PARASHAT KI TISÁ: un antónimo para la ira

Parashat Ki Tisá engloba diferentes temáticas que suceden en los tiempos de la travesía por el desierto, aunque una de ellas nos acapara toda la atención, todas las búsquedas de interpretaciones desde entonces hasta el día de hoy.

Entre los temas de esta semana tenemos la contribución del medio shekel de plata para el Santuario. las instrucciones para construir el Kior, una gran vasija de agua para el Santuario, junto con el aceite de unción y el incienso. Los artesanos “sabios de corazón” Betzalel y Oholiav son puestos a cargo de la construcción del Santuario y el pueblo es mandado nuevamente a observar el Shabat.

Pero el tema que nos tiene en vilo es el becerro de oro. Recordemos que cuando Moshé no regresa en el momento esperado del Monte Sinaí, la gente hace un Becerro de Oro y lo adora. Cuando Dios y Moshé ven esto, las Tablas que llevaba en sus manos Moshé se caen, o él las rompe… en fin… qué más da si de una forma u otra el primer intento de hacer de este grupo de personas una nación fracasa.

Hoy no nos quedaremos en qué le pasó al pueblo. O si fue responsable Moshé de esa tardanza. O si Aharón su hermano fue culpable o no de la “desviación” del pueblo. O si el becerro era un retroceso a la idolatría o una manera de sentir a Dios cerca.

Todos estos interrogantes se me agolpan en la mente cada vez que llego a este episodio. Pero hoy vamos a focalizar en otra parte de esta historia.

La reacción de Dios. Y la reacción de Moshé. Veamos:

“Ahora pues, déjame, para que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; mas de ti yo haré una gran nación.” Shmot 32:10

Dios se llena de ira.

Ira que nos ha dejado a los judíos muchas veces ligados a una religiosidad vengativa, a un Dios que se impone por su rigurosidad e implacabilidad…

Moshé también está desilusionado. Imaginaba otra bajada triunfal de su encuentro con la Divinidad y con la portación de las Tablas escritas por Dios.

Sin embargo, la contundencia de la ira de Dios y sus consecuencias lo hacen ubicarse en otra posición. “Entonces Moisés suplicó ante el Señor su Dios, y dijo: Señor, ¿por qué se enciende tu ira contra tu pueblo, que tú has sacado de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?…” Shmot 32:11

“Pero ahora, si es tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito.”Shmot 32:32

Dios se propone destruir al pueblo de Israel, Moshé intercede por ellos.

Es interesante el modo en el que Dios le anuncia que destruiría a Israel:

“Ahora pues, déjame, para que se encienda mi ira contra ellos”

¿Le pide que lo deje? ¿Acaso Dios necesita autorización para hacer justicia? ¿Qué está pasando acá? ¿La reacción de Moshé hubiera sido la misma si Dios no hubiera actuado así?

Déjame. Aléjate de mí.

Y Rashi lo va a explicar diciendo: Dios habla así “déjame” porque es una súplica enmascarada de lo que él estaba por hacer: derramar su ira, aún antes de entender qué había pasado, aún sin mediar palabra, comprensión y dimensión de las consecuencias de tamaño enojo.

Y aquí aparece esa faceta de Moshé que me emociona como líder: no sólo que no se aleja, sino que él mismo se une a la gente del pueblo. Moshé necesita la compañía de un Dios fuerte, pero a su lado, un Dios- si se me permite- con autoridad y amorosidad, a la vez, con justicia y misericordia al mismo tiempo.

Moshé necesita a Dios para acompañar al pueblo de Israel. Pero no ése Dios…

וַיֹּאמֶראִם-נָאמָצָאתִיחֵןבְּעֵינֶיךָ, אֲדֹנָי, יֵלֶךְ-נָאאֲדֹנָי, בְּקִרְבֵּנוּ

“Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.” Shmot 34:9

Vaya ahora el Señor en medio de nosotros…

La ira- escucho decir a Moshé- ese sentimiento inmediato, es decir, sin mediación alguna, aparece cuando uno está totalmente afuera y no repara o no le importa el impacto de tamaña reacción. Y él le pide a Dios que vaya “bekirbenu” en medio de nosotros.

Cuando uno está “en medio”, percibe, palpa los procesos del prójimo. No es un visitante, un ajeno, un extraño al que no lo conmueve por lo que el otro está pasando.

Moshé necesita un Dios “en medio”, en ellos, con ellos; porque así y sólo así podrá cumplir con la misión de hacer de un grupo de esclavos un pueblo libre y esperanzado.

Moshé, con este gesto colabora con Dios en pasar de la ira a la intimidad. ¡Qué buen antónimo, para pensar el antídoto para la ira! Estar más cerca. Saber más del otro. Buscar sus motivos…

Dios va a ser el Dios de Israel porque los va a acompañar todo el tiempo, mucho más que por su celo y venganza. No es con la fuerza destructora que uno reafirma su poder- el divino o cualquiera- sin por la capacidad de estar allí, cerca en todo momento, guiando a quien lo necesita para llegar a su promesa: sea éste Dios, un gobernante, un maestro…

Y si no… “bórrame del libro que has escrito.”Una frase que me emociona. Bórrame del libro si el precio es ser el único personaje de la historia Bórrame de un libro que no los contenga a todos. Bórrame del libro que cuente un relato sin errores, sin grises, sin caídas y nuevos intentos.

El libro que nosotros heredamos es un pacto de vida compartida. Es la aceptación de la vida como proceso. Es la promesa de ir juntos, con todas nuestras flaquezas y fortalezas, aprendiendo de nuestras caminatas.

La ira es una emoción efectiva, sólo a corto plazo. Si no, recordemos cuántos padres y madres, cuántos maestros o gobernantes, estallan en ira, infunden miedo, impotentizan, y se imponen. A corto plazo. El resultado es la debilidad, la sumisión, y el aprendizaje de que con ira y maltrato se consigue lo que uno se propone.

Sin embargo, un verdadero liderazgo, con consecuencias a largo plazo, es el que lo ejercen aquellos que están dispuestos a acompañar procesos, a explicar las fallas, a enseñar otros modos, a corregir errores…

Somos pueblo y llegamos hasta acá por la intercesión de Moshé.

De la ira a la intimidad.

Del enojo a la convivencia.

Del castigo a la escucha.

Interesante, ¿verdad?

Shabat shalóm.

Rabina Silvina Chemen