Nuestros abuelos bajaron del barco con los bolsillos vacíos y las maletas repletas, un diccionario implacable y los recuerdos del resplandor de la casa europea. Los afortunados, los que lograron saltar el mar del abismo para empezar desde cero, no tuvieron más opción, desde ese mismo amanecer, que trabajar para sustentar al cuerpo. Sus hijos,