LUCHAR POR HACER UN MUNDO MEJOR

El fracaso en la vida personal, tanto como en la familiar y en la judía, está relacionado con la frase más reaccionaria que fuera empleada siempre jamás “esto es lo que hay y por lo tanto no se puede hacer nada” o “siempre hemos hecho las cosas así, ¿para qué cambiarlas?”.

En nuestra sociedad, las personas que fracasan tienen un glamour admirable, casi literario. Sean santos o delincuentes. Por lo que es fácil refugiarse en esas frases que oímos a diario como respuesta a cualquier propuesta. Los fracasados se han vuelto románticos. Casi valientes. Siempre hay una razón misericordiosa para no tocarles y por consecuencia para no mudar de aires.

En cambio, no hay duda que intentar modificar las anomalías, es un acto peligroso en el quien se lo propone puede verse desanimado al pensar que no sirve movilizar ningún impulso de renovación. Si cualquier intento está condenado al fracaso, mejor es no hacer nada. No se usa remar contra la corriente, cuando no se percibe la ventaja. La bondad, no debe ser un lujo ni algo que vaya contra la corriente ni debe provocar un esfuerzo descomunal. En nuestro tiempo es cuando se dice que si un niño es bueno, la sociedad teme que se lo coman, cuando dicen que tienen mucho carácter todos se convencen que sobrevivirá o que si una persona es honesta es tonta y si deshonrada inocente.

Si queremos edificar un mundo mejor, debemos dejar de idealizar lo malo y no temer remover la inmundicia, sin compasión. Cuando pensemos que “eso es lo que hay”, debemos demostrar que “eso es lo que hubo” pero ya no más. Si “siempre hemos hecho las cosas así”, ya sabemos cuales fueron las consecuencias, por lo que hay que comenzar a hacerlas de otra manera, inmediatamente.

Se puede. Se debe.

Rab Yerahmiel Barylka