PARASHAT VAIESHEV: Historias difíciles

Esta serie de parshiot que se inaugura con Vaieshev va a llevarnos por la dramática de vida de Iosef y sus hermanos. Cada capítulo presenta nuevas dificultades, historias difíciles de elaborar porque hablan de subjetividades entrampadas en dinámicas familiares mal resueltas.

Iosef es marcadamente el preferido de su padre delante de sus hermanos. Ellos se celan. Él se aprovecha de esas preferencias y se muestra superior a ellos, sin tapujos. Sus actitudes y relatos les despiertan a sus hermanos, un profundo odio.

Shimón y Levi, dos de ellos, planean matarlo, pero Reuvén sugiere, a cambio, arrojarlo en un pozo, con la intención de volver más tarde y salvarlo. Mientras Iosef está en el pozo, Iehuda lo vende a una caravana de Ishmaelitas. Los hermanos manchan la túnica especial que vestía sólo Iosef con sangre de un cabrito y se lo muestran a su padre, haciéndole pensar que su más querido hijo fue devorado por una bestia salvaje.

La parashá sigue con relatos traumáticos, pero vamos a ver a Iosef en el pozo.

Dos hermanos quieren matarlo directamente y un tercero, Reuvén intercede y negocia un castigo menor: tirarlo a un pozo. No hacía falta matarlo para que aprenda la lección.

Rashi nos va a decir que la intención de Reuvén era salvar a Iosef para regresarlo a su padre.

Entonces ¿cómo fue que otro hermano lo vende a una caravana de ishmaelitas? ¿Dónde estaba Reuvén en esta escena?

De hecho sabemos que no estaba allí cerca del pozo porque la Torá dice:

Cuando Reuvén volvió al pozo, he aquí, Iosef no estaba en el pozo; entonces rasgó sus vestidos. Y volvió a sus hermanos y les dijo: El muchacho no está allí; y yo, ¿adónde iré?” Bereshit 37: 29-30

Él, que lo había salvado del asesinato, de pronto está ausente en el momento de la venta… ¿qué era lo importante que debía hacer en ese momento?

Rashi nos vuelve a ayudar a responder esta respuesta y trae dos explicaciones:

Una: Reuvén no estaba allí porque los hermanos se turnaban para volver a su casa y cuidar del padre.

La segunda: Reuvén se alejó para hacer teshuvá, ayunando y vistiendo un saco (a la manera del duelo) para reflexionar por un episodio con el que concluye la parashá pasada en el que tiene relaciones con Bilhá, la concubina de su padre.

Muchos comentaristas responsabilizan a Reuvén finalmente, por el destino tortuoso de Iosef. Iosef es vendido como esclavo, termina en la cárcel. Reuvén fue a hacer teshuvá para redimirse a sí mismo, cuando un hermano suyo estaba en el pozo.

A todos nos pasa algo inquietante con el símbolo del pozo. Sobre el que se han escrito múltiples interpretaciones. No es cualquier lugar. Un hermano está en el pozo. Solo. El pozo, para las mitologías alude al reino inferior y el acceso al mundo de los muertos. Psicológicamente, el pozo se relaciona con lo inconsciente, lo oculto, lo que se esconde y es inaccesible para la vida cotidiana.

¿Quién no ha tenido alguna vez la sensación de haber caído en un pozo?

Lo que también sabemos es que del pozo no se sale solo. Y Reuvén era la persona que debía haberlo sacado de allí, una vez que los salvara de las garras de sus hermanos.

Pero no. Priorizó su necesidad de liberarse de la culpa de haber pecado acostándose con la concubina de su padre, ante la desesperación que debería haber sentido su hermano, dentro del pozo.

Luego retorna y se rasga las vestiduras. Tarde. Ninguna señal de duelo reemplaza la responsabilidad por hacerse cargo del otro, en el momento en el que el otro lo necesita.

Cuántas veces ponemos como excusas que tenemos mucho por ocuparnos de nosotros mismos por lo tanto no nos podemos hacer cargo de otros.

Hay circunstancias que nos obligan a no priorizarnos. A no ponernos de escudos protectores ante nuestra responsabilidad por el otro, sobre todo cuando sabemos que solo no podrá salir de ese pozo.

Cuántas veces ponemos excusas acerca de nuestros gastos, para no darle una mano a quien se está ahogando económicamente. Cuántas veces anteponemos nuestras obligaciones sociales y argumentamos que no tenemos tiempo de ir a visitar a nuestros mayores; aquellos que quizás esperan una semana entera para ser mirados por alguien de su familia.

Cuántas veces agrandamos nuestras propias necesidades para excusarnos de ver a los que realmente están necesitando de nuestra ayuda y presencia.

Cuántas veces somos Reuvén. Cuántas veces somos Iosef.

Al volver ser lamentó y rasgó sus vestiduras. Era tarde.

Iosef ya no estaba. Fue vendido, esclavizado, y la historia devino en 400 años de opresión y tortura.

Una presencia a tiempo hubiera modificado la historia.