PARASHAT ITRÓ: La paradoja del Shabat

El pasado día 28 de diciembre falleció Amos Oz, de bendita memoria, noticia que me apenó profundamente pues sus libros y muchos de sus pensamientos me han acompañado siempre. En el año 1982, el año en que nací, publicó “Un descanso verdadero” (en hebreo M’nujá n’joná), en donde narra lo diversa que puede ser la búsqueda del sosiego. Yonatán, un joven israelí que nunca ha salido del kibutz, atado a la tierra, ansía escapar y huir: su descanso es huida. Sin embargo Azarías, el joven de la diáspora, errante y aventurero, está cansado de caminar: su descanso es apego. ¿Abandonar el kibutz o refugiarse en él? Yonatán y Azarías coinciden en el lugar y en el tiempo, pero el mismo lugar y el mismo tiempo inspiran a cada uno direcciones opuestas.
Me acordé de Amos Oz al leer la porción de esta semana porque en ella (versículos 20:2-14) la Torá nos enumera las diez palabras (a las que algunos se refieren de manera errada como “diez mandamientos”) y la cuarta palabra (v. 20:8) es precisamente zajor (“¡Recuerda!”), ¿el qué? Et yom ha-Shabat (“el día de Shabat”). La palabra hebrea Shabat (שבת) deriva del verbo shavat (שבת), descansar y también cesar, concluir, pero curiosamente se parece mucho a sh’vit (שבית) y sh’vut (שבות) esclavitud o cautividad. Me vienen a la mente los larguísimos listados de do’s and don’ts asociados para muchos judíos a este día, el séptimo de la semana, en el que debemos cesar toda labor y descansar. Esta catedral en el tiempo, como la llamó Abraham Joshua Heschel, puede convertirse así en un lugar del que escapar o en el que refugiarse: un descanso verdadero o una esclavitud, un apego o una huida. Cada judío según sus circunstancias emprenderá direcciones diversas en la búsqueda de su Shabat.
Esta diversidad queda reflejada también en la Torá pues dos veces se intenta trasladar al lenguaje el significado del Shabat y cada vez el texto lo hace de manera distinta:
– En Éx. 20:8 la Torá dice zajor (et yom ha-Shabat), “¡Recuerda!”
– En Deut. 5:12, sin embargo, dice shamor (et yom ha-Shabat), “¡Guarda!” “¡Cuida!”
Los sabios, de bendita memoria, nos dicen en el Talmud (Bavlí, Sh’vuot 20b) que zajor y shamor fueron pronunciadas como una única palabra, es decir, mediante una muestra impronunciable (b’dibur ejad ne’emaru) que escapa a la linealidad y a la temporalidad del lenguaje y añaden:
מה שאין הפה יכול לדבר ומה שאין האוזן יכולה לשמוע.
“(…) que la boca no puede decir y la oreja no puede escuchar o entender”. El Shabat no se puede exponer en palabras para ser entendido, ni siquiera lo podemos entender. ¿Qué es pues el Shabat? En el Midrash (Sifrá, B’jukotay 1:3) se explica que cuando la Torá pronuncia zajor (“¡Recuerda!”) quiere decir asé (עשה) “¡Haz!”, haz para santificar (separar, diferenciar el día mediante señales, ritos o costumbres), y cuando pronuncia shamor (“¡Guarda!”) quiere decir al ta’asé (אל תעשה) “¡No hagas!”, cesa de las labores que ocupan el resto de tu tiempo. Hacer/No hacer que de nuevo se revelan simultáneamente, significados mediante una única palabra. Recuerda y haz; guarda y no hagas.
¿Qué hacer/no hacer para que el séptimo día sea realmente Shabat? Cómo el simple descanso, m’nujá, se convierte en descanso verdadero, m’nujá n’joná, depende de cada cual. Lo que la boca no puede expresar ni la oreja entender, tampoco podemos escribirlo en libros o detallarlo en preceptos. El Shabat no se estudia, sino que se obtiene. Consiste en recordar y en cuidar: en diferenciar y en cesar. Se interrumpe el trabajo y se colocan hitos para separar un tiempo en la semana y llamarlo “santo”. Al igual que el “lugar” en el que Jacob pasa la noche después de huir de la casa de sus padres, el mundo sigue su travesía antes y después de empezar el Shabat. El “lugar” era el mismo antes de acostarse por la noche y al despertar por la mañana, pero soñó mientras dormía. El sueño de la escalera fue para Jacob como un interruptor. Jacob despierta y dice: “Ciertamente Dios está en este lugar y yo no lo sabía”. Y tuvo miedo y exclamó: “¡Qué terrible es este lugar!” Terrible, pero también maravilloso. Cuando el Shabat comienza ocurre de igual manera. Reencontramos el ser y el tiempo. Revisitamos la presencia del Eterno acontecer del ser y del tiempo. Podemos descansar. Podemos ser. A veces el descanso nos revela que lo más importante lo hemos dejado de lado y no lo sabíamos, y este descubrimiento nos aterra. Ese temor es sin duda maravilloso.
El significado del Shabat es impronunciable, pero incluso lo que no se puede decir sí se puede mostrar, decía el filósofo Ludwig Wittgenstein. Lo saben las manos, al atrapar el calor de las luces el viernes a la noche, y los ojos cuando las palmas templadas los cubren, y la oreja cuando recibe la melodía de una bendición. Lo saben los labios y la boca cuando sienten la dulzura del vino que simboliza el deleite, pues el descanso de verdad es un descanso que nos llena de serenidad. Lo saben los brazos cuando levantan los panes en la mesa, alrededor de la cual los invitados (o los perros echando una ojeada desde el suelo) disfrutan la belleza del mantel y la vajilla de días festivos y los paladares empiezan a salivar a la espera de saborear los alimentos preparados (por humildes que sean). Podría traer aquí más metáforas y no serían bastante para expresar el significado del Shabat. El Shabat se vive y puede mostrarse, pero no resumirse en una lista de do’s and don’ts, porque lo que simultáneamente nos dice “¡Haz!” y “¡No hagas!” nos sitúa en la paradoja (del griego parádoxa παράδοξα, plural de parádoxon παράδοξον “lo que está más allá de la ley”). Lo paradójico es extraordinario, increíble, no común. Lo que está más allá de la ley no puede explicarse como mandamiento, ¡sería un insulto! El descanso judío es rebeldía, no preceptos. El Shabat verdadero de fulanito y de menganito pueden ser muy dispares, incluso estar orientados en direcciones opuestas, al igual que Yonatán y Azarías en el kibutz en la obra de Amos Oz.
La Torá dice: recuerda y cuida l’kad’shó “para separarlo”. Recuerda. Acuérdate de hacer que el día sea extraordinario. Guarda. Cuídate de no hacer para poder ser y así hallar el descanso que para ti es verdadero.
Autor: Adiel Cangado