Seguimos explorando la ritualidad del libro de Vaikrá y encontramos unos versículos en los que creo que debemos detenernos. Pero para ello tenemos que entender en qué contexto estamos:
Repasemos algunos versículos de Vaikrá, capítulo 6, que detalla el ritual para cada ofrenda que deberán seguir los sacerdotes:
12 Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.
13 El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
14 Esta es la ley de la ofrenda: La ofrecerán los hijos de Aarón delante de Adonai ante el altar.
15 Y tomará de ella un puñado de la flor de harina de la ofrenda, y de su aceite, y todo el incienso que está sobre la ofrenda, y lo hará arder sobre el altar por memorial en olor grato a Adonai.
16 Y el sobrante de ella lo comerán Aarón y sus hijos; sin levadura se comerá en lugar santo; en el atrio del tabernáculo de reunión lo comerán (…)
18 (…) Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones tocante a las ofrendas encendidas para Adonai; todo aquél que tocare en ellas será santificada.
(…)
25 Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio expiatorio: en el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de Adonai; es cosa santísima.
26 El sacerdote que la ofreciere por el pecado, la comerá; en lugar santo será comida, en el atrio del tabernáculo de reunión.
27 Todo aquél que tocare su carne, será santificado (…)
Sé que la lejanía con estos temas nos provoca una lectura distante: harina, fuego, animales degollados y la tarea de unos funcionarios del culto que ya no cumplen ninguna función en nuestros días.
Pero volvamos a los versículos subrayados.
Pocas veces me detuve en ellos. Mientras que en otros versículos del libro de Vakrá sí fijé mi atención, cuando describen cómo se contagia la impureza, cuando la Torá habla de cómo se “contagia” la santidad, no reparé en su importancia…
Entonces me voy a buscar en la Torá si este fenómeno aparece en otra parashá:
Durante siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás; entonces el altar será santísimo, y todo aquél que toque el altar será santificado. Shmot 29:37
Los consagrarás (a los utensilios del Tabernáculo) y serán santísimos; todo aquél que los toque será santificado. (Shemot 30:29)
¿Qué pasará en mi memoria selectiva, que recuerdo mucho más las leyes de impureza que las de santidad?
Hemos estudiado que la impureza se transmite en el contacto de un cuerpo con el otro; por eso tanto detalle acerca de la impureza que provoca el contacto con la sangre, con un cadáver…
Quizás podríamos llegar a una conclusión no tanto por las reglas que debían observar los cohanim, sino para nosotros mismos.
En primer lugar, dejar de asociar el “contagio” a lo enfermante y entender que de acuerdo a con quien uno decide compartir espacios, vivencias, momentos, – allí, en ese intercambio- hay posibilidades de impurificarse o de sanarse.
Me parece revelador leer que aquellas ofrendas que estaban consagradas, es decir, ofrendadas con lo mejor del corazón e intención del oferente, con todos los recaudos y cuidados necesarios para que ese animal se convirtiera en una expresión genuina de fe y cercanía, eran portadoras de un mensaje consagrado que se impregnaba en aquél que se ponía en contacto con ella.
Me parece revelador que aquél que tocare un utensilio consagrado, es decir, amorosamente dedicado al servicio de un objetivo importante como el servicio ritual en el Mishkán, también se imbuya con su santidad.
Lo enfermo nos enferma. Lo bello nos embellece.
Ligarnos a experiencias de dedicación por el otro, de motivación y generosidad nos nutre nuestras propias motivaciones y generosidades. Y su opuesto, también.
El inescrupuloso también nos hace a nosotros perder nuestros escrúpulos. El egoísta, el mentiroso, el arrogante nos hace creer que la mentira, la arrogancia y el egoísmo son los mejores caminos para tener éxito en esta vida.
La impureza se contagia en el intercambio de personas, la santidad también.
La apatía es contagiosa, la alegría también.
La indiferencia es contagiosa, la esperanza, también.
No tenemos Mishkán, ni rituales sacrificiales. Hoy la santidad tiene otros nombres. Pero en esencia intuyo que estamos hablando de lo mismo.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.