PARASHAT SHELAJ LEJÁ: Desligarse de la historia y de la mirada.

Esta parashá nos atrae una y otra vez a la misma escena de la que no podemos salir por su complejidad y sus consecuencias.

Merraglim

Moshé envía doce representantes, doce príncipes, uno por cada tribu, con la misión de explorar la tierra de Israel. Luego de cuarenta días de recorrido retornan trayendo con ellos higos, dátiles y racimos de uvas enormes. Diez de los doce exploradores desesperadamente presentan un panorama devastador y atemorizante: es imposible la conquista de la tierra. El pueblo se desespera. Descreen en Moshé y en Dios. Les creen a los agoreros. No pueden calmar su miedo. Restan dos de los enviados por Moshé; Calev y Iehoshúa, que intentan por todos los medios recordarle a su gente que Dios está con ellos desde que salieron de Egipto y que hay que seguir confiando porque están bajo su protección. Pero no los escuchan, o no les creen. Les gana la angustia, la confusión y prefieren  retornar a Mitzraim antes de seguir. El desenlace es conocido: no podrán entrar a la tierra. Habrán de deambular durante 40 años. Deberán parir una generación nueva, que sepa confiar en sí misma y en el resguardo de Dios. Una generación que no haya vivido la indignidad de la esclavitud y se anime a proyectarse en libertad.

Volvamos a la historia en la Torá.

Los envió, pues, Moshé a reconocer la tierra de Cnaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas.  Y ellos subieron, y reconocieron la tierra desde el desierto de Tzin hasta Rejov, entrando en Jamat.

“Y subieron al Neguev y vino hasta Hevrón.” Bemidbar 13:17-22

Sí, leyeron bien:

וַיַּעֲלוּבַנֶּגֶב,וַיָּבֹאעַד-חֶבְרוֹן

“Y subieron al Neguev y vino hasta Hevrón.”

¿Se dieron cuenta de que el versículo comienza en plural y cambia al singular en referencia a ir a Hevrón?

Rashi responde de la siguiente manera:

“Y vino a Hevrón: Calev fue solo a honrar las tumbas de los patriarcas [en oración] para que sus colegas no lo incitaran a ser parte de su consejo”.

Estarán pensando qué es lo que aporta esta interpretación de Rashi. Hevrón es hasta este momento una referencia al lugar donde se enterraron los patriarcas en la Cueva de Majpelá- Mearat Hamajpelá. Coincidirán conmigo que desde el entierro de los tres patriarcas y tres de las cuatro matriarcas, hasta el regreso de siglos de esclavitud es poco probable que esta veneración por la memoria de los ancestros no esté demasiado vigente entre los que caminaban por el desierto. Entonces vuelvo a mi pregunta: ¿Qué intenta aportar Rashi?

Calev, a diferencia de los demás, – explicarán varios- quería asegurarse de que tuviera la actitud correcta. Se esforzó por ver la tierra a través de los ojos de los antepasados. Al ir a Hevrón, pretendía emular a Avraham Avinu, mientras que los otros no quisieron vincular su historia con la de los patriarcas.

Ahora yo pregunto ¿qué leemos nosotros de esta apreciación de Rashi?

Por un lado veo a Calev yendo solo a cierto lugar. Quizás para comprender que la mirada colectiva es la mirada de unos pocos y la aceptación de todo el resto de decir que se vió lo que nos dijeron que digamos que vimos. Y esto no es un trabalenguas. Nos escudamos en la mirada de otros y decimos tener una opinión sin habernos tomado el trabajo de mirar con nuestros propios ojos. No sé de quién de los otros diez salió la frase “éramos ante sus ojos como insectos”. Alguien lo habrá dicho. Y habrá sido su legítima sensación. Otros lo repitieron tantas veces, que hasta creyeron haber visto lo mismo. Calev no aceptó una mirada que no fuera la de sus propios ojos; un criterio que no fuera su propio entendimiento. Y fue hasta Hevrón.

Calev al separarse del resto no eligió cualquier lugar sino aquél en el que empezó una narrativa, la historia de este pueblo que vuelve a una tierra, y que tiene que recuperar no sólo una geografía sino un relato. Mirar la tierra significaba también volver a registrar los orígenes. Va allí donde todo comenzó; el lugar donde descansan las matriarcas y los patriarcas. Vuelve a reencontrarse con un compromiso que fundó esta nación que habitará este suelo. Va a buscar palabras para contar la historia que signifique el retorno a la tierra.

Los otros vieron personas, trajeron frutas, temieron a las murallas, desvinculados del relato, de la emoción del regreso, de la misión de la promesa que los antecedió y que les da sentido a la travesía.

Por eso Calev volvió seguro.

Porque decidió mirar por sí mismo y recuperar la historia pasada que le daba significado a su tiempo presente.

El pueblo aturdido de temor prefería volver solamente a una vida de la rutina diaria, sin recordar sus orígenes, sin registrar siquiera la importancia de saberse parte de una historia y sobre todo con la mirada anestesiada para – en definitiva – no ver.

Nosotros no estamos allá, no somos ellos aunque a veces siento que elegimos funcionar de la misma manera. ¿Será por eso que nos resulta tan difícil ser sinceramente libres?

Shabat shalóm

Rabina Silvina Chemen.