Parashat Nitzavim-Vaielej: Reflexiones en el final

Estamos cerrando prácticamente el ciclo de lecturas anuales de la Torá, así como se está yendo el último Shabat del año. Son tiempos de reflexiones, soliloquios, cuentas pendientes, miradas interiores.

La verdad es que tengo ganas de escribir poco y dejarnos un tiempo para pensarnos. Sólo comparto con Uds. algunas reflexiones “en el final”.

Parashat Nitzavim (que significa “firmes”) comienza así: «Todos ustedes se encuentran hoy firmes ante Dios, su Dios, los jefes de sus tribus, los ancianos, los oficiales, todos los hombres de Israel; los niños, las mujeres, el extranjero que vive con ustedes; desde el leñador hasta el aguatero». (Devarím 29:10-11)

Luego Moshé advertirá sobre el exilio y la desolación de la tierra que ocurrirá si el pueblo abandona las leyes. Y luego recuerda que, al final, «Retornarás hacia Dios… Aunque tus desterrados estén en el extremo del cielo, también de allí te reunirá Dios… y te traerá a la tierra que tus padres poseyeron». (Devarím 30:5)

Esto nos hace pensar varias cosas a la hora de prepararnos para los Yamím Noraím que están aproximándose:

Estemos firmes, delante de la prueba que significa enfrentarnos con nuestras verdades y descubrimientos. Estemos erguidos y fortalecidos a la hora de traspasar la frontera de este año y aventurarnos hacia el tiempo de la promesa, aquél que nos prometemos año a año y que a veces nos resulta tan complejo poder cumplirlo.

Estemos juntos, todos los que componen nuestro abanico de relaciones. Estemos con nuestros queridos, acerquemos a los que alejamos y quisiéramos recuperarlos, estemos aún con quien no pensamos que podríamos haber querido estar… todos componen este mundo que se presente de igual a igual, ante el Creador a la hora de comenzar un nuevo tiempo, en estos días de final de tiempo.

Estemos preparados. Porque para muchos lo que están viviendo es el exilio, la injusticia, la desazón, la soledad. Pero sepamos que habremos de retornar a los sueños que soñamos, al disfrute que anhelamos y nos asentaremos en la tierra que manará leche y miel, dulzura y nutrientes para nuestra vida.

Vivamos estos días previos a Yamím Noraím con expectativa y mucho trabajo del espíritu. No soslayemos la potencia de este tiempo. La posibilidad de hacernos tiempo.

Como escribía el poeta Iehuda Amijai:

“El hombre en su vida no tiene tiempo de tener
tiempo para todo
Y no tiene el tiempo de tener el tiempo para todo afán
El Eclesiastés no tuvo razón cuando dijo aquello.
Un hombre tiene que odiar y amar a la vez:
con los mismos ojos amar y con los mismos reírse,
con la misma mano arrojar piedras y con las mismas recogerlas,
hacer el amor en la guerra y la guerra en el amor.
Y aborrecer y perdonar y recodar y olvidar
y ordenar y confundir y comer y digerir
lo que una larga historia hace en muchísimos años.
El hombre en su vida no tiene tiempo
cuando pierde, busca
cuando encuentra, olvida
cuando olvida, ama
y cuando ama, comienza a olvidar».

Así Yehuda Amijai nos acompaña con la belleza de su poesía a ingresar a esta última parte de este año.

Pasó mucho tiempo, tuvimos muchos momentos para iniciar caminos y trazar metas

de reflexión, de descubrimiento, de perdón, de proyecto, de sabiduría, de humildad, de encuentro, de escucha, del respeto… pero qué extraña sensación, es la que se tiene todos los años; casi en el umbral del final, sentimos que necesitaríamos más tiempo.

Estamos por comenzar a finalizar este año y por dar el primer paso del nuevo año. Y quizás la tradición judía sea sabia en esto. Porque nada termina ni se cierra, cuando uno abandona la linealidad y se anima a lo circular de un tiempo que termina y comienza, que nos contiene y no nos expele fuera del plano. Porque la intensidad de la vida se da cuando te animas a la tercera y la cuarta dimensión, cuando dejas de vivir en las coordenadas que marcan límites para adentrarte en el misterio de un vivir más interesante.

El calendario exacerba la conciencia de la finitud del tiempo. Como si fuera la conexión con nuestra propia finitud o nuestra propia limitación. Quisiéramos ser eternos o tener infinitas posibilidades y manejarlo a nuestro antojo. Pues, no.

No hay puertas que se cierran, cuando el año termina, sino que muchas veces somos nosotros los que les damos la espalda. Siempre hay tiempo para abrir las puertas de la posibilidad cuando somos nosotros las que las cerramos.

Para abrir las puertas de la libertad cuando muchas veces elegimos encerrarnos en nuestra propia prisión.

Para abrir las puertas del encuentro cuando nosotros denodadamente dejamos a nuestros queridos afuera.

Y muchas veces echamos la culpa al tiempo: no tengo tiempo de atender a todos los que me necesitan, el tiempo me corre, no me puedo detener en los detalles, no llego a cumplir con mis obligaciones y pretendes que me ocupe de lo que me da placer…

No cierres las puertas… no creas que el calendario se termina.

Invítate, protégete, cuídate, inclúyete en tus espacios, y date tiempo para perder y buscar, encontrar y olvidar, y amar, amar, siempre con las puertas de par en par.

Feliz final y comienzo del año.

Shaná tová umetuká!!

Shabat Shalom!

Rabina Silvina Chemen