Imagínense esta escena. Moshé la anticipa antes de entrar a la tierra:
“Cuando lleguen y cultiven la tierra y produzca los primeros frutos, cada uno llevará lo que produjo, lo entregará en una canasta al Kohen y dirá lo siguiente:
Un arameo errante fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Adonai el Dios de nuestros padres; y Adonai oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Adonai nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, Adonai. “
Lo decimos en el seder de Pesaj. Así comenzamos a contar la historia de nuestro pueblo.
En primera persona: “mi padre fue un arameo errante…” y luego en un nosotros, “y los egipcios nos maltrataron…. Y Adonai nos sacó… “ Y terminamos nuevamente en primera persona: “Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste…”
Los tiempos modernos han simplificado nuestra forma de presentarnos. Hoy tenemos nombre, apellido y número de documento.
Sin embargo, la Torá nos muestra otra forma de hablar de nosotros, otro modo de decir quiénes somos:
Somos siempre hijos de una historia, para cada uno particular, pero necesariamente parte de un colectivo que nos hace ser quienes somos, individualmente.
Estos días son días de muchas lecturas, de buscar recursos de inspiración para estar a la altura de las emociones que provocan indefectiblemente los Iamim Noraim. Y me encontré con una pila de revistas bíblicas, una publicación que acá en Latinoamérica está a cargo de la Asociación Bíblica Argentina que publica 4 números anuales desde el año 1939. Con textos de diferentes disciplinas que abordan el texto bíblico: filólogos, escritores, exégetas, teólogos…
En la edición del 2004 aparece un artículo: Identidad a través del recuerdo. Escrita por el Dr. Walter Gross, Phd. en teología, con una vastísima lista de libros publicados en temáticas ligadas exclusivamente con el antiguo testamento.
Y allí el autor comenta este pasaje de la parashá: Un arameo errante fue mi padre…
Y dice que presentarse de ese modo, con la historia a cuestas, no es solamente referirse al pasado. La historia que contamos de nosotros no es solo recuerdo del pasado, sino que es fundante de quienes somos. Dicho de otro modo, somos en tanto portamos en nosotros las huellas de los que nos hicieron llegar hasta acá. Y de hecho, el hombre bíblico que se presentaba en el Beit Hamikdash no era hijo de ese arameo errante, ni fue esclavizado en Egipto. Pero no somos hijos de la historia. Sino hijos de la memoria.
La historia se interesa por cambios y rupturas. Clasifica, delimita, define.
La memoria colectiva, en cambio, produce sobre el grupo una ficción de continuidad.
¿Se dieron cuenta de que siempre hablamos en presente? ¿Salimos de Egipto, cantamos cuando se abrieron las aguas?
Estamos hechos de memoria colectiva. Tomamos del pasado algo que es digno de recuerdo, lo transformamos y lo reconstruimos en base a las necesidades del presente y desde allí nos definimos como grupo.
Walter Gross trae como ejemplo de memoria a todo el libro de Devarim.
Devarim, el último libro de la Torá, que es un gran discurso de Moshé para todos aquellos que no habían presenciado la historia ya pasada, este libro, decíamos, “describe el tránsito desde la tradición vivida a la tradición aprendida.”
De la tradición vivida a la tradición aprendida.
El paso del carácter de ser testigos oculares y tener el recuerdo vivo de la generación del desierto a la memoria cultural de Israel.
“Y en este tránsito, dice Gross, se constituye Israel como comunidad de aprendizaje y de recuerdo… “
Me quedo con esta definición hermosa sobre el pueblo de Israel: somos una comunidad de aprendizaje y recuerdo.
Moshé le teme al olvido. Por eso el libro de Devarim existe. Una nueva situación de vida en la tierra, un pueblo tentado por una cultura rica y desconocida en la nueva tierra y por una religión atractiva y extraña. Moshé que sabe que va a morir antes de entrar…
Y contra el olvido se impone una exhaustiva cultura del recuerdo colectivo, y este recuerdo debe ser creado y conservado permanentemente por un continuo aprendizaje de todos los miembros del pueblo.
Somos una comunidad de aprendizaje y recuerdo.
Y estamos en tiempos de Teshuvá, que no es más de un acto de memoria y de aprendizaje.
No volvemos a lo que nos queda del pasado. No intentamos quedarnos atrapados en los errores. No nos flagelamos por lo que no pudimos o no hicimos.
Pero tampoco somos una tradición de puro presente, de vivir el ahora y lo demás no importa porque el pasado pisado y el futuro todavía no existe.
Cuantas veces escuchamos o nos escuchamos diciendo: Para qué hurgar en esto que pasó, que ya casi nadie recuerda, que para qué mirar atrás, que con todo lo que tengo que hacer, me voy a poner a remover en lo que ya pasó y que ya no puedo hacer que no haya sucedido….
La Teshuvá nos consolida como una comunidad de memoria y aprendizaje. Lo vivido es el recurso que tenemos disponible en nuestro presente para realizar los aprendizajes necesarios para encarar un nuevo año.
Y comienza en primera persona. Mi padre… mi historia, mis orígenes, mis mandatos… todo esto me trae hasta acá.
Pero no es sólo sobre tu vida personal que te pones a prueba en el proceso de Teshuvá sino también cuántas veces menciones el nosotros, cuando te toca hablar de tu grupo de pertenencia, tu sociedad, tu comunidad… cuánto el otro te importa, cuánto eco hay en tu memoria, en el recuento de ti mismo, de lo que hiciste o dejaste de hacer en tu participación social, tus involucramientos o tu indiferencia.
Y ¿para qué? Para traer tu fruto, en primera persona, la cosecha de este año, con todos tus aciertos, tus temores, tus vulnerabilidades, tu conciencia y tu orgullo.
Quedan unos pocos días.
Memoria y aprendizaje
Teshuvá y slijá
Todo empieza a encaminarse hacia el nuevo año que comienza.
Shabat Shalom
Rabina Silvina Chemen