PARASHAT NOAJ: El diluvio actual

Difícil sentarme en la computadora a comentar esta segunda parashá de la Torá embargada de sentimientos de tristeza, bronca, impotencia, miedo, desazón, confusión. Por lo que pasa, por cómo se narra lo que sucede, por lo que dicen de lo que acontece, por los que se llamaron a silencio, por los que repostean sin entender de qué se trata…

“Paren el mundo, me quiero bajar”, decía una famosa niña de historieta, Mafalda, ante la lectura de las noticias de guerra y dolor en el mundo.

Y sé que no nos podemos bajar. Y que, con lo que está pasando, tendremos que hacer algo. A movernos nuevamente. La vida sigue. Los duelos siguen. Los ruegos siguen. La violencia sigue. El odio sigue…

Parashat Noaj es un cúmulo de metáforas que hoy no las puedo leer de otro modo.

La tierra corrupta por los enfrentamientos.

Y la solución de Dios de aniquilar a todos bajo un diluvio para comenzar de nuevo con Noaj, un hombre bueno y justo.

Y luego el arrepentimiento divino. -No voy a destruir más a la humanidad porque hay una parte de su corazón que es mala desde su niñez- habría dicho Dios o le habrían querido poner en boca de Dios esta conclusión.

No hay proyecto de aniquilamiento de ningún colectivo humano que sea aceptable como proyecto, como política o como solución aún en el peor de los disensos.

Hoy el mundo todo está en alerta por la bestialidad del terror que propone el exterminio masivo de todo lo que no entra en sus categorías.

La historia da cuenta de que la brutalidad del diluvio no dio buenos resultados.

Noaj sale del arca, sin entender demasiado cómo se embarcó en esta propuesta. Y se emborracha. Se evade de este mundo, intolerable de muerte y exterminio.

Y luego, la torre de Babel, un proyecto en el que unos pocos pretenden dominar al resto que queda abajo, compitiendo hasta con el mismo Dios pretendiendo llegar a las alturas de su máximo poder.

Todo nos suena cercano a pesar de que probablemente estemos hablando de fábulas que subsistieron por generaciones en las narrativas de la Mesopotamia Fértil y que nosotros hemos incorporado como mitos fundacionales de nuestro texto sagrado.

Todo nos suena cercano.

Diluvio en hebreo se dice “mabul”. Rashi (sXI) explica el diluvio a partir de un juego con las letras de esta palabra y sus significados:

מבול UNA INUNDACIÓN — llamada así porque arruinó ( balá- בלה) todo; porque arrojó todo en confusión (balal- בלל), y porque trajo (הוביל– hovil de la raíz -iabal- יבל) todo desde las alturas a un nivel inferior.”

De la palabra Mabul, Rashi extrae tres contenidos:

Balá- arruinó, Balal- llevó a la confusión y Hovil- condujo a un nivel inferior.

Todo proyecto que suponga el exterminio de lo humano destruye la calma, ensucia las almas, corroe las esperanzas, debilita las luchas pacíficas, diezma familias por generaciones, abre una herida eterna. Nos quedamos sin palabras, sin recursos y sin fuerzas. Nos arruina los festejos, las perspectivas, las seguridades en las que nos sosteníamos.

Y nos confunde a punto de no entender dónde estamos, con quiénes contamos. Nos deja sin recursos para leer la historia porque supera cualquier categoría de análisis. Nos ensordece y nos altera. Vivimos la emergencia y no podemos ver más allá de lo estrictamente hay que hacer para salvarse.

Y nos lleva desde las alturas a las emociones más bajas. A los pronósticos más agoreros. A actitudes mezquinas. Nos sume en la tristeza y la melancolía. En la desesperanza y la desesperación.

Aquellos que escribieron este mito en nuestro textos sagrado no soportaron terminarlo así y agregaron este arco iris como pacto del cielo. Entiendo que el modo que tenían de matarse en ese entonces sería el arco y flecha por lo tanto eligieron el arco iris, como modo de compensación para salir de la muerte a la vida.

Ayer por la tarde en el cielo de Buenos Aires se vio un arco iris inusual, diferente. Y fueron tantos los que necesitamos volver a ser niños y mirando al cielo se nos ocurrió pensar “mágicamente” que algo milagroso podría estar pasándonos a nosotros. Que no sólo Noaj había recibido esta señal y que Dios nos estaba pidiendo que no demos todo por perdido.

No hay milagros que puedan sosegar el alma ante tamañas escenas de profanación a la vida y a la humanidad.

No hay lectura ni literal ni exegética para justificar ni el texto bíblico ni los sucesos que estamos viviendo.

Me quedo acá esperando que llegue pronto Abraham en la parashá que viene. Que nos proponga caminar hacia una promesa. Y que vayamos juntos, dejando la destrucción del diluvio por detrás para animarnos a comenzar a contar, de a poco, otras historias que nos lleven a la luz.

¡Shabat lashalom!

¡Shabat para la paz!

Rabina Silvina Chemen