Es el pacto de pertenencia que cumple todo judío varón a los ocho días de su nacimiento. Es uno de los preceptos más antiguos, remontándose a los tiempos bíblicos, aún antes de recibir el pueblo judío la Torá. Consiste en cortar el prepucio del miembro viril, como está escrito en el primer libro de la Torá (Génesis cap. XVII, vers. 9 al 14) «… y dijo D’os a Abraham: Y tú cuidaras mi pacto. Tú y las generaciones venideras. Éste es el pacto que cuidarán (cumplirán). Será circuncidado todo varón y será la señal de mi pacto entre vosotros y vuestro Dios. A los ocho días será circuncidado todo varón, y estará mi pacto en vuestra carne como pacto eterno…»

El hecho de no cumplir con este precepto se ve como una grave transgresión. Ya en la antigüedad era visto el «Arel» (no circunciso) como una vergüenza para Israel. Josué circuncida al pueblo antes de la entrada y conquista de Israel (Josué V-5-6-7) después del éxodo en el desierto. El profeta Isaías exclama en una de sus profecías de consuelo, hablando sobre Jerusalén, que «… no vendrán a ti ni el incircunciso ni el impuro».

El día de la circuncisión es un día festivo para la familia. Se recitan bendiciones y es motivo de festejo. Se lo recibe con el tradicional «baruj habá» («bienvenido») y se dice «… así como entra al pacto de Abraham, así entrará al estudio de la Torá, a la Jupá  y a las buenas acciones».

La ceremonia de Brith Milá se puede hacer también aunque no haya minian (diez hombres que es la cifra mínima para realizar los rezos de forma comunal). El nombre completo de este precepto es «entrar en el pacto del patriarca Abraham, por ser el primero en cumplirlo». El Mohel, persona específicamente formada para ello, realiza la circuncisión, se le pone el nombre al niño y se recita la bendición: «… Dios nuestro y de nuestros padres haz vivir a este niño para su madre y su padre, y se llamará……»

Este precepto ha sido cumplido por el pueblo judío aún en los peores momentos de su existencia. Muchas veces se prohibió a los judíos practicarlo y muchos pagaron hasta con sus vidas por hacerlo. Aún en las condiciones infrahumanas de los días del holocausto, el judío trató de cumplir con este precepto que es uno de los tres grandes pactos del pueblo judío con Dios.