PÉSAJ: Rescate de la experiencia existencial

EL SEDER RESCATA LA AUTÉNTICA EXPERIENCIA EXISTENCIAL

Ve a Egipto y toma a los reprimidos, a los explotados, a los esclavos, a los miserables, a los sometidos, a los perseguidos, busca a quienes tienen todavía algo en su corazón, a quienes no cambiaron sus nombres, ni su idioma, y conviérteles en un pueblo… diles a los oprimidos, a los pobres, a los indigentes, a los infortunados, a los humildes, a los dolidos y rebajados, lo que no saben, lo que no pueden entender sometidos al yugo de Faraón: que son esclavos. Su dolor es tan fuerte y sus presiones tan dolorosas, que no podrán creer. Ábreles los ojos con toda la fuerza de tu mano y libérales. Haz de esos gusanos seres humanos… de esos hombres y mujeres un pueblo, de ese polvo una tierra” – Así se resumía la epopeya del Éxodo. Así describía esa gesta, que toda generación de judíos debe ver como propia. Y en toda generación y en cada lugar, hay personas que están esperando que alguien les revele su estado, les abra los ojos, les permita un mínimo de autoestima, les devuelva el amor propio, los saque de su miserable estado y les conduzca a la Tierra Prometida.

Nuestra práctica nos dio un instante de recreación de ese proceso con didáctica precisión, basada en las Escrituras que nos ordenaron: “Acuérdense de este día en que salieron de Egipto, de la casa de servidumbre, pues H’ os ha sacado de aquí con mano fuerte; y no coman jametz”… “Así cuando H’ te haya introducido en la tierra de los cananeos,… que juró a tus padres que te daría, tierra que mana leche y miel, celebrarás este servicio en este mes. Siete días comerás matzot y el día séptimo será fiesta para H’. Se comerán matzot durante siete días, y no se verá jametz, ni levadura en todo tu territorio. En aquel día harás saber a tu hijo: ‘Esto es con motivo de lo que hizo conmigo H’cuando salí de Egipto’” (Éxodo 13:3-8).

Durante todas las generaciones, hasta hace muy poco, no se encontraba jametz en ningún hogar judío. No se necesitaron inspectores ni policías que hicieren cumplir con la norma. La Ley era obedecida con alegría. No se había perdido la conciencia de la libertad pese a todas las persecuciones y humillaciones. Y habían otros recordatorios cotidianos: “Y ésto te servirá como señal en tu mano, y como recordatorio ante tus ojos, para que la ley de H’ esté en tu boca, porque con mano fuerte te sacó H’ de Egipto”… También el Seder tenía otra forma, no era sólo un encuentro gastronómico o social. No era una vivencia del pasado lejano ni una recreación. Es vivir el momento liberador. Es hacer historia. Por un lado, está realmente abierto a todo necesitado. Las puertas se abren de par en par y nadie queda afuera. Se cerraban únicamente por las amenazas de quienes no podían tolerar el festejo de Pesaj, porque les parecía subversivo. Comunidades enteras debían entornar sus puertas para que los enemigos de la libertad no se enteraran de la gesta liberadora. El seder como toda verdadera educación, es siempre subversiva para los regímenes y las personas autoritarias…

Por una noche, la solidaridad es ejercida, reaprendida, aplicada, para poder ser ejercida durante todo el año a fin que no queden desaventajados sociales. Es un práctico ejercicio liberador que debemos recuperar, porque sin él no hay seder. Usando adecuadamente los recordatorios cotidianamente, podremos vernos saliendo de la esclavitud, pese a que nosotros no tenemos un Moshé y la Voz se escucha raramente. Debemos emprender ese proceso estando solos, y buscando a quienes, solos como nosotros, deseen formar una comunidad libre. Para ello debemos asumir antes que nada que no somos libres, que estamos sumergidos en la ajenidad, que no nos autodeterminamos, que respondemos a los estímulos de los otros, que hablamos sus idiomas y nos manejamos en sus códigos. Y, que apurados debemos liberarnos, ya no hay tiempo que perder, no podemos perder la oportunidad, porque al perderse es más que seguro que no se repetirá.