Moshé sigue con su extenso discurso con el que recorre cada paso de la historia vivida en el desierto y con el que comienza a construir la memoria de este pueblo. En esta parashá en particular vuelve a los sucesos del monte Sinaí y a la recepción de los diez mandamientos. Una vez mencionados éstos, encontramos la siguiente frase:
וְעָשִׂיתָ הַיָּשָׁר וְהַטּוֹב, בְּעֵינֵי יְהוָה
“Y harás lo recto y bueno ante los ojos de Adonai” Devarim 6:18
Muchas veces, durante esta parashá Moshé enfatiza la importancia de cumplir con los mandamientos de Dios y luego, promediando nuestro texto leemos este versículo: “Y harás lo recto y bueno ante los ojos de Adonai”.
A simple vista una podría preguntarse qué agrega este versículo dado que todas las leyes mencionadas hasta ahora se supone que son lo bueno y lo recto a los ojos de Dios. ¿Qué hay detrás de esta aparente redundancia? ¿Habrá algo que no fue explicitado?
Nuestros maestros, como Rashi y Najmánides, entienden que además del cumplimiento estricto de la ley, aquí se habla de otra dimensión del comportamiento humano que es lo que en nuestra tradición se llama hacer las cosas “lifnim mishurat hadin”, es decir, más allá de la letra de la ley. Hay “dura lex”, es decir ley escrita, comprobable y punible, en caso de no ser cumplida, pero hay mucho más escrito “entre líneas”, aquello que denota el espíritu de la ley, en donde lo que actúa no es el temor por el castigo sino la propia voluntad de vivir bien y hacer el bien.
No siempre lo correcto es lo mejor. ¿Verdad? No siempre hacer lo que se debe supone agotar todas las posibilidades de hacer lo bueno Pensemos en nuestras obligaciones para con nuestros hijos, nuestros viejos, nuestros vecinos… Muchas veces, cuando no estamos obligados legalmente, nos desentendemos de tantas acciones que podrían aportar lo mejor de nosotros y hacer el bien a otros. Entonces ahora entendemos por qué la Torá nos dice “ante los ojos de Dios”, porque nadie más que nosotros y Él, sabremos de estas actitudes que tienen recompensas espirituales, que no se ven, en muchas ocasiones, que nadie nos las pide pero que son tan importantes. Hacer lo bueno sale de nosotros, nadie externamente puede imponerlo.
Entre tantas razones por las cuales nuestra tradición intenta comprender por qué el Templo de Jerusalem fue destruido, el Talmud nos explica que sus habitantes no se comportaban “lifnim mishurat hadin”, no hacían nada más allá de la estricta letra de la ley, lo que hoy podríamos llamar un comportamiento ético, ése que no está escrito en ninguna constitución pero que es imprescindible a la hora de “constituirnos” como pueblo, como sociedad, como humanos.
Quizás por eso parashat Vaetjanán se lea siempre en este Shabat, Shabat Najamú, el Shabat del consuelo, que sigue a Tishá BeAv. Porque el consuelo no es legislable, sino que debe provenir de nuestra más sincera voluntad de estar bien, de hacer el bien, de acompañar al que lo necesita, de buscar en nuestras almas palabras de sostén.
En la misma parashá aparece el siguiente versículo:
דַעְתָּ הַיּוֹם, וַהֲשֵׁבֹתָ אֶל-לְבָבֶךָ, כִּי יְהוָה הוּא הָאֱלֹהִים, בַּשָּׁמַיִם מִמַּעַל וְעַל-הָאָרֶץ מִתָּחַת: אֵין, עוֹד
“Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Adonai es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.” Devarim 4:39
Y la pregunta que nos hacemos es por qué esta repetición: aprender y reflexionar acerca del lugar de Dios en la historia. Y podríamos adherir a lo que nuestros maestros enseñan que «aprende hoy» » y reflexiona en tu corazón » son dos etapas diferentes en un proceso.
No es suficiente saber, sino que este conocimiento debe ser tamizado por la reflexión del corazón, por la asunción de un compromiso espiritual con esta información. A veces, el saber no nos lleva más que a un ejercicio racional, de acumulación de cierto contenido. Para que este dato se transforme en una acción, en una virtud de nuestro hacer, es necesario agregarle esa porción de internalización, de decisión profunda acerca de nuestro lugar en el mundo, en la historia, en la vida de nuestras familias.
Ojalá que no perdamos esa capacidad sensible de ver y hacer más allá de lo que la legalidad nos indica. Es allí donde nuestras verdaderas capacidades humanas se ponen en juego.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.