La familia en Israel, un mosaico de culturas

La vida social en Israel es un mosaico de culturas en constante movimiento. La familia como tal, no es excepción. Al comienzo del siglo XXI nos encontramos, debido entre otras razones, a las migraciones ininterrumpidas de personas de casi todas las naciones del mundo a Israel, con grupos que no terminan de salir de los patrones culturales de siglos anteriores, conviviendo junto a otros, inmersos en el postmodernismo. Los judíos etíopes, por ejemplo, llegan a Israel trayendo consigo sus normas ancestrales, que no tienen que ver con las actitudes de los judíos ultra ortodoxos, los europeos, o los judíos americanos, con los árabes musulmanes y cristianos, ni con los inmigrantes de los países que conformaban la ex Unión Soviética. Las tensiones que se producen como consecuencia de la socialización y el encuentro de pautas y valores distintos son inevitables. Muchas veces son traumáticas y son causa suficiente para no pocas tragedias humanas y familiares.
Familia en el Seder de Pesaj
Las bodas entre miembros de orígenes diferentes, que en un pasado fueron traumáticas, como las de descendientes de judíos alemanes con parejas de marroquíes, o las de yemenitas con polacos y no únicamente por el idioma, sino también por el choque cultural y religioso, parecen, vistas hoy, vivencias muy suaves si se comparan con el choque que sufren las parejas de las nuevas migraciones que se encuentran en búsqueda de su identidad.
Normas conductuales disímiles en la sociedad familiar
Más allá del tronco común, los judíos de diferentes lugares del mundo, traen consigo normas de conductas disímiles derivadas de los entornos socio culturales que tuvieron en los países de su origen. Por otro lado, los judíos observantes comparten cierta normatividad independientemente del lugar de procedencia, los judíos seculares occidentales comparten las suyas, y los provenientes de los países que conformaban el bloque soviético las propias. Esta diferenciación se presenta tanto en los hábitos alimenticios y los de bebida, como en las conductas familiares en general, en la concepción de la pareja, el matrimonio y la familia. Contraste que se hace agudiza en la actitud hacia las normas maritales cinceladas por el judaísmo tradicional. El tratamiento al anciano, los índices de reproducción, y el rol de los padres y abuelos, varían según el subgrupo. Lo mismo sucede con la cantidad de divorcios, la salida de la mujer al mercado de trabajo, y la formación de familias uniparentales o de familias unisexuales. El conflicto intergeneracional se acentúa en los procesos de migración cuando la incorporación al consenso mayoritario es casi inevitable por las presiones sociales.
3 generaciones
La familia amplia que vivía en Israel, como en todo el mundo, bajo un solo techo, prácticamente ha desaparecido. La familia se compone en su mayoría por la célula familiar primaria de padres e hijos, hasta que se enrolan al ejército o ingresan a la universidad. Sin embargo la convivencia de grupos tan dispares resulta en una situación especial de la institución familiar, valorada y elevada a su máxima expresión en los sectores tradicionales de la sociedad al mismo tiempo que inmersa en la grave crisis en los sectores más modernos y liberales.
Matrimonios y divorcios
También los índices de natalidad se ven influidos por la dinámica de la tradición y la modernidad. Israel presenta un porcentaje elevado de natalidad, y una pirámide poblacional relativamente joven comparada con los países europeos. El 28% de la población israelí se encuentra entre los 0 y los 13 años, el 62% en el sector productivo de entre 14 y 65 años y el resto son mayores de 65 años. Igualmente los índices de divorcio, si bien en constante aumento, son menores que los de los países occidentales. En el año 2003 se registraron 29,649 matrimonios y 9,506 divorcios entre judíos, y 8,006 matrimonios y 1,036 divorcios entre musulmanes. Según la Oficina Central de Estadísticas, del total de las parejas que se formaron hace 40 años, el 17.6% se ha divorciado y de las que contrajeron nupcias hace 30 años, el porcentaje llega al 20.1%. Dado que la ley israelí otorga la jurisdicción sobre asuntos de status personal únicamente a los tribunales religiosos, las cifras se refieren únicamente a las parejas inscritas en los registros que pasaron por ceremonias religiosas. El porcentaje de las parejas que deciden contraer matrimonio oficial decrece con los años. En Israel no existe el matrimonio civil, ni el matrimonio interconfesional es posible. En caso que una pareja de ambos miembros judíos o musulmanes, decidiera unirse en matrimonio civil, deben hacerlo fuera del país, siendo el lugar predilecto de los israelíes, por su cercanía, Chipre. Asimismo una pareja interconfesional, de un judío con un cristiano, o de un católico con un musulmán deberían optar por el mismo procedimiento. Las estadísticas de matrimonio y divorcio se refieren pura y exclusivamente a los matrimonios registrados como tales. Según un estudio publicado recientemente por la organización israelí «Nueva Familia», el 6% de las parejas israelíes cohabitan sin haberse casado formalmente en el marco del matrimonio religioso. Según los datos de esta organización, Israel se encuentra junto con España y Portugal en el extremo inferior de la cohabitación sin matrimonio, mientras que Finlandia y Dinamarca se encuentran en el extremo opuesto.
