Parashat Tetzave sigue profundizando en los aspectos del Mishkán y la función de los kohanim- los sacerdotes, funcionarios a cargo del Santuario. Y como toda esta saga del libro de Shemot, lo que se resaltan son los detalles a extremo de cada una de sus especificidades.
Era novedoso para la vida de quienes habían vivido como esclavos tanto tiempo, comenzar una vida regulada alrededor de rituales y culto. Era absolutamente nuevo también contar con la presencia de líderes que conduzcan el nuevo lenguaje que los acercaría al Eterno.
Entonces, la función de los kohanim debía traducirse en su apariencia; tema que desarrolla nuestra parashá.
El kohen debía vestir una túnica, unos pantalones, un turbante, un cinturón, un pectoral, un efod (como un sobre vestido), una bata, y un tzit (una cinta que se ponía sobre la frente).
Nos resulta extraño y mucho más cuando buscamos en libros o en internet, grabados que traducen estas ropas en una imagen concreta. Pareciera que no tiene que ver con nosotros.
Con las generaciones, nuestros maestros explicaron el mensaje de sentido de cada una de las prendas: la túnica advierte sobre los actos de derramamiento de sangre (recordando a la túnica de Iosef manchada por la sangre de un animal), los pantalones aluden al pudor sexual, el turbante señala el peligro de la arrogancia, el cinturón, que se colocaba a la altura del corazón, indicaba la importancia de los buenos sentimientos, la bata con sus campanas representa la voz de la maledicencia (lashón hará)…
Una linda interpretación la dan acerca de la palabra begued- בגד, prenda- vestido, porque la raíz de esta palabra es la misma que la palabra beguidá- בגידה, traición, como alentando al pueblo de Israel a no traicionar ni con sus pensamientos, ni actitudes, ni sentimientos el vínculo con Dios.
Esto pareciera quedar en el orden de lo simbólico y hasta con ciertas reminiscencias antropológicas si lo dejáramos acá. Como un dato de color de una práctica abolida por una nueva visión de la fe y el vínculo con lo divino.
Sin embargo, algo de esta práctica no caducó: el poner fuera de uno la responsabilidad por lo correcto.
Nos hemos acostumbrado a desembarazarnos de lo que nos corresponde buscando al kohen de turno que con sus ropajes encarna lo que nosotros no haremos. Y entonces responsabilizamos a los demás por no hacer, por no cumplir. Hemos seleccionados a los que tienen que encarnar la corrección, el bien, la moral y allí nos quedamos, mirando sus vestimentas que ya no nos comprometen a nosotros sino sólo al que las viste.
Nos hemos des-investido y vamos desnudos, creyendo que otros son los que tienen que cumplir por nosotros. Y la corrección- sí, la corrección (porque sigo creyendo que no todo da lo mismo y que hay actitudes que son correctas y otras no) no se terceriza ni se traslada.
Ya en la Torá, Dios nos dice que somos mamlejet kohanim, una nación de sacerdotes y no exactamente porque debamos volver a los rituales sacrificiales, sino porque todos tenemos que tener la conciencia de hacernos cargo de nuestras palabras, pensamientos, emociones, acciones, decisiones. Estemos vestidos a la usanza bíblica o no.
La santidad de la vida nos convoca a cada uno, todo el tiempo.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.