PARASHAT BESHALAJ: La trampa de la nostalgia

Beshalaj posee una de las imágenes más impactantes de la historia de la salida de Egipto. Cuando todo parecía superado, cuando el Faraón ya los había expulsado, cuando pudieron deshacerse de las cadenas del opresor y comenzar la caminata, aparece el primer obstáculo. No hay redenciones sencillas. La salvación no es un cuento de hadas. Marchas y contramarchas, dudas y certezas, miedo, convicción, fe, descrédito, frustración. El Mar de los Juncos por delante, los carros de los egipcios por detrás y el milagro más potente: las aguas se abren ante la mirad de los israelitas de un Moshé con los brazos en alto. Atónitos y felices cruzan a la otra orilla. Vuelven a estar a salvo y cantan alabanzas. Por eso a este Shabat también se lo llama Shabat Shirá – el Shabat del cántico.

La fe se recupera, el miedo queda atrás. El pueblo de Israel comienza a coleccionar en su memoria sucesos milagrosos, portentos del cielo que los protege y los ayuda a seguir el camino. Pero evidentemente ninguna colección de maravillas suplanta la fragilidad de la fe.

Tres días después, sólo tres días después, el reclamo desesperado por la falta de agua dulce hace sucumbir la tranquilidad espiritual que reinó después del cruce del mar. Dios le ordena a Moshé que arroje una madera a un curso de aguas amargas, que se endulzan y el pueblo vuelve a recuperar el sosiego y la confianza en quienes los están guiando por el camino de la libertad.

Esta paz durará muy poco. Después de pasar por un oasis, la alegría se termina rápidamente. Sienten hambre. Y no están fuertes para creer que este Dios que los sacó de la esclavitud les proveerá de alimento…

“Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moshé y Aharón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Adonai en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”. (Shemot 16: 2-3).

¿Cómo llegamos de la canción de alabanza ante el cruce del mar a la descripción de un Dios que los sacó de las maravillas de Egipto para hacerlos morir de hambre en el desierto?

Léase esta reflexión no sólo como un comentario a la historia de nuestros antepasados sino también como un patrón de nuestras propias maneras de vivir. ¿Dónde quedan los recuerdos del pasado en nuestras construcciones del presente? ¿Qué operación de olvido sucedió en el pueblo de Israel a la hora de “recordar” la abundancia de las ollas de carne de un Egipto esclavista y opresor? ¿Cuánta capacidad hay de vivir las tensiones del presente sin cotejarlas con espejismos de un pasado glorioso? ¿Cómo se construye nuestro relato del pasado con nuestro presente y cuánto tendrá que ver esto con el porvenir?

Quiero traer acá algunas reflexiones de Luigino Bruni, economista, escritor italiano en un artículo llamado “A resucitar se aprende y solo es posible sin contrato”, publicado en Avvenire el 19 de noviembre de 2017.

Allí desarrolla el peligro de la trampa de quedarse atascado el un pasado “momificado” y escribe:

“…el dolor del presente y la incertidumbre del futuro generan la tentación, invencible, de construir falsas ilusiones con tal de no morir. Muchas personas, incluso grandes, interrumpen su camino ético y espiritual y retroceden por caer en esta terrible tentación…”

Quedamos atrapados en la ilusión de un recuerdo que nos hemos inventado para intentar sobrellevar momentos de dificultad.

Bruni lo ejemplifica con la metáfora de una planta, trayendo la frase típica de que “hay que volver a las raíces”, como si fuera regresar a un pasado glorioso, perdido. Y él explica:

“… las raíces no son el pasado de la planta. Son, al mismo tiempo, la memoria, la vida de hoy y la floración de mañana. Pero si se interpretan las raíces solo como pasado, inevitablemente se desencadena la típica enfermedad de la nostalgia, cuyo primer efecto visible es el alejamiento de los jóvenes y de la realidad del presente. La única nostalgia generadora de un buen presente es la nostalgia del futuro. Cuando se interpretan las raíces como pasado, comienza de forma casi ineludible la transformación en momia del capital narrativo del origen.”

¿Qué aliviaba en el reclamo de los hijos de Israel borrar el dolor de Egipto y recordar la abundancia de comida? ¿Qué beneficios tiene en una organización o en una familia deificar situaciones pasadas para argumentar la insatisfacción de un presente?

“Los capitales narrativos”- sigue Luigino Bruni- “son capaces de futuro si son interpretados como una semilla y por tanto como algo vivo que, puesto que está vivo, debe morir.”

Hay que salir de Egipto – zejer liitziat Mitzarim – hay que recordar la salida, no como movimiento hacia atrás, sino como aquella semilla que marcó el inicio, pero que debe morir realmente para que una nueva realidad pueda surgir. No en vano el desierto será la única manera de conseguirlo, hay que deshacerse de lo que nos esclaviza al pasado para comprender que la realidad de la libertad tiene – a diferencia de la esclavitud – una constante dinámica, en la que constantemente estamos perdiendo o ganando, mejorando o empeorando. Aferrarnos a una nostalgia que nos asfixia no nos ayudará a comprender las vicisitudes de nuestro tránsito presente.

Esta parashá es el comienzo de la construcción de nuestro capital narrativo. Es una marca en nuestro modo de vivir los procesos. Estamos aprendiendo que la libertad, como toda aspiración en la vida, tiene incomodidades, trastornos, fracasos. La promesa es un objetivo que se renueva cada vez que vamos hacia ella. Salgamos al camino preparados para las brisas y las tormentas, los soles abrasadores y el tenue rocío. Salgamos con la capacidad de asombro renovada, con la humildad de saber que no todo será como soñamos. Salgamos con los aprendizajes de un pasado que nos sirve para generar herramientas para sortear cada desafío del presente.

Salgamos, pero salgamos de verdad. Cantemos nuestros logros, abracémonos en nuestros temores, confiemos en nosotros y en la protección de Dios que aparece cuando nosotros damos el primer paso hacia adelante.

Shabat Shalom umevoraj,

Rabina Silvina Chemen