כִּי-יִהְיֶה בְךָ אֶבְיוֹן מֵאַחַד אַחֶיךָ…לֹא תְאַמֵּץ אֶת-לְבָבְךָ, וְלֹא תִקְפֹּץ אֶת-יָדְךָ, מֵאָחִיךָ, הָאֶבְיוֹן .כִּי-פָ תֹחַ תִּפְתַּח אֶת-יָדְךָ, לוֹ; וְהַעֲבֵט, תַּעֲבִיטֶנּוּ, דֵּי מַחְסֹרוֹ, אֲשֶׁר יֶחְסַר לוֹ.
«Cuando hubiere en ti un necesitado de uno de tus hermanos… no endurecerás tu corazón, y no le cerrarás tu mano a tu hermano necesitado; sino que abrir le abrirás tu mano, y prestar le prestarás, lo suficiente para su carencia, de la cual carezca él.» Deuteronomio 15:7-8
Estos versículos de parashat Reé son claros y nos identifican con el ser judío desde una perspectiva ética y humanitaria respecto del prójimo. Suena casi como una poesía: no hablan del prójimo sino del hermano y no menciona la obligatoriedad sino la capacidad de tener un corazón blando, sensible, y una mano abierta…
La mano se extiende cuando el corazón entiende lo que le está pasando al hermano. A mí me resulta de una gran ternura.
Sin embargo creo que hay un detalle de estos versículos que lo pasamos por alto cuando leemos de manera general. El final del versículo 8 dice: … “Dei majsoró asher iejsar lo”, lo suficiente para su carencia, de la cual carezca él.
La primera parte creo entenderla: lo suficiente para su carencia, es decir, lo necesario, lo que corresponda. Rashi también agrega: lo suficiente, no más como para que se acomode en la carencia, sino lo que necesita para salir de esa situación de dificultad.
Pero volvamos al texto de la Torá; lo suficiente para su carencia, de la cual carezca él. ¿No es redundante? Su carencia, ¿no es lo que él carece?
Ya nos conocemos y sabemos que las repeticiones son invitaciones a la interpretación o al menos a la curiosidad.
Hagamos un ejercicio y busquemos con qué asociamos la palabra carencia:
Pobreza, hambre, falta de vivienda. En general son situaciones en las que las necesidades básicas no están satisfechas. Leemos en los diarios: “Barrios carenciados, poblaciones carenciadas…”
Creo que esta parte de la Parashá nos advierte acerca de nuestra manera de acercarnos al que necesita y de cómo definimos el concepto de necesidad.
El Shulján Aruj, Yoré Deá explica al respecto: “¿Cuánto es apropiado dar a los pobres? ‘Suficiente para sus necesidades en lo que les falta.’ Si tienen hambre, hay que darles de comer. Si necesitan ropa, hay que vestirlos. Si les faltan utensilios de vivienda, hay que proporcionarles utensilios de vivienda… A cada uno según lo que necesite.”
Lo que intuyo que nos pide la Torá es que descubramos en nuestros prójimos de qué carecen antes de ofrecer nuestra mano tendida. Muchas veces somos nosotros, los que nos acercamos al necesitado los que definimos de lo que carecen: dinero, comida, colchones. Es verdad. Ésas son faltas visibles, pero no creo que la Torá hable solamente de ese tipo de ausencias.
Cada uno de nosotros sabe de lo que carece y de lo que no a pesar de que vivimos en un mundo en el que mostrarse carente es un signo de debilidad. Cada uno de nosotros sabe qué le falta y qué le haría falta para sanarlo.
Antes de tapar el hueco vacío, dice la Torá, tenemos que conocerlo, bucear en la falta, preguntar, acercarnos, ofrecernos, para luego cubrir ese espacio: “de la cual carezca él”, más allá de lo que nosotros veamos o creamos acerca de la satisfacción de las necesidades.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado diciéndole a un amigo o a un hijo: – ¿De qué te quejas, si tienes una casa preciosa, o vas al mejor colegio…? Mirá a Fulano, ¡a ése sí que le fue mal en la vida!
