PARASHAT SHOFETÍM: De la rotura a la redención

כִּי-תָצוּר אֶל-עִיר יָמִים רַבִּים לְהִלָּחֵם עָלֶיהָ לְתָפְשָׂהּ, לֹא-תַשְׁחִית אֶת-עֵצָהּ לִנְדֹּחַ עָלָיו גַּרְזֶן–כִּי מִמֶּנּוּ תֹאכֵל, וְאֹתוֹ לֹא תִכְרֹת: כִּי הָאָדָם עֵץ הַשָּׂדֶה, לָבֹא מִפָּנֶיךָ בַּמָּצוֹר. רַק עֵץ אֲשֶׁר-תֵּדַע, כִּי-לֹא-עֵץ מַאֲכָל הוּא–אֹתוֹ תַשְׁחִית, וְכָרָתָּ; וּבָנִיתָ מָצוֹר, עַל-הָעִיר אֲשֶׁר-הִוא עֹשָׂה עִמְּךָ מִלְחָמָה–עַד רִדְתָּהּ.

“Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás (“lo tashjit”) sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio. Mas el árbol que sepas que no lleva fruto, podrás destruirlo y talarlo, para construir una defensa contra la ciudad que te hace la guerra, hasta sojuzgarla.”

Devarim 20:19-20

Se imaginarán que no elegí este pasaje para ponderar la defensa en las guerras ni acordar con el sojuzgamiento de ninguna tierra ni ninguna población. Seleccioné este pasaje para pensar juntos un principio importantísimo de nuestra tradición que emerge de este texto. Quiero hablarles de lo que comúnmente se conoce como la mitzvá del “bal tashjit”, “no destruirás”, como está traducido en nuestro texto al español.

Mucho se preguntaron nuestros maestros acerca de los alcances que tiene esta obligación.

Desde la literalidad entiendo escuchar al texto diciendo que aún en las peores condiciones y en las situaciones más extremas no “vale todo”. Aún en el medio de la guerra, en el fragor de una lucha por la sobrevivencia, hay aspectos que tenemos que cuidar, aunque se nos presenten como secundarios, o insignificantes. Que si bien puedes estar abocado/a a un propósito superior, no tienes derecho a destratar o destruir todo lo que se te presenta a su alrededor para allanar tu camino.

Y no estoy hablando de la guerra exclusivamente, ¿se entiende?

El Rambam (Maimónides, España s.XII) amplía el concepto y explica:

“Y no sólo con respecto a los árboles, sino que incluso alguien que destruye vasijas o rasga ropa o derriba un edificio o sella un manantial o desperdicia comida viola el mandamiento negativo de ‘Bal Tashjit’-‘No destruir’.”

Mishné Torá, Hiljot Melajim Umiljamot 6:10

La destrucción y sus consecuencias no tienen un correlato con la dimensión de lo que se rompe. El valor se lo da el que lo posee, el que lo utiliza, el que lo ama… de un edificio derribado a una ropa rasgada, de una tala de árboles al desperdicio del alimento, todo entra en el mismo principio: no te es permitido destruir, más allá de lo que pienses, de lo que creas, de la poca valoración que le des, en el frenesí de tus luchas, no te es permitido dañar, romper, menospreciar, vulnerar para tu beneficio.

El principio de “Bal Tashjit” también es aplicable a nuestra moderna mirada de la sustentabilidad y la ecología que desde siempre estuvieron presentes en nuestra legalidad como pueblo.

Como explica, por ejemplo, este Midrash:

“Rabí Shimón Bar Yojai dijo: Tres cosas son iguales en importancia: la tierra ארץ (eretz), la humanidad אדם (adam) y la lluvia מטר (matar). El rabino Levi bar Jía dijo: y los tres tienen cada uno tres letras, para enseñarte que, si no hay tierra, entonces no hay lluvia, y si no hay lluvia no hay tierra, y sin ninguno de ellos hay humanidad.” Bereshit Rabá 13:3

No destruyas porque, aunque te parezca imperceptible, todo está interconectado. Somos dependientes de la naturaleza que nos rodea por más de que tantas veces lo negamos. Las letras que sostienen a nuestra especie humana son las mismas tres letras que definen la tierra y la lluvia. Nada seríamos sin ellas y nada lo estamos siendo con la debacle climática que nosotros mismos hemos provocado.

A tal punto esto es importante que hay un midrash que intenta llevar esta situación a un punto extremo para que lo entendamos:

“Rabí Yojanán ben Zakai solía decir: Si tienes un árbol joven en tu mano y lo estás plantando, y alguien viene a decirte que el Mesías ha llegado, quédate y completa la siembra, y solo entonces ve a saludar al Mesías”.

Avot de Rabbi Natan 31b

Entiendo a Rabí Yojanán ben Zakai. Muchas veces creemos que hay que dejar de lado los pequeños gestos que sustentan nuestras vidas porque estamos ocupados en los acontecimientos destellantes, a los que tantas veces les damos el valor de la redención y la salvación. Si dejamos de sembrar, poco sentido tendrá ocuparnos de los espejismos de colores que muchas veces confunden nuestras visiones.

Y podríamos seguir visitando sabios que se ocuparon de explicarnos la imperiosa necesidad de hacernos cargo no solamente de nosotros y de nuestras conveniencias, sino de lo que nos rodea y sostiene.

Pero no puedo dejar de leer esta parashá en clave del mes de Elul, el mes de la Teshuvá. Porque uno de los modos de revisar nuestras vidas en el año que se está yendo es recorrer lo que hemos roto. Aquello que tapamos, rasgamos, desperdiciamos en nombre de objetivos superiores, cuando, en definitiva, los que nos acompañan y sostienen son los que muchas veces cuidamos menos.

Rabí Shimshon Rafael Hirsch nos acerca una nueva acepción de esta palabra y traduce “bal tashjit” es “no corrompas”. “…la concepción de corrupción, no de destrucción. Es el derrocamiento de una buena condición, y el impedimento del progreso, y el cambio hacia lo opuesto de todo lo que estaba destinado a prosperar y prosperar …”

Las corrupciones no son solamente los escándalos a los que los medios de comunicación nos tienen acostumbrados.

No corrompas, no te corrompas, no derroques tus mejores rostros, tus más elevados sueños, no impidas los pequeños logros aspirando siempre a alturas ficticias, no le des la espalda a los milagros de la vida cotidiana esperando el gran portento. No te pongas palos en la rueda. No te co-rrompas, esa rotura que uno mismo se provoca cuando deja de ser quien realmente es.

Elul es el tiempo de desandar esos quebrantamientos. Los que nos infringimos a nosotros mismos traicionándonos.

Teshuvá-volver a nuestras versiones más genuinas, sin importar las máscaras ni los disfraces. Coser lo rasgado, destapar lo tapado, plantar lo arrancado, juntar lo esparcido, remover la tierra y sembrar el proyecto y la esperanza para este nuevo tiempo que se inicia.

Y si alguien te dice que llegó el Mesías… hasta el Mesías puede esperar cuando se trata de nuestro propio reencuentro.

¡Shabat Shalom umevoraj!

Rabina Silvina Chemen