Parashat Balak nos atrapa con su historia fantástica de un rey que quiere vencer al pueblo de Israel y como método – extraño por cierto y único en los relatos bíblicos – contrata a un brujo para maldecirlos. En el medio tendremos a este brujo que se rehúsa a ir por miedo al castigo divino, a una burra que habla y que ve al ángel de Dios que interrumpe su camino y el romántico final de este hombre pronunciando palabras de brajá, de bendición, en lugar de la maldición acordada.
Por algún motivo de necesidad no hemos fijado en la memoria colectiva que la historia no terminó allí y mucho menos con final feliz. Al no poder con la estrategia hechicera, el modo de neutralizar al pueblo de Israel fue tentarlos a involucrarse sexualmente con las mujeres de Moab y así participar del culto obsceno a través de banquetes sacrificiales a una divinidad llamada Baal-Peor.
“Moraba Israel en Shitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a Baal-Peor; y el furor de Dios se encendió contra Israel.” (Bemidbar 25:1-3)
Como vemos, finalmente Balak consigue su cometido y el final victorioso que suponíamos no era tal. El castigo fue devastador.
“Y Adonai dijo a Moshé: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Adonai delante del sol, y el ardor de la ira de Adonai se apartará de Israel. Entonces Moshé dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros que se han juntado con Baal-Peor.” (Bemidbar 25: 4-5)
¿De qué trata todo esto?
En primer lugar no queda claro cuál fue la causa de todo este episodio. No se constata el motivo por el cual Balak tenía tanto miedo a los hijos de Israel.
La Torá sólo menciona: “Y Moab tuvo gran temor a causa del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a causa de los hijos de Israel.” (Bemidbar 22:3)
Eran muchos y ese solo dato les causa miedo y angustia.
No se registra ningún acto hostil particular por parte de los hebreos, sino que los abrumaría la mera presencia de este pueblo delante de sus narices.
Por eso el mensaje que Balak le mandará a decir a Bilam:
“Ven pues, ahora, te ruego, maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito.” (Bemidbar 22:6)
Tiene temor. Siente que el pueblo de Israel es más fuerte. El plan es echarlo de la tierra, anularlo, hacerlo desaparecer, con el método que sea.
Como podemos ver esta parashá no habla de guerra, ni de conflicto por un territorio, ni de la supremacía de cierta autoridad por sobre otra. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Evidentemente nada de lo que pudo haber hecho Bilam, el brujo o lo que pudo haber diseñado Balak, el rey de Moab modificó la situación del pueblo de Israel. La vulneración de este pueblo no vino de la mano de la magia ni del poderío bélico sino de sus propias decisiones. Aun teniendo la presencia de Dios entre ellos, los milagros realizados ante sus ojos y la protección de Moshé que los defendió a ultranza tantas veces; no dudaron en abandonarlo todo por la adoración a Baal-Peor, a una deidad pagana.
Las descripciones obscenas de este culto por parte de nuestros exégetas producen cierto escozor por tanto no las compartiré en este escrito.
¿Qué significa Baal-Peor? Quizás haya sido un nombre propio de alguna deidad de los pueblos de la Mesopotamia fértil, como lo señalan los diccionarios bíblicos.
Sin embargo, escrito en hebreo בַעַל פְּעוֹר, nos permite inferir algunas explicaciones.
El Jatam Sofer (s.XVII) encuentra en las letras de la palabra Peor- פ.ע.ר- una inversión de la palabra “oref”- nuca- ע.ר.פ.
Quizás el castigo profundo de un pueblo sobreviene a la decisión de darle la espalda a lo que verdaderamente los hace libres. Quizás el pecado del pueblo fue lanzarse a los brazos de la negación y de la desesperación. Al mismo pueblo de Israel se lo denomina “am k’she oref”- un pueblo de dura cerviz, cuando no se permiten dejarse llevar, no se autorizan a tener esperanza, no pueden concebir que algo bueno puede llegar a suceder. Son más fáciles las propuestas idólatras que tienen todas las respuestas dadas (a cambio de tu propia libertad) al desafío de caminar con tus propios pasos la incertidumbre de un camino propio.
“…y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses”, dice el texto. Tantas veces por acceder a algún beneficio rápido, a un resultado inmediato se paga el precio de inclinarse antes los dioses de lo obsceno. Le dieron la espalda a la travesía, que es la única manera de llegar a una meta y se entregaron al mejor postor, sin respetarse ni priorizarse.
Las palabras mismas de esta deidad también nos aportan sentido a esta historia que nos sigue pareciendo tan extraña.
Baal, una antigua divinidad de varios pueblos como los babilonios, caldeos, fenicios, filisteos tantas veces mencionado en el texto bíblico como deidad a desterrar de los cultos de la región, significa señor, dueño o amo (tanto en hebreo como en caldeo o en árabe).
Y la palabra Peor tiene la raíz de la palabra פער, “paar” que significa brecha, abismo.
Los diccionarios bíblicos así lo traducen: “Baal-peor (heb. Ba’al Pe’or, “Baal [señor] de Peor [abertura, brecha]”). Dios moabita, adorado en el monte Peor mediante un culto obsceno y licencioso”
El dueño de la brecha al que fueron arrastrados y seducidos muchos miles de nuestro pueblo fue la causante del debilitamiento de nuestra gente. Cuando la brecha tiene dueño y hay que entregarse a él estamos ante un riesgo; olvidarnos de nuestra propia libertad.
Cuando la salida es excluyente: de un lado o del otro, sin mediar intentos de caminos intermedios, ni consensos, ni diálogos, ni aspiraciones mayores que defender a ultranza la propia orilla, el resultado es el debilitamiento de la posibilidad y la entrega ciega a esa deidad que nos hace decir y hacer hasta el límite de lo obsceno.
La mayor conquista, el mayor aprendizaje del pasaje de este tipo de idolatría a la fe en el Dios de Israel fue poder comprender que este Dios uno- Adonai Ejad – nos alberga a todos.
Que la unicidad es una propuesta de encuentro, de dar la cara con la propia opinión, de buscar ante la incertidumbre las respuestas que nos hacen crecer como personas y como sociedad.
Que no hace falta que nadie se adueñe de nosotros para conseguir una vida más liviana.
Que caminar hacia la promesa cuesta pero bien vale el esfuerzo.
Y que solos, sin las miradas, las manos, los sostenes y las palabras de todos lo que tuvimos a nuestro alrededor, jamás hubiéramos llegado de destino.
Shabat Shalom umevoraj!
Rabina Silvina Chemen.