“Su carencia de la cual carezca él” es aprender a respetar los vacíos que cada uno experimenta, conocerlos, entenderlos para poder abrir la mano y ablandar el corazón para poder cubrirlos.
Hay personas carentes de proyectos, de compañía, de sueños, de esperanzas, de abrazos, de sinceridad, de respeto, de reconocimiento, de paz, de amigos, de amor fraterno, de amor de hijos, de amor de padres, de tiempo para ser escuchados, de paciencia, de humildad, de tranquilidad, de fe, de optimismo, de conciencia de la realidad… En fin, cada uno encontrará seguramente más categorías a esta lista.
Cuando hay una carencia es porque alguna vez se tuvo lo que ahora falta o se soñó con lo que no pudo ser. Cuando hay falta es porque hubo idea de completud, una plenitud que fracasó. Y cualquiera sea esa falta, debemos entender que es dolorosa, aunque en apariencia no sea relevante en nuestras categorías. Por eso debemos acercarnos a asistir a quien lo necesita desde sus propias miradas y no desde nuestros paradigmas. Primero se nos pide que prestemos atención con el corazón antes de actuar; porque allí, cuando conectamos con las emociones del otro podremos ofrecer lo que se espera de nosotros.
Algunas palabras relacionadas con la carencia hablan por sí solas: deficiencia – déficit – cobardía – desorganización- escasez – falta- hueco-necesidad – negación – omisión- penuria – pérdida – pobreza – privación – quietud – sequedad- soledad -vacío.
Miren qué interesante esta fuente, Vaikrá Rabá 34:16
“… Hay ocho nombres para una persona pobre: aní, evión, misken, rash, dal, eaj, maj, helecj.
Aní [afligido] significa literalmente “pobre”.
Evión [el que anhela] porque anhela (mitaev) todo.
Miskén [despreciado] porque es despreciado por todos como dice “La sabiduría del pobre (miskén) es despreciada”. (Kohelet- Eclesiastés 9:16).
Rash [empobrecido] porque está desposeído (mitroshesh) de propiedad.
Dal [separado] porque está separado (meduldal) de la propiedad.
Daj[oprimido] porque está aplastado (medujdaj); ve una cosa pero no puede comerla, ve otra cosa y no puede saborearla, y no puede beberla.
Maj [pisoteado] porque es humilde ante todos, como una especie de umbral más bajo.
Helej [vagabundo] o
Jelej [débil].
Por eso Moshé advierte a Israel: «si tu hermano empobrece en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu Dios, te da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano.» (Devarim- Deuteronomio 15:7)”
Es pobre quien no tiene dinero, pero también quien se siente triste y sin consuelo, el que está preso de codicia, el que se percibe marginado, separado, agobiado, sometido, sin rumbo ni esperanza.
Alrededor de nosotros pululan todos estos personajes a los que nuestras miradas muchas veces esquivan porque no nos pertenecen, porque “bastante tenemos con lo nuestro”, porque tienen para sus necesidades básicas entonces: – ¿De qué se quejan?
Todos cantamos en nuestras opíparas cenas de Pesaj, Halajmá aniá:
“Este es el pan de la aflicción que comieron nuestros padres en la tierra de Egipto. Que todos los hambrientos vengan y coman. Que todos los necesitados vengan y celebren/coman Pesaj (ofrenda). Ahora estamos aquí. El próximo año en la tierra de Israel. Ahora somos esclavos. El año que viene seremos libres.”
Y nuestros sabios se preguntan: ¿no es una redundancia que todos los que tienen hambre vengan y coman y todos los necesitados vengan y celebren? Y no. Hay gente pobre de comida. Y hay tantos que adolecen de tantas otras carencias. La verdadera libertad es cuando nadie sienta ningún tipo de vacío y eso sí que está en nuestras manos.
Los invito a pensarnos, en nuestros vacíos y ausencias para saber qué necesitamos a quien le vamos a pedir ayuda.
Nos invito a mirar a quienes tenemos a nuestro alrededor y acercarnos para descubrir qué les falta y si somos nosotros los que tenemos la capacidad de cubrir el vacío que están viviendo.
¡Shabat Shalom uMevoraj!
Rabina Silvina Chemen