Las estadísticas deben ser estudiadas cautelosamente
La peculiaridad del matrimonio civil-religioso en Israel, nos obliga a realizar una lectura cautelosa de las estadísticas cuyos datos se refieren sólo a las parejas casadas a través del matrimonio religioso y sólo a aquellas parejas que han logrado obtener a su divorcio religioso.
Boda judía
La información no cuenta las parejas que se separan sin desear el divorcio religioso o sin haber finalizado la larga tramitación que deben pasar en los tribunales rabínicos o que no finalizan el trámite por la oposición de una de las partes, que al tiempo de negar el divorcio conviven o no en nuevas parejas. Si bien el divorcio necesita consentimiento de ambas partes, la tradición religiosa judía privilegia todavía al hombre, y se cuentan en miles los casos de mujeres que no pueden volver a casarse porque sus cónyuges se niegan a concederles ese derecho. Este es un fenómeno peculiar que todos tratan de subsanar, pero sin lograrlo.
El divorcio es parte de la cultura judía desde la época bíblica. El concepto de indisolubilidad matrimonial es ajeno tanto al judío ortodoxo más observante como al más liberal de los seculares. El judaísmo ha entendido desde siempre que hay vínculos que es mejor terminar que perpetuar, mientras las causales de divorcio no siempre son las adecuadas a la realidad cambiante de esta era.
Edades de casamiento
La estipulación del popular Tratado de los Padres, texto enseñado por generaciones, según la cual, la edad de la boda es los 18 años, casi no tiene seguidores en la práctica. Recordemos que la mayoría de los jóvenes de esa edad, tanto hombres como mujeres, están enrolados en las filas del Ejército de Defensa de Israel, hasta los 21 por lo menos, después del cual tomarán vacaciones, por lo general paseando por países alejados, después vendrán los estudios universitarios y recién después el matrimonio. Sólo los sectores de judíos observantes responden de alguna manera a la ancestral costumbre del matrimonio joven. Pero aún en estos sectores la edad de contraer matrimonio, va en aumento.
La mayoría de edad para contraer matrimonio, es de acuerdo a la ley israelí de 17 años, tanto para hombres como para mujeres, pudiendo contraer matrimonio a los 16 años si se obtiene una autorización del juzgado.
La edad promedio de edad en las primeras nupcias es actualmente de 28 años en los hombres y 24 en las mujeres frente a 33 y 31 respectivamente en Suecia y 23 y 19 en el Yemen.
En el sector secular es más que común que la pareja conviva algunos años antes de realizar la boda, lo que influye también en la postergación de la edad matrimonial y en el nacimiento de los hijos
Acerca de algunos mitos
El modelo colectivista de kibutzim y moshavim, paradigma de la organización comunitaria de los principios del Estado de Israel, se ha reducido a la mínima expresión y sus cambios provocan que no tengan influencia en la sociedad en general
La revolución sionista en sus inicios, había depositado en el colectivo de la vida del kibutz, las funciones de la familia tradicional, tanto en el área económico como en el educativo. La familia debía liberarse de sus contactos emocionales y dejar de lado sus conflictos. El niño de esa sociedad debía estar libre de los temores que acompañaron a sus padres cuando vivían en sus países de origen, la mayoría provenientes de Europa del Holocausto y de los países árabes donde se les perseguía, debía ser libre, criarse junto a la naturaleza y gozar de una gran seguridad personal. La “casa de los niños” era el lugar donde los pequeños vivían. El colectivo era concebido como una gran familia. Los niños eran hijos de la comunidad. La familia definida por Mardok (1949) como» un grupo social caracterizado por un techo en común, sociedad económica y de nacimientos, que incluye adultos de ambos géneros. Y por los menos dos de ellos mantiene relaciones sexuales de acuerdo a las normas aceptadas socialmente y en la que hay por los menos uno o más niños propios o adoptados” fue cuestionada y reemplazada por la sociedad comunal. Mientras que en los sectores urbanos de la sociedad israelí la familia se tornaba como en todo Occidente en paradigma universal al cual había que aspirar. Rápidamente, la segunda mitad del siglo XX con su desarrollo tecnológico, social y científico aceleró la caída de la familia primaria moderna y abrió el camino hacia las variables que nos presenta la postmodernidad. También hoy en Israel se encuentran parejas que se aman y que firman acuerdos contractuales antes de sus nupcias sobre sus bienes, sobre como dirimir su divorcio si se produjera y sobre su propia dinámica. Los padres son socios en la crianza y en la educación y ambos trabajan fuera de sus hogares. La familia uniparental, mayormente formada por mujeres (alrededor del 96% de los niños que viven en familias uniparentales lo hacen con las madres) y familias unisexuales también forman parte del espectro israelí. Se estima que el 17% de las familias en Israel son uniparentales, encontrándose en las estadísticas junto a Italia, Francia y Bélgica. La mayor parte de las mismas, están compuestas por mujeres divorciadas o viudas. El fenómeno de las mujeres solteras que deciden tener hijos está en aumento, pero Israel se encuentra en el último lugar si se comparara con Europa.
