Abraham necesita encontrar una mujer para su hijo Itzjak, que no ve más desde el episodio de la Akedá. Una mujer que de algún modo repare el daño en el amor producido por la experiencia tan traumática de ver a un padre queriendo sacrificarlo y luego no poder volver a ver a su madre, quien muere.
Abraham le dice a su criado más antiguo de su casa: -Irás a mi tierra, a mi cuna, y de allí escogerás una esposa para mi hijo Itzjak.
La pregunta es cómo saber cuál es la mujer adecuada. ¿Cuál debe ser la característica personal que pueda servir como indicadora de la elección correcta? El criado no busca a la más bella, sino a la más buena; una joven que, cuando un extraño le pida agua en la fuente, se la dará al instante; y después le ofrecerá espontáneamente dar de beber a sus camellos.
Cuando Rivka sobrina de Abraham, apareció, inmediatamente fue percibida por el criado como la mujer indicada.
“Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber. Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos.” (Bereshit 24:17-20).
La historia es conocida. Itzjak se enamora de esta joven, Rivka, y así dice el texto: “Itzjak llevó a Rivka a la carpa de Sara, su madre, y la tomó a Rivka por esposa y la amó. E Itzjak se consoló de la muerte de su madre” (Bereshit 24:67).
La relación de Rivka con Itzjak es sanadora, no sólo porque viene de algún modo a ocupar el lugar vacío que dejó Sara su madre: esto está más allá de una típica escena edípica de un hijo con su madre. La aparición de Rivka viene a resolver una maraña de dilemas.
Este encuentro sucede después de largos capítulos que cuentan con detalle cómo Abraham le encarga la misión a su criado y cómo el mismo criado reza en el camino para poder cumplir con la promesa que le realizó a su amo y le agradece a Dios cuando se da cuenta que su misión fue exitosa.
Y la palabra más motivadora, el motivo recurrente de sus oraciones fue la palabra Jesed- bondad:
וַיֹּאמַר–יְהוָה אֱלֹהֵי אֲדֹנִי אַבְרָהָם, הַקְרֵה-נָא לְפָנַי הַיּוֹם; וַעֲשֵׂה-חֶסֶד, עִם אֲדֹנִי אַבְרָהָם.
Y dijo: Oh Adonai Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y tengas bondad (jesed) con mi señor Abraham. (Bereshit 24:12)
וְהָיָה הַנַּעֲרָ אֲשֶׁר אֹמַר אֵלֶיהָ הַטִּי־נָא כַדֵּךְ וְאֶשְׁתֶּה וְאָמְרָה שְׁתֵה וְגַם־גְּמַלֶּיךָ אַשְׁקֶה אֹתָהּ הֹכַחְתָּ לְעַבְדְּךָ לְיִצְחָק וּבָהּ אֵדַע כִּי־עָשִׂיתָ חֶסֶד עִם־אֲדֹנִי
Que sea la joven a quien yo diga: «Por favor, baja tu cántaro para que yo beba, y que responda: «Bebe, y también daré de beber a tus camellos, la que tú has designado para tu siervo Itzjak; y por ello sabré que has mostrado misericordia (jesed) a mi señor. Bereshit 24:14)
וַיֹּאמֶר בָּרוּךְ יְהוָה אֱלֹהֵי אֲדֹנִי אַבְרָהָם אֲשֶׁר לֹא־עָזַב חַסְדֹּו וַאֲמִתֹּו מֵעִם אֲדֹנִי אָנֹכִי בַּדֶּרֶךְ נָחַנִי יְהוָה בֵּית אֲחֵי אֲדֹנִי
Y dijo: Bendito sea el SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar su misericordia (jasdo)y su fidelidad hacia mi señor; y el SEÑOR me ha guiado en el camino a la casa de los hermanos de mi señor. (Bereshit 24:27)
La importancia de lo que Rivka significará para la familia está acá, íntimamente implicado. Implícita en las plegarias del criado, está la necesidad de ver cómo se manifiesta la aparición de la bondad en esta historia, en esta familia. Rivka iba a ser la indicada si el criado iba a sentir en ella jesed, bondad, porque desde la Akedá esa experiencia estaba faltando. Él reza para saber que la bondad va a volver a la casa de su amo
Rivka representa la esencia del jesed, que no es un medio, sino un fin en sí mismo.
En todas las traducciones, me encontré con la traducción de jesed como misericordia. Sin embargo la palabra castellana “misericordia” viene del latín “miser”, miseria, desdicha y “cordis”, corazón, en síntesis; es la capacidad de sentir la desdicha de los demás.
Los eruditos bíblicos se han quejado a menudo de que la palabra חֶסֶד en la Biblia hebrea es difícil de traducir, ya que realmente no tiene equivalente exacto en nuestro idioma. Versiones en inglés por lo general tratan de representar con palabras tales como «loving kidness», que libremente podríamos traducir por bondad amorosa.
Una bondad que no viene de la lástima, que no surge de la miseria de nadie sino de una virtud que se ofrece, gratuitamente, libre de toda necesidad. Una bondad que facilita lazos de amor, loving kidness.
No es un derecho a reclamar. No es una obligación a cumplir, pero todos sabemos que sin ella, todo cae. La bondad es una ley en sí misma.
Abraham tuvo muchas virtudes: su fe, su tenacidad, su justicia, su obediencia… Virtudes que lo han llevado a la cima de la historia. Pero algo faltaba en esta familia, al menos de ser nombrado. Por eso no en vano esta parashá trae temas que aparentemente no conectan entre sí.
Venimos de la historia de la Akedá, una historia resuelta desde el lado de Dios y su vínculo con Abraham y no resuelta desde el lado familiar. Abraham volvió solo del monte Moriá. Itzjak no volvió con su padre.
Comenzamos esta parashá, con la muerte de Sará. Sin motivo aparente alguno, pero acompañados de midrashim que cuentan cómo ella se enteró de la Akedá de su hijo.
Abraham pasó la prueba.
Pero volvió sin hijo y se quedó sin mujer.
Allí comienza la búsqueda de una mujer para su hijo, cuya característica debía ser la bondad, la virtud de mirar al otro no en su miseria sino en su ser.
Una bondad que requiere de participación y compromiso personal con el otro. Una bondad que nos implica con el otro, y permite una relación de confianza y seguridad.
La bondad nada tiene que ver con la ingenuidad, ni con una postura forzada de aparentar sentimientos de misericordia y comprensión hacia otros. La bondad es la voluntad de hacer el bien. Y deja de ser un sentimiento autónomo de nuestras decisiones para pasar a ser parte de nuestras responsabilidades.
Lejos estamos de creer que aquél que es bueno es lábil o vulnerable. Muy livianamente compramos el paradigma de la ley de la selva, la supervivencia del más fuerte. El más fuerte no es el más violento, ni el más salvaje… es el que más herramientas tiene para hacerse bien y hacer bien, sin ningún tipo de especulaciones.
Esto es lo que se inaugura en nuestra parashá. La posibilidad de identificarnos con personajes que fueron elegidos porque eran buenos. Y aunque hoy nos suene a poco… créanme, nos está haciendo mucha falta.
Shabat Shalom.
Rabina Silvina Chemen