Vivimos buscando la novedad, la última moda, los colores cambian, los modelos tecnológicos van quedando obsoletos, lo repetitivo es señal de achatamiento.
Vivimos convencidos de que esto está bien, que tenemos que innovar y buscar siempre lo que no tenemos, para crecer.
Vivimos denostando la perceptible vida cotidiana con sus ritmos repetitivos, con sus rutinas y hábitos… porque nos hunden en el aburrimiento vivimos aburridos. Y no sabemos por qué ya casi nada nos entretiene… y ya nada nos encanta.
Y cuando nos entusiasmamos con algo, inmediatamente sentimos que no podemos estancarnos y vamos por otra cosa. Extraña época vivimos como humanidad, con todas sus contradicciones y sus vértigos.
El trabajo se concibe y se defiende inestable y variable, la amistad, como algo aleatorio y cambiante; el amor como pasible de ser descartado a la menor dificultad, los viajes, como expediciones exprés. La cuestión es entretenerse desde un ayer olvidado hasta un mañana por olvidar.
Inmediateces físicas y metafísicas que engendran fundamentalismos de todo tipo que puedan contener tanto relativismo.
Atrás quedaron la capacidades reflexivas plenas y autocríticas y el deseo de encontrar, una vez más, el difícil equilibrio entre el tiempo y la duración, entre la contingencia y la necesidad…
Toda esta introducción tiene que ver con la parashá de esta semana y de las próximas semanas en las que recurrentemente leeremos sobre la puntillosidad de la actividad en el Tabernáculo- el Mishkán con la inauguración de la vida ritual para nuestro pueblo.
Esta semana, entre las prescripciones sobre las vestimentas y las tareas de los kohanim- los sacerdotes, aparece la orden de Dios para que todas las mañanas y todas las tardes, se ofrezca un carnero en el Altar del Mishkán. Estas ofrendas deberán ser acompañadas por una ofrenda de harina, y libaciones de vino y aceite.
«Se ofrecerá una oveja por la mañana y otra por la tarde» (Shmot 29:39)
¡Todas las mañanas y todas las tardes un carnero en el altar!
¡Todas las mañanas y todas las tardes!
Al shlosha devarim– sobre tres cosas- haolam omed– el mundo se sostiene; dice Pirkei Avot 1:2
Sobre la Torá – el estudio, el conocimiento.
Sobre la Avodá – el servicio al Eterno, la plegaria, en nuestros días.
Y sobre Guemilut Jasadim – los actos de bondad y generosidad.
Me quiero quedar con la palabra Avodá – que en la Mishná está ligada al aspecto ritual de nuestras vidas, y que se complementa con el saber y el hacer: la Torá y Guemilut Jasadim. Avodá es servicio, y también trabajo.
La fe que se inaugura con esta ritualidad, lejos de ser un aspecto espiritual, volátil, intangible exige un esfuerzo enorme y cotidiano; un entrenamiento profundo en la disciplina, en la ciclópea tarea de sostener una práctica consecuente entre lo que decimos y hacemos. Todas las mañanas y todas las tardes…
El rabino inglés Jonathan Sacks, comentando esta parashá trae una agadá (un texto exegético rabínico que no determina ningún comportamiento legal) citada en la introducción al comentario HaKotev a Ein Yaakov, una colección de textos agádicos del Talmud.
Varios sabios presentaron su idea acerca de cuál es el “klal gadol ba’Torá, «el gran principio de la Torá». Ben Azzai dice que es el versículo: «Este es el libro de las crónicas del hombre: el día que Dios creó al hombre, lo hizo a semejanza de Dios» (Bereshit 5: 1). Ben Zoma dice que hay un principio más abarcador: «Shemá Israel-Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor es uno»(Devarim 6:4). Ben Nannas dice que hay un principio aún más abarcativo: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Vaikrá 19:18). Ben Pazzi dice que todavía encontramos un principio más abarcador. «Se ofrecerá una oveja por la mañana y otra por la tarde» (Shemot 29:39). Y la ley sigue a Ben Pazzi.
«Se ofrecerá una oveja por la mañana y otra por la tarde» es lo que leemos en nuestra parashá esta semana. ¿Acaso es más importante que sabernos creados a imagen y semejanza de Dios o a la proclamación de nuestra fe en este Dios Uno o al amor al prójimo como a uno mismo?
Quizás sea hora de entender que ni los discursos sobre el amor, ni la proclamación de fe se mantienen sinceros y genuinos si no sostenemos una conducta diaria, comprometida y habituada que nos enraíce con la vida de todos los días.
Hay un riesgo; la de ser tentados por los grandes slogans, las fantásticas oleadas de las modas y las nuevas tecnologías, mientras que el desafío es comprender que, si no tenemos una tierra firme, poco sustentables serán nuestros vuelos y nuestras grandes ideas.
Cuando todo es transitorio, fugitivo y contingente y cuando no podemos sostener nada como eterno e inmutable nos quedan pocas de base firme para construir hacia lo alto.
Un cordero a la mañana y otro a la tarde, todos los días; sin cámaras de fotos ni publicidades que lo cubran. Todos los días, la pequeña cuota de trabajo sagrado que me conecta con mi día a día, con una fe que me hace vivir la cotidianeidad con sentido, de una construcción colectiva que se congrega alrededor de un ritual que se hace a la mañana y a la tarde, todos los días, todos los días…
¿Desde cuándo la palabra rutina pasó a ser mala palabra? ¿Por qué nos da tedio volver siempre a casa, encontrarnos con los chicos y jugar con ellos, preparar la comida, sentarnos juntos, levantarnos y saludarnos, llamarnos todos los días para ver cómo estamos, visitar a nuestros viejos, desearnos buenas noches con un beso?
Todos los días, mañana y tarde… porque allí está la grandeza de la avodá- ésa que sostiene al mundo- el trabajo que es servicio sagrado…
Todos los días, mañana y tarde. Agradeciendo la oportunidad que la rutina te da de hacerte tiempos para la ofrenda y la donación de tu corazón. Es esa rutina la que te fortalecerá para soñar con otros vuelos.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen