Nuevo libro de la Torá, en una nueva situación de la humanidad.
Nuevo desafío de releer los textos con otros ojos, con otras sensibilidades y otras aperturas.
No puedo leer más el texto como si me hablara sólo a mí. Cada palabra hoy se amplifica y resignifica. Hoy vivimos exclusivamente en el ámbito de lo privado y al mismo tiempo; nunca tuvimos más conciencia de lo público.
Vaikrá- Levítico es el libro que instruye a los sacerdotes a realizar el culto. Ritualidades de purificación, de ofrenda, de sacralidades… en un momento del mundo en el que estamos aprendiendo a volver a lavarnos para dejar afuera todo lo que contamina; en el que estamos más conscientes que nunca de la diferencia entre acciones que santifican y que profanan… Aún el más incrédulo está adoptando rituales que terminan por cuidarlo a sí mismo y a su familia, al mismo tiempo que cuida a toda su comunidad. En este contexto, comenzamos a leer el libro de Vaikrá- el Levítico: manual de instrucciones para los levitas.
En uno de sus primero versículos, indicando el encendido del altar aparece el siguiente texto:
וְנָתְנוּ בְּנֵי אַהֲרֹן הַכֹּהֵן, אֵשׁ—עַל–הַמִּזְבֵּחַ; וְעָרְכוּ עֵצִים, עַל–הָאֵשׁ.
“Y los hijos del sacerdote Aharón pondrán fuego en el altar, y colocarán leña sobre el fuego”.
Aharón y sus hijos son los primeros en recibir la instrucción. Deben prender el fuego del altar para las ofrendas. Pero si leen con atención se darán cuenta de un detalle que parece no ser coherente. Los sacerdotes deben colocar la leña sobre el fuego… cuando todos sabemos que primero se coloca la leña y al encenderla, se produce el fuego.
Este detalle no pasó inadvertido para los sabios del Talmud que al respecto comentaron lo siguiente:
כי קא אמרינן בדהדיוט דתניא (ויקרא א, ז) ונתנו בני אהרן הכהן אש על המזבח אע«פ שאש יורדת מן השמים מצוה להביא מן ההדיוט
«Aunque el fuego descendió del cielo, sin embargo, es una mitzvá (mandamiento) traer [algo de este fuego] por una persona». (Talmud de Babilonia, Yoma 21b)
Esta explicación no aclara un mero tecnicismo de un ritual añejo y ancestral que ya no existe.
Hoy la Torá nos regala una oportunidad de pensar nuestro propio lugar en particular en este tiempo que estamos viviendo.
Hay un fuego que desciende del cielo y se ubica en el altar.
Hay un fuego que desciende del cielo y eso puede representar hoy la fe de muchos en un Dios que nos cuida, nos salva y protege. Y esa fe hace bien, nos da coraje y nos hace sentir menos solos.
Hay un fuego que desciende del cielo y para muchos representa depositar en un afuera toda la responsabilidad y la solución de lo que nos aqueja. Y eso impotentiza y debilita.
Pero ese fuego ritual, sanador, purificador no sucede si la persona- dice el Talmud- no trae algo de sí; no pone algo para que el ritual se lleve a cabo.
Hoy estamos en tiempos de traer nuestros leños y agregarlos al fuego. Un fuego colectivo que nos hizo entender que si no nos cuidamos entre todos la ofrenda no purifica, que si esperamos que otro lo haga por nosotros, quedaremos expuestos a quedarnos afuera.
Algo baja del cielo pero con condiciones: nos necesitamos a todos para poder volver a salir de casa y realizar nuestros rituales en comunidad; nos necesitamos a todos para poder abrazarnos de nuevo entonando una plegaria; nos necesitamos a todos, hoy en nuestras casa, haciendo de nuestros hogares altares de cuidado y de esperanza; de responsabilidad y de empatía.
Nos necesitamos a todos, acá en esta tierra que se cobró nuestros desmanes, para que fuego del cielo vuelva a posarse en nuestro suelo.
Shabat Shalom – Cuídense mucho,
Rabina Silvina Chemen