En su libro “Mahamarei HaReaya” (Pág. 149) explica el Rav Kuk que la sucá es para nosotros como una fortaleza, como dice el versículo “los ocultarás en Tu sucá de las conspiraciones de los hombres” (Tehilim 31:21): La suká es un lugar donde se puede esconder de los que intentan atacarnos. Y también encontramos en la formulación de la Gmará (Arajin 32B): “Y los protegerá su mérito como una suká” – la suká es capaz de proteger. A primera vista, es muy extraño: Cómo podrá una vivienda provisoria como la suká proteger de alguna forma? Y más aún, ¿cómo podrá constituir el símbolo del refugio y la seguridad. Sobre todo cuando según la halajá no hacen falta cuatro paredes, sino que alcanza con “dos paredes como corresponde y un palmo” – cuando las paredes construidas a duras penas son la mayoría. ¿Cómo podrá una construcción endeble como esa convertirse en una fortaleza que proteja frente a todo enemigo?
Explica el Rav Kuk que justamente cumpliendo la mitzva de la suká le hacemos saber a todo el mundo que la verdad eterna es que la suká – que se construye en forma tan endeble, hasta tal punto que según su aspecto exterior no merece ser llamada ni siquiera “casa” – justamente ella es la más adecuada para ser nuestra fortaleza frente a todo enemigo y atacante. Y si alguna persona que mira la suká por fuera, con su aspecto tan provisorio, se preguntará a sí mismo: “Cómo podrá esta suká, que está abierta por todos lados convertirse en una fortaleza?”, se podrá contestar a sí mismo que no es la resistencia física de sus mamparas endebles la que nos protege, sino que la Ley Divina que actúa en ella, la palabra de D’s, que decretó que en los días de esta festividad kedoshá (santa) esa endeble edificación es nuestra casa!. De forma que no son los medios físicos los que nos protegen, sino que justamente la Ley Divina que rige en ellos.
En el libro “Nejemia” (Cáp. 8) está escrito: “Por manera que toda la comunidad de los que habían vuelto del exilio se hicieron Sukot, y habitaron en las mismas, pues desde los días de Yehoshua, hijo de Nun, hasta aquel día no habían hecho así los hijos de Israel”. Cómo puede ser que desde los días de Yehoshua – durante toda la época del primer Beit HaMikdash (El Templo) – los hijos de Israel no construyeron Sukot?. Y así formula esa pregunta el Malbi”m en su comentario allí: “Es muy extraño que Am Israel (el Pueblo de Israel) no construyó sukot desde la época de Yehoshua hasta ese momento”). El Jatam Sofer (Torat Moshé, Parashat Haazinu) contesta esa pregunta basándose en un versículo anterior, que dice “conforme a lo escrito” (Nejemia 8:15): Ellos construyeron suká mínima, de “dos paredes como corresponde y un palmo”, a pesar que no es la forma más adecuada de cumplir la mitzva con plenitud (ver allí, por qué lo hicieron de esa forma). Y no habían construido ya hacía mucho tiempo sukot de ese tipo.
Según la explicación del Rav Kuk, se puede entender por qué en esa época, la época de Ezra y Nejemia, construyeron justamente de esa forma las sukot, y no cumplieron la mitsvá en forma plena, construyéndolas con cuatro paredes: En la época de Ezra, los exiliados que regresaron a la tierra eran pocos y la situación era muy difícil, como dice el versículo “de esta suerte estábamos trabajando en la obra [de la reconstrucción de la muralla de Yerushalaim], y la mitad de los trabajadores tenían asidas las lanzas desde el despuntar del alba hasta que salían las estrellas” (Nejemia 4:15). Los gentiles se burlaban de ellos: “Qué están haciendo esos judíos desgraciados?” (Nejemia 3:34). En esa situación de debilidad, era necesario fortalecer la moral del pueblo y devolverle la seguridad en sí mismo: La fortaleza del pueblo no reside en su cantidad numérica, sino que justamente en su calidad espiritual. Y eso lo lograron construyendo una suká, en la que no son sus paredes las que protegen, sino que el espíritu que se esconde en ella.
Y como en la época de Ezra, también hoy en día necesitamos fortalecer la moral nacional. Como escribió el Rav Kuk: “Y de ello podremos aprender para todas las generaciones, porque también para la construcción de nuestra casa nacional necesitamos fortalecer primeramente el aspecto espiritual. Y si bien las armas nuevas y sofisticadas son capaces de perforar también las fortalezas más herméticas, y pueden vencer gruesas murallas de metal, ellas no son capaces – y no hay ninguna herramienta que sea capaz – de derribar la fuerte muralla de la Ley producto de la palabra Divina. Y de ello aprenderemos que la palabra de D’s, Sus leyes y mitsvot son nuestra fortaleza eterna – también ahora, cuando nos disponemos a reconstruir nuevamente nuestra casa nacional en la tierra de nuestros antepasados, y necesitamos fortalecer el espíritu, que será la fuente de nuestra capacidad de resistencia”.