Vezot Habrajá es la última parashá de la Torá. Y a diferencia del resto de las parshiot, se prescribe leerla siempre en Simjat Torá. Dado que no tenemos nunca un Shabat para leerla, dejamos de comentarla y creo que el esfuerzo de estudiar semanalmente la parashá, merece que nos aboquemos a ella antes de concluir con el ciclo de lectura en unos pocos días.
Vezot Habrajá: Reconocer la bendición
Estamos terminando de leer nuevamente toda la Torá. El rollo muestra el camino recorrido. Grueso de un lado, fino del otro. El ancho de uno de los lados del Séfer Torá atestigua que semana a semana hemos posado nuestros ojos en cada uno de los párrafos, en cada uno de los interrogantes, en cada uno de sus misterios. Y aquí nos encontramos en esta extraña sensación de saber que lo hemos logrado, que hemos culminado y que, sin embargo, en ese mismo momento tenemos que volver a comenzar.
Una lógica tan distinta a las lógicas lineales de nuestro tiempo. Cuando uno termina de leer un libro, lo cierra y lo guarda en la biblioteca. Cuando uno se gradúa en la universidad, el último día le dan un diploma… ¡no le piden que comience a cursar primer año nuevamente!
Terminar para recomenzar. Saber sin soberbia, porque mientras tengamos vida, siempre tendremos más por descubrir.
Y quizás sea por eso, que más allá del contenido puntual de esta última parashá, tengamos el honor de terminar su lectura con la toma de conciencia: “Vezot Habraja” “Y ésta es la bendición”.
En general los ciclos de cierre siempre conllevan cierta sensación de tristeza por lo que se termina, nostalgia por lo que no va a volver, angustia por lo que no pudimos hacer mientras lo transitábamos y ahora llegó a su fin.
Y aquí, el pedido es exactamente opuesto. Al terminar “Vezot Habraja”, ésta es la bendición. Mira el desequilibrio que tiene el rollo de la Torá y reconoce que todo ese camino lo transitaste tú, con errores y aciertos, con más conciencia a veces, con más liviandad otras. “Vezot Habraja”, ésta es la bendición, la de tener la valentía de mirar el trayecto recorrido y dar cuenta de que cada final es nuevo comienzo.
Así como con el texto, así con la vida y sus ciclos, así con nuestros estados de ánimo. No por casualidad durante más de 2000 años el pueblo de Israel no renunció a leer del rollo, no lo reemplazó por sofisticados libros o por soportes electrónicos. Porque la circularidad del rollo porta todo el mensaje. La Torá es una sola, más allá de sus divisiones en libros, en capítulos, en versículos. No dejamos nada guardado. En cada tefilá que la levantamos y decimos “Vezot haTora asher sam Moshé…” Y ésta es la Torá que puso Moshé delante del pueblo de Israel…”, no mostramos sólo lo que leímos, sino que todo el Séfer Torá es mostrado en alto, porque ése el secreto que transforma este “libro” en un texto sagrado.
Somos totalidad y misterio como el rollo de la Torá y no podemos mirar nuestras vidas y nuestras historias en porciones segmentadas. Somos un todo siempre, a veces poniendo de relevancia nuestras partes más consolidadas, otras, nuestras flaquezas.
Leemos, guardamos lo que leímos y avanzamos, llevamos en nosotros todo lo transitado y seguimos adelante. Y el día que parece terminarse, se nos prescribe comenzarlo todo desde el principio. Y fíjense que no digo “de cero”, sino que digo “desde el principio”, porque cada comienzo es la oportunidad de volver a leer la creación y volver a creer en la posibilidad de volver a crearnos y creernos a nosotros mismos.
Y eso es bendición: “Vezot Habraja”. La capacidad de no renunciar a volver a comenzar, a tomar lo vivido como enseñanza para retomarnos desde el inicio, para no condenarnos por lo que no nos gusta de nosotros, sino repactar con nuestro propio texto, volver el rollo hacia el comienzo y salir de nuevo al texto, con renovadas esperanzas.
Es tan interesante, que esta parashá no tenga asignado un Shabat para ser leída públicamente, para no identificar un día especial con la conclusión de la Torá y quizás para completar el trabajo del alma que vinimos haciendo durante estos días tan intensos y reforzar nuestro compromiso con la reparación, el nacer de nuevo al año que acaba de comenzar.
Nos deseo feliz conclusión y feliz recomienzo.
Que así como esta festividad es llamada Simjat Torá, la alegría de la Torá, nuestros renovados inicios nos hagan recuperar la alegría. Y esto no implica no ver lo que nos duele, no sufrir con lo que nos hace daño. De ningún modo. Con esto quiero decirles, que mirar la bendición es una condición del alma, cuando no se deja sucumbir ante la adversidad, cuando no pierde la capacidad de mirar más allá de las circunstancias y reconocer lo que se tiene, lo que se puede y lo que todavía queda por hacer.
¡Shabat Shalom y Moadim lesimjá!
Rabina Silvina Chemen