PARASHAT BESHALAJ: La mano tendida

Parashat Beshalaj augura el Shabat Shirá- el Shabat de la Canción porque su tema central es Shirat Haiam, la canción de alabanza a Dios por haberle permitido al pueblo hebreo cruzar el mar, y no perecer en manos de los egipcios que salieron a perseguirlos, luego de su liberación para recuperarlos como esclavos.

Shirat Haiam- la Canción del Mar, es uno de los textos más antiguos de la Torá, porque de acuerdo con los entendidos los poemas son los textos que más fieles quedaron en la memoria oral que luego fue transcrita al texto escrito. Y de hecho encontramos en este poema formas verbales hebreas muy antiguas que en el resto de la prosa bíblica no son utilizadas. A veces es difícil acceder a la literalidad del texto.

Un ejemplo de esto es el versículo: זֶה אֵלִי וְאַנְוֵהוּ…
Éste es mi Dios (Ze Eli) y lo glorificaré (veanvehu)

La palabra anvehu- lo glorificaré, palabra que ha sufrido modificaciones en las traducciones bíblicas:

La Biblia de las Américas: Éste es mi Dios, y le glorificaré…
Reina Valera Gómez: Éste es mi Dios, y le prepararé morada…
Reina Valera 1909: Éste es mi Dios, y a éste engrandeceré…
Biblia Jubileo 2000: Éste es mi Dios, y a éste prepararé habitación…
Sagradas Escrituras 1569: Éste es mi Dios, y a éste adornaré…
King James Bible: Thhe is my God, and I will prepare him an habitation…
English Revised Version: This is my God, and I will praise him…

Nuestros sabios también se confrontan con esta palabra “anvehu”. Rashi (s.XI) va a entenderla como “le voy a construir un santuario” porque la palabra “nevé” significa casa, hogar.

El Rabino Yosef Dov Soloveitchik (s. XX), siguiendo la misma línea interpretativa agrega que uno de los nombre de Dios- Shejiná- que comúnmente lo traducimos como la presencia divina, proviene de la palabra shajén- vecino, porque habla de la cercanía de Dios, cuando lo sentimos un amigo, como si estuviéramos en la casa de un amigo.

Nuestros sabios también identifican veanvehu con la raíz nave-belleza. Éste es mi Dios y lo voy a cubrir de belleza. ¿Cómo se puede cubrir de belleza a Dios?

Estamos ante un tema que parece central en el desarrollo de nuestras espiritualidades, que a veces se confunden con el cumplimiento de la ley religiosa.

Una mitzvá cumplida sin belleza, sin un sentido estético, es decir, sin una porción de nuestra voluntad y nuestra emoción en lo que estamos haciendo, quizás sea sólo una normativa y no una mitzvá. Y las normativas no nos forman espiritualmente, como sí lo hacen las mitzvot cuando las concebimos como oportunidades para otorgarle sentido a nuestras vidas.

Cuando uno le agrega sentidos, cuando a uno le importa lo que producimos en otros, cuando lo que hacemos se transforma en una ofrenda, hacemos de la estética una decisión ética. Allí es cuando el terreno del espíritu comienza.

Estamos hablando no de la estética de la superficialidad de las formas sino de la estética que moldea nuestros actos, que brota de nuestras palabras del refinamiento de nuestro ser, de la búsqueda de los matices y la sensibilidad que hace de nosotros personas con actitudes más éticas.

Éste es mi Dios y lo glorificaré. Ze Eli veanvehu, y será mi fe la que honre a Dios con mis actos. Y será lo que haga con los lugares que habito, mi manera de glorificarlo. Y mi fe será mucho más que una proclama verbal, sino una opción que se construye con las decisiones profundas a cada paso que doy.

Llegamos por último al significado más precioso de esta palabra “anvehu”, que separada en dos palabras se leería ani-vehu, yo y él.

Quizás para enseñarnos que el modo más elevado para alabar a Dios no tiene que ver con la creencia, o con el cumplimiento ciego de una preceptiva, sino con la conciencia que tenemos del otro; la escucha, el tiempo, el compromiso, la mano tendida.

Estamos cerca de Él, cuando podemos estar cerca de nuestros pares. No hay espiritualidades solitarias, no hay iluminados pseudo espirituales que se destacan por la pureza de sus almas.

El espíritu más elevado es aquél que se compromete con el de su prójimo.

Y volvemos nuevamente a la raíz de este verbo tan inspirador: Anvehunevé; lugar. Porque allí donde habita la solidaridad y la conciencia del otro, estamos construyendo santuario, y dentro de él, la mejor de las alabanzas.

La fe en nuestro Dios no espera grandes espacios ornamentados, ni palabras grandilocuentes. La fe es el lenguaje con el que vivimos las palabras cotidianas, los lugares cotidianos y los vínculos cotidianos. Allí está Dios, la Shejina, el vecino, el que nos enseña a ser próximos a nuestros prójimos que hacen de nuestras vidas, existencias plenas y bellas.

Shabat shalóm,

Rabina Silvina Chemen.