La parashá Ki Tetzé está repleta de leyes:
Leyes relativas a la guerra; al matrimonio, a la herencia, los hijos rebeldes; al trato justo de animales y trabajadores; y muchas más.
De hecho, esta porción de la Torá contiene más leyes que cualquier otra porción, 74 de las 613.
Y dentro de este largo listado aparecen las relacionadas con objetos y animales perdidos.
“Si ves extraviarse el buey o la oveja de tu compañero, no lo ignores; retornar habrás de retornar a tu hermano. Si tu prójimo no vive cerca de ti o no sabes quién es, lo traerás a casa y permanecerá contigo hasta que tu prójimo lo reclame; entonces se lo devolverás. Lo mismo harás con su asna; lo mismo harás con su manto; y así también harás con todo lo que tu prójimo pierda y tú encuentres: no debes permanecer indiferente. Si ves el asno o el buey de tu compañero caído en el camino, no lo ignores; debes ayudarlo a levantarlo.” Devarim- Deuteronomio 22:1-4
Estas leyes son conocidas como “hashavat avedá”- retornar lo perdido y, como ese desprende del texto bíblico nos llaman a asumir la responsabilidad por lo que otras personas perdieron y nosotros debemos devolver.
Aunque pensándolo bien, este precepto, más que beneficiar al dueño de lo que está perdido, tiene un efecto en nosotros.
Porque para cumplirlo necesitamos registrar cuántas veces optamos por la indiferencia, cuántas veces hacemos la “vista gorda”. Cuánto evitamos algunas responsabilidades o compromisos. Cómo no nos metemos cuando no nos toca. Esa indiferencia que nos va durmiendo las ganas, las cosquillas de hacer algo que vaya más allá de lo que estrictamente tiene que ver con nosotros. Y el texto bíblico reforzará este pedido diciendo una y otra vez: “No te desentiendas”. No te escapes de lo que ya viste y no puedes hacer que no lo viste. Y ése será el primer paso. Revisar nuestros niveles de desentendimiento.
Volvamos a uno de los versículos. Cuando encontramos algo perdido nos pide:
הָשֵׁב תְּשִׁיבֵם לְאָחִיךָ
“Retornar habrás de retornar a tu hermano”.
Su significado es que el animal perdido que sea encontrado deberá ser devuelto a su dueño que es tu hermano- “ajija”, en hebreo.
Sin embargo, si lo volvemos a leer también podríamos decir que cuando uno no elige la indiferencia, la consecuencia es que retornamos a nuestros hermanos. No solo el buey perdido, sino que es la oportunidad de volver a aquellos hermanos que dejamos en el camino…
“Retornar habrás de retornar”- “Hashev, teshivem”- en hebreo. ¿Se dan cuenta? Misma raíz que “teshuvá”…
¿Será que este gesto que nos pide la Torá es un llamado a la teshuvá que estamos haciendo en este tiempo? ¿Será que en época del sálvese quien pueda, de soledades cada vez más pronunciadas y de cierto salvajismo social que nos enfrenta uno contra otros, el llamado es a recuperar en la presencia del otro, a nuestro hermano?
Para el oído jasídico, hay mucho más que está a la deriva y fuera de lugar en el mundo, muchos más tipos de objetos perdidos que necesitan ser encontrados. Reflexionando sobre estos versículos Rabí Yaakov Yosef de Polnoye(s.XVIII), uno de los discípulos dilectos del Baal Shem Tov argumenta que el buey y la oveja errantes son metáforas de personas que están perdidas.
Y sigue diciendo: “Vehitalamta mehem – «Y tu actitud frente a ellos será que querrás ignorarlos». No querrás tener nada que ver con estas almas solitarias, rotas y descarriadas. Te harán sentir incómodo. Te harán sentir amenazado.
Sin embargo, tienes el deber de devolverlos. Si los viste, si se te presentaron, si los tienes frente a ti, es porque tienes una tarea por hacer.
Y así explica el versículo:
“Hashev teshivem”- Devolver habrás de devolver.
“Hashev”- el primero de los verbos tiene que ver con la “teshuvá”. Es tiempo de hacer “teshuvá´” por todas las veces que viste a quienes estaban perdidos, confundidos y quebrados, y no hiciste nada. Por el intento de querer ignorarlos.
Y luego; “Teshivem” devuélvelos de regreso al círculo de tu vida y de tu comunidad. Dales la bienvenida. Ayúdalos a recuperar el sentido de pertenencia, que vuelvan a ser parte, que dejen las sombras y que recobren la dignidad.
Y pienso en aquellos que quedaron extraviados en las márgenes sociales, económicas, pero también los que perdieron sus lazos afectivos que les daban sentido a su existencia. Allí deberemos regresar, a esos bordes para rescatar a los que quedaron fuera de la carretera principal y, por tanto, fuera de nuestra visión.
A veces ni nos damos cuenta de que somos nosotros los que estamos perdidos porque son cada vez menos los que nos buscan.
Siento que es un gran contenido para estos tiempos de teshuvá.
Registrar las pérdidas de rumbo y por qué no reconocer que necesitamos que alguien venga a devolvernos a nuestro propio camino.
Y también revisar nuestras indiferencias ante las roturas y pérdidas de otros que indefectiblemente necesitan de una mano para salir del barro.
Y por último, el Rabí Yehudah Aryeh Leib Alter (1847-1905), el Sefat Emet, agrega a esta idea:
Cuando una persona se habitúa de tal manera que no puede ignorar la pérdida de su amigo [o su amigo que está perdido], ya sea una pérdida física o espiritual, entonces realmente puede devolverle lo que le faltaba y elevarlo. Pero hay un paso más. Tal individuo, tan hábil para ver lo que se pierde, se vuelve experto en ver las pérdidas dentro de sí mismo. Entonces puede ser verdaderamente redimido. (Sefat Emet, Ki Tetze 1878—inglés parafraseado y ampliado)
Me parece precioso entender que todo lo que hacemos con nuestros prójimos nos ayuda a desarrollar la fineza, la agudeza de atrevernos a mirarnos a nosotros y poder salvarnos de toda la oscuridad y la rotura que nos habita.
Y redimirnos, -que es quizás el motivo más bello de la “teshuvá”-, encontrar nuestros pequeños espacios de calma y armonía para con nosotros, en estos tiempos tan turbados y manchados de todo lo que nos hace daño.
Es hora de volver a casa. Es hora de soldar quebraduras. De sanar cicatrices crónicas.
Es hora de regresar y de volver a encontrarnos.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.