Mujeres y feminismo
Como en todos los países de Europa, también en Israel se presenta un feminismo militante. La mujer ha mejorado su espacio en la sociedad pero dista aún de ser contar con una situación ideal. Las mujeres de 25 a 54 años, que trabajan, son alrededor del 68%, mientras que en España son el 61%, en Japón el 67% y en Suecia el 85%. De las mujeres que trabajan, una de cada cinco está empleada en educación. Sin embargo, el salario de la mujer alcanza en promedio sólo al 60% del salario del hombre, a pesar de la ley de igualdad de oportunidad laboral y de igualdad de salario. Si bien la representación femenina en el parlamento ha ido en ascenso en los últimos años, llega al 15%, comparado con el 42% de Suecia y el 30% de Argentina.
Madre con bebé
Las tareas de la ama de casa, no son reconocidas a los efectos de las normas impositivas y todos los servicios referentes al cuidado de los niños no son registrados por la impuesto a la ganancia como un gasto que pueda deducirse del pago de impuestos. Gran parte de las madres «dejan» sus salarios en guarderías y en el pago de las personas que vienen a cuidar a los hijos en sus casas o que los llevan a las suyas, sin poder pedir devolución ni de un centavo por esa erogación.
La revolución femenina en la Ortodoxia Moderna
Pero la verdadera, y hay quienes dicen que es la revolución más importante del judaísmo en los últimos 100 años, se está gestando justamente en los sectores de la ortodoxia moderna.
Este cambio se presenta en tres dimensiones particulares y significativas: El estudio, el desempeño de los cargos públicos, y el ritual religioso.
La mujer judía ortodoxa ha ingresado, en los últimos decenios, en esferas de conocimiento hasta entonces vedadas para la mujer. Si bien la mujer judía era tradicionalmente alfabetizada en el idioma vernáculo muchas veces más que sus vecinas gentiles, conforme a la visión histórica tradicional el conocimiento de los textos canónicos del judaísmo y sobre todo del Talmud, escrito en hebreo y arameo, no le eran permitidos. Hoy, se está produciendo una verdadera revolución cuando niñas y jóvenes estudian los textos sagrados de la misma manera que lo hacen sus congéneres masculinos. El mundo masculino no está aún maduro, ni siquiera en esos sectores, al diálogo igualitario con la mujer acerca de asuntos religiosos. El acceso de las mujeres a ese tipo de conocimiento, está provocando verdaderos cambios sociales, algunos dolorosos. Las jóvenes comienzan buscando expresiones propias a su fe y religiosidad. Buscan elegir pareja con aquellos jóvenes que valoren sus conocimientos y no con quienes aún las condenan o se burlan de su formación. Si bien en el judaísmo ortodoxo, el único oficial en el Estado, no hay jueces religiosas ni rabinos mujeres, hay quienes sostienen que ese día se acerca cada vez más. En la actividad judicial en tribunales de derecho familiar, abogadas rabínicas representan y luchan a favor de los derechos de la mujer en el marco de la Ley Religiosa. En el área familiar, actúan particularmente, consejeras que aplican las normas religiosas, reemplazando de facto parte de las funciones rabínicas tradicionales. Estos cambios han generado un sacudimiento importante en la institución rabínica, y han puesto sobre el tapete la necesidad de incorporar a la mujer, en todos los ámbitos de la sociedad religiosa. El área sinagogal y ritual, también ha recibido su cuota de atención. Grupos de oración de mujeres se organizan en casas privadas, y en sinagogas (recordemos que en el rezo público de la ortodoxia, las mujeres y los hombres se separan). Funciones litúrgicas que desde el punto de vista normativo son permitidas para la mujer, pero que habían quedado postergadas socialmente, vuelven a resurgir, como parte de la verdadera manifestación espiritual de la mujer judía que desea conciliar su vida moderna con el Servicio Divino. Particularmente fuera de Israel, otros sectores del judaísmo habían ya consagrado el ingreso de la mujer en el culto sinagogal.
Israel entró en este milenio con un mosaico de heterogeneidades en el ámbito de la familia en espera de que el yunque de acero que los fundadores del Estado creyeron podría convertir Israel, funcione homogeneizando. Parece más que improbable que ello suceda, por lo menos en los próximos decenios.
Autora: Ethel Katz de Barylka. Fuente: Mujer y judaísmo