כִּֽי־תֵצֵ֥א לַמִּלְחָמָ֖ה עַל־אֹיְבֶ֑יך
“Cuando salgas a la guerra sobre tus enemigos…” Devarím- Deuteronomio 21:10
Así empieza la parashá. Y de nada me sirve intentar contextualizar históricamente el marco en el que estas guerras se suscitaban. Ni ponderar las acciones de “cuidado” aún en tiempos de batalla. Ni evocar interpretaciones místicas, personalistas; la guerra con uno mismo, las batallas diarias que damos, la lucha contra el “yetser hará”- la pulsión hacia el mal. No me sirve, porque estas pocas palabras me llevan al horror que estamos viviendo como pueblo judío y como humanidad.
“Cuando salgas a la guerra…” debería reescribirse a “cuando te rehúses a salir a la guerra porque crees que con ella poco y bueno puede conseguirse, aun cuando salgas victorioso”.
¿Cómo me reconcilio con este texto? ¿Cómo sigo adelante siendo fiel a mi vocación y búsqueda interpretativa?
Sabemos que luego vendrán mitsvot que nos dan orgullo y nos permiten identificarnos con los valores más nobles de nuestra tradición. Como, por ejemplo, el cuidado de poner barandas cuando construimos casas en alto, la dignidad de devolver un animal perdido o caído a su dueño- aun cuando sea nuestro enemigo, la delicadeza de ahuyentar a una madre-ave si es que necesitamos tomar de los huevos del nido, el respeto por los animales que trabajan en el campo, y no poner bozal al buey cuando está arando, la conciencia por los que menos tienen dejando en nuestras tierras los cultivos que se nos caen o se nos olvidan para que los tomen los que más necesitan.
Es decir que, la parashá que se inicia con las leyes sobre la guerra se extiende largamente en pequeñas normativas que hacen a la sutileza cotidiana de tener presente la integridad de mi prójimo; sea mi pariente, mi enemigo, los marginados de la sociedad y hasta los animales.
A veces los titulares de la guerra nos confunden y nos hacen indiferentes a las necesidades más primarias y a su vez imprescindibles de la ética social. Y si bien la calamidad de la guerra retumba en nuestras mentes aturdiendo toda sensatez, es nuestro deber no dejar de velar por las acciones habituales, que dependen de nuestras decisiones y que comprometen nuestra vida en relación con otros.
Siempre leemos parashat Ki Tetsé en el mes de Elul. Un mes en el que se nos prescribe leer el Salmo 27 que también habla de guerra. La guerra y el proceso de teshuvá parecieran no tener ninguna posibilidad de convivir. Sin embargo, en las reflexiones más profundas, en la evocación más íntima y cercana con la divinidad, decimos “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque se levante guerra contra mí, yo estaré confiado” (27:3)
Al respecto dirá el rabino Alan Lew en su libro: This is real and you are completely unprepared:
“Las imágenes de guerra abundan durante Elul. En el primer día de Elul comenzamos a añadir el Salmo 27 a nuestras plegarias de la mañana y de la tarde. “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque se levante guerra contra mí, yo estaré confiado”, dice el Salmo 27. Es como si la tradición quisiera decirnos: “Este asunto de volvernos conscientes de nosotros mismos es cuestión de vida o muerte. Este asunto de descubrir quiénes somos en realidad debe afrontarse con la concentración y la energía de una campaña militar”.
A lo que yo agregaría que no sólo en la guerra se dirimen cuestiones de vida o muerte. La responsabilidad por tus cercanos y lejanos, tus modos de vincularte con el peligro, la pérdida, la necesidad de los otros, también pueden salvarles la vida, o no. Y al mismo tiempo salvártela a ti… o no.
El proceso de teshuvá, que es definitivamente hacia adentro, nos indica trasladar nuestra mirada al mundo exterior, a la conciencia a través de la cual vemos este mundo. Porque las guerras no son solo la de las armas y las muertes físicas; hay tantas maneras de matar y tantas maneras de morir…
Elul es el mes en el que recorremos hacia atrás los sucesos del año que está por terminar. Y esta parashá nos deja otra lección:
“Cuando se produzcan casos de tsaraat, cuida muy bien de hacer exactamente lo que les indiquen los sacerdotes levitas. Pongan cuidado en practicar lo que yo les he mandado. Acuérdate de lo que el Señor, tu Dios, hizo con Miriam durante el viaje, después que ustedes salieron de Egipto.” Devarím-Deuteronomio 24:8-9
Tengamos cuidado de cómo seleccionamos los hechos que recordamos. Es claro que la enfermedad llamada tsaraat posee una estricta normativa en el texto bíblico. Pero, inmediatamente la nombran a Miriam. Y ¿qué dicen de ella? Hablan de su enfermedad. Y nada más. No mencionan los riesgos que asumió al cuidar a su hermano nacido en total ilegalidad, su osadía al ofrecerle una nodriza a la hija del Faraón, su liderazgo junto con sus hermanos Moshé y Aharón durante la travesía. No. Sólo su error y su consecuencia. Otro modo de poner en el frente de batalla de la memoria a quienes necesitamos ubicar en el lugar de la culpa, del error, de la responsabilidad. Sacarnos de encima el peso y colocarlo sobre otros para eludir nuestra parte. “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos…” Quizás no estés armado ni vestido de soldado. Pero la memoria de las “Miriam” que pusiste en el lugar del enemigo para no mirarte, debilita la oportunidad maravillosa que nos da este mes: la de ser sinceros, genuinos, verdaderos, sin máscaras, ni poses, ni frases hechas ni prestadas de otros, sin hipocresía y sin disfraces. Y presentarnos despojados ante el Creador y ante nosotros mismos asumiendo lo que nos toca, revisando lo que nos duele, reforzando lo que nos vulnera, encarando lo que aún no nos hemos animado, desterrando lo que nos avergüenza y tomando coraje para volver a aquellos que dañamos o abandonamos.
Quizás el pavor de estos tiempos que estamos viviendo, el estar llegando a estos segundos Yamím Noraím después del 7 de octubre con tanto dolor y desgarro nos entorpezca el camino, nos endurezca el alma y nos haga sentir que este proceso no tiene ningún sentido. Pero, por el contrario, quiero pensar que aún en la peor de las situaciones la Torá nos pide que rescatemos nuestra humanidad, que fortalezcamos los lazos de mutualidad y de justicia en los espacios que habitamos. Quizás allí esté nuestra verdadera victoria.
Días intensos, profundos y a la vez difíciles nos esperan.
Los caminaremos juntos.
Rabina Silvina Chemen
