En el judaísmo existió siempre la idea de muerte, de que el hombre no es inmortal «… de la tierra vienes y a la tierra retornarás…». De aquí que a los muertos se los entierre en cementerios judíos. Tradicionalmente está prohibida la cremación o la incineración de los restos mortales.

Existen leyes y costumbres que tienen que ver con la observancia del duelo. La tristeza y dolor por la muerte de un familiar directo (padre o madre, esposa o esposo, hijo o hija, hermano o hermana, tíos, abuelos) es expresada en oraciones y costumbres especiales que se guardan en época de duelo.

La costumbre de guardar duelo por familiares directos y cercanos nos remonta a tiempos de los patriarcas. Génesis (Breshit) XXIV nos relata cómo Abraham se levantó de su duelo al morir su esposa Sara y fue a ocuparse de conseguir un lugar donde enterrarla. Fue a ver a Efrón Tzohar Hajiti para que le vendiera una «Meará» (cueva que será luego el panteón de los patriarcas en la ciudad de Hebrón). Se relata cómo el patriarca Abraham se ocupó de todo lo concerniente al funeral de su esposa y cuánto pagó por esa Meará. Así, el primer patriarca del pueblo judío señaló a sus descendientes la forma de actuar cuando sucede la muerte de un familiar directo.

Cuando los judíos llegan a cualquier lugar de la diáspora, una de sus primeras preocupaciones en la organización de la vida comunitaria es la «Jevrá Kedushá», asegurar un lugar digno para enterrar a sus muertos. Se suele buscar un lugar cercano al núcleo de población para el cementerio judío. La característica de los enterramientos judíos vienen establecidos en la ley que establece la «tahará», purificación del cuerpo mediante el lavado. Después se le envuelve en una mortaja blanca, llamada «Tajrijim». Muchos judíos se preocupan en vida por conseguir un poco de tierra de Israel para que, en caso de morir en la diáspora, ésta sea colocada debajo de su cabeza o sobre los ojos, en la tumba, en la cual se les entierra directamente, con el cuerpo orientado hacia Jerusalém. En los países donde su legislación prohibe este tipo de enterramiento, se mete el cadáver en una caja de pino lisa. En los cementerios judíos no se hacen monumentos funerarios y solo se pone en el lugar del enterramiento una losa, llamada «Matzevá».

Una vez efectuado el enterramiento, la familia vuelve a casa para guardar el duelo. La Torá relata el duelo de Iaacob cuando cree que su amado hijo Iosef (José) fue despedazado, o el duelo de todo el pueblo cuando mueren Aarón el sacerdote y Moisés en el desierto, rumbo a la tierra prometida. El doliente se rasgaba las vestiduras, se sentaba en el suelo y ponía ceniza sobre su cabeza. También muchos no se calzaban en el período de la «Shivá» (los siete primeros días de duelo). Había personas que ayunaban el día de la muerte del ser querido. En la época talmúdica se guardaban casi las mismas costumbres antiguas, de lo que tenemos descripciones detalladas en distintos pasajes talmúdicos. Actualmente y según lo establece la Torá, es un deber guardar «Shiva» (duelo) por un padre o madre, hermana o hermano, hijo o hija y esposo o esposa.

Durante la Shivá el doliente acostumbra a estar en la casa sentado en el suelo o en bancos bajos, sin afeitarse ni perfumarse. La primer comida es servida al doliente por sus vecinos o personas cercanas, dado que se entiende que en su dolor no se va a ocupar de cocinar. Tampoco se pone los tefilín (filacterias) el primer día de duelo, ni se estudia la Torá en los días de la Shivá. La primera semana de duelo, cuando se está en Shivá, no se estrena ningún traje ni vestido, permaneciendo en casa, a la que acuden los amigos a completar el Minian (10 personas) para recitar las oraciones, recitar el Kadish y acompañar a los dolientes. Lo que caracteriza a este período de duelo es el silencio, el hablar poco. No se escucha música ni se enciende la televisión.

La plegaria especial de recordación a los fallecidos es el «Kadish», aceptación del doliente de los designios divinos que termina diciendo «… el que hace la paz en las alturas nos dará la paz a nosotros…» Esta plegaria, escrita en arameo, es recitada por los familiares directos, hijos, padres, hermanos y esposos. Recitada durante 12 meses significa la aceptación del veredicto divino de haber llevado a la muerte (morada eterna) al familiar, aceptando así lo que Job nos enseña: «Dios dio y Dios quitó, bendito sea su nombre». Algunos extienden este periodo de 8 días a 30, llamados «Schloshim», a cuyo término se suele ir al cementerio y realizar una ceremonia de recuerdo en homenaje al muerto. El máximo período de duelo es de un año.

Después del mes de duelo ya se puede levantar una «Matzevá», piedra- monumento en homenaje al fallecido. Es costumbre generalizada realizar este homenaje al año del fallecimiento llamado «Iortzait», día en que se conmemora la muerte del familiar encendiendo una vela en señal de recuerdo.

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