PARASHAT KORAJ: Una afrenta infundada

Parashat Koraj resulta particularmente difícil este año. Quizás porque tenemos hartazgo de tantas situaciones de violencia infundada que lo rodean, quizás porque queremos tomar un respiro a la miseria humana con la que se topa parashá tras parashá, mientras deambulamos por el desierto y no podemos o no sabemos vivir en libertad. Y ante tamaña ignorancia, elegimos la violencia y la desesperación.

El contenido de esta parashá es conocido: Koraj, de la tribu de Leví, junto con Datan y Abiram de la tribu de Rubén y otros 250 hombres, jefes de Israel, se enfrentan a Moshé y a Aharón acusándolos de ser los jefes del pueblo Israel. Reclaman una supuesta igualdad de derechos, y un oculto deseo de acceder al puesto más alto de conducción, que lo detentan Moshé y Aharón, miembros de sus propia tribu. Moshé cae sobre su rostro y los invita a una especie de compulsa al día siguiente para que sea Dios el que dirima entre Moshé y su hermano y ellos, los rebeldes. Moshé reprende a la tribu de Leví recordándoles que Dios los había colocado en un plano distinguido en Israel y que nada les resultaba suficiente.

A la mañana siguiente frente a la Tienda de Reunión, donde Koraj había congregado a la gente contra Moshé y Aarón, Dios ordena que la gente se aparte de la tienda de Koraj, Datan y Abirám, para que no mueran. La tierra se abrió tragándose vivos a todos los que estaban cerca de las tiendas de los rebeldes. Un fuego de Dios consumió a los 250 que los acompañaron.

No es agradable hablar de esto. Parece una riña innecesaria. Una nueva piedra en el camino. Una constante dificultad de vivir tranquilos. No tenemos mucha más resistencia a tanta incomodidad y sobresalto.

¿A quién nos recuerda Koraj? A Caín. Los dos tienen celos de sus hermanos- de sangre en el caso de Caín y de tribu en el caso de Koraj. Ninguno de los dos intenta una conversación, una negociación por lo que creen justo para ellos. Ambos, con diferentes estrategias, quieren anular al que tienen por delante. En ambas historias, hay una mención de una tierra que se abre…

Y Dios dijo a Caín: ¿Dónde está Hével tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?  Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.” (Bereshit 4:9-11)

Caín mata a su hermano Hével. La tierra abrió su boca para recibir la sangre de ese asesinato.

Y ahora leamos el episodio de Koraj:
Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Koraj, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Sheol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.” (Bemidbar 16:31-33)

La tierra vuelve a abrirse en el texto bíblico, ahora para tragarse a los que se alzaron en una disputa por el puro poder y preeminencia sobre otros. Como Caín, que quería ser el único.

Podríamos llegar a una primera conclusión: cuando somos protagonistas de un enfrentamiento cuyo objetivo es el poder por el poder mismo, y cuando esta posición anula el lugar del otro, la tierra, lo que nos sostiene, el fundamento sobre el que estamos parado, se abre y nos traga, nos borra de su faz.

Pero no sólo en esto son similares estos dos personajes. En ambos, desde la misma formulación del texto bíblico no hay contenido. Miremos:

Y le dijo Caín a su hermano Hével y mientras estaban en el campo, se levantó Caín contra su hermano Abel y lo mató”. (Bereshit 4:8)

Ya se ha comentado varias veces. ¿Qué le dijo Caín a su hermano Hével? Nada. No hubo palabra. No hubo contenido. Sólo silencio.

Veamos la redacción del primer versículo de nuestra parashá:
Y tomó Koraj hijos de Itzhar, hijo de Levy y Datan y Aviran, hijos de Eliav y On ben Pelet- hijos de Reuven. Y se levantaron frente a Moshé…” (Bemidbar 16:1-2)

Luego en el versículo 3 le dirán: “Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Adonai; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Adonai?”

Primero se congregan, se enfrentan, juntan fuerzas… Sin contenido. Porque no estamos hablando de una pelea por un contenido.

Caín no dijo nada, cuando debía decir. Koraj quería apropiarse, sin saber qué ni para qué.

De hecho Koraj era un hombre muy importante, así le explica el midrash:
«Nuestros Sabios dijeron: ‘Kóraj era extremadamente sabio, y él estaba entre los que cargaban el Arca» Bemidbar Rabá 18:3.

Era sabio, era importante. Pero no era el contenido el mensaje de su enfrentamiento, sólo la sed de más y más, en desmedro de la existencia del otro.

Cuando se vive la propia existencia en la anulación del otro, la tierra te traga.

Cuando necesitas que el otro no esté para ser tú mismo, la tierra abre sus fauces.

Y no necesariamente es un fenómeno natural que te castiga… se te abre el suelo que te sostiene. Se te quiebra el apoyo, pierdes el territorio que te mantiene erguido. Y cuando la tierra se abre, ya nadie habla de ti, porque desapareciste de la historia.

Hével desapareció de la historia porque su hermano lo mató. Pero Caín también.

Recordemos que la humanidad desciende de Shet, el tercer hijo de Adam y Javá. Finalmente su victoria quedó estéril.

De Kóraj lo único que quedó en la memoria es su afrenta infundada y su castigo: ser nada.

Ellos no entendieron. La historia no se escribe sólo de la pluma de los líderes poderosos y los cambios no se hacen sólo a partir de las ideas de unos pocos iluminados. La historia se escribe con todos: los que piensan, los que trabajan, los que cantan, los que disienten, los que luchan…

Los únicos que no escriben la historia son aquellos que no tienen nada que decir, los que portan el impulso sólo de destruir, los que la lucha no tiene contenido, los que no conciben que hay espacio y oportunidades para todos.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen