual y nos quedemos estancados allí.

Que nos convenzamos que los fanatismos religiosos tienen más efecto que las corrientes que vuelven a leer las fuentes con los anteojos de la ética y la santidad del prójimo.

Por eso en el centro mismo del libro de los sacrificios aparece su verdadera perspectiva: “Ama a tu prójimo como a ti mismo, yo Dios.” Vaikrá 19:18

Si nuestras prácticas desembocan en el corazón de este libro, entonces habremos comprendido su mensaje.

El libro de Vaikrá nos llama a hablar el mismo lenguaje, para encontrarnos los unos con los otros.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.