Entre las cosas muy presentes en la vida judía están las bendiciones por medio de las cuales bendecimos a D-os. De hecho, pronunciamos una bendición más de cien veces todos los días.
Con excepción de la bendición que pronunciamos luego de comer para agradecer a D-os que nos los ha dado, la Bircat Hamazón, de origen bíblico, todas las demás bendiciones fueron instituidas por nuestros sabios.
Hay distintos tipos de bendiciones. Pronunciamos bendiciones de “disfrute” antes de comer, beber u oler una fragancia agradable producida por una planta o fruta. Pronunciamos bendiciones antes de cumplir con una mitzvá. Pronunciamos una bendición al escuchar una buena noticia y otra al escuchar una mala noticia, D-os libre y guarde. Al ver un arco iris pronunciamos una bendición especial y otras cuando vemos relámpagos y escuchamos truenos. Al salir del baño decimos una bendición especial como también antes de irnos a dormir y al despertarnos cada mañana.
¿Qué sentido tiene bendecir tanto a D-os?
Para entender el tema hay que explicar el concepto de bendecir en general y luego la estructura particular de la formula por medio de la cual bendecimos a D-os.
Expresamos nuestros deseos, ideas y sentimientos por medio de una de tres maneras más o menos tangibles: el pensamiento, el habla y la acción.
Cuando bendecimos a alguien, lo que pretendemos lograr es que sea tangible nuestro deseo por su bienestar. El hablar de algo lo trae más cerca de la acción.
De hecho, eso es lo que significa la palabra hebrea por bendición, berajá. La raíz etimológica de la palabra es bérej, o rodilla. La idea es que cuando uno bendice hace “arrodillar” la bendición como quien hace arrodillar un camello, bajándolo de su altura inaccesible hacia una más cerca de nuestra realidad.
La bendición que pronunciamos tiene como objetivo manifestar o bajar a nuestra consciencia la dimensión más profunda de lo que tenemos entre manos.
Antes de comer, por ejemplo, pronunciamos una bendición para ser conscientes de que el vaso de agua o la manzana que estamos por comer es una creación divina y tiene su razón de ser. Con esto se logra reconocer y agradecer al Creador por la maravilla que estamos por disfrutar y pensar para qué creó todo esto. En otras palabras, con la berajá nos concientizamos de Su presencia.
Cuatro niveles
La estructura específica de las bendiciones expresa un concepto muy profundo – y a la vez sencilla – de nuestra percepción de D-os y su manera de manifestarse.
Cada bendición empieza con las siguientes seis palabras: Baruj Atá Ado-nai E-loheinu mélej haolám. Significan: Bendito eres tu, D-os nuestro D-os, rey del universo.
Ya explicamos que la palabra Baruj significa bendecido o “manifiesto”. Sigamos con las palabras siguientes.
Atá, o tú. La palabra “tu” se refiere a la misma esencia de uno, que trasciende cualquiera de sus características particulares.
Imaginémonos un profesor o un doctor. Podemos referirnos a él como Prof. Fulano o Dr. Mengano o podemos dirigirnos a él simplemente por medio de la palabra tú. Cuando usamos el término Prof. o Dr. invocamos esa faceta de su ser; cuando usamos la palabra “tu”, nos estamos dirigiendo a la persona misma en su esencia, mas allá de su título o función particular.
Con la palabra Atá, entonces, nos dirigimos a D-os mismo personal y directamente y expresamos el hecho que es Él mismo quien se manifiesta por medio de Su creación o mandamiento, según el caso de la bendición.
Seguimos con los dos nombres de D-os, Ado-nai y E-lohim. Debido a la santidad de dichos nombres divinos no los pronunciamos fuera del contexto de una bendición o la recitación del versículo completo en el cual aparecen en la Biblia. En lugar de A-donai decimos HaShem (“el nombre”) y en lugar de E-lohim o E-loheinu decimos Elokím o Elokeinu.
El primer nombre Divino que aparece en la bendición, aunque se pronuncie como Ado-nai está escrito de una manera que, debido a su santidad, no se pronuncia ni siquiera en el contexto de la plegaria o estudio de Torá. Las cuatro letras de ese nombre, Y-H-V-H, engloban los secretos más profundos sobre la existencia y “personalidad” de D-os. La composición de la palabra une los tiempos pasado, presente y futuro en una sola palabra, representando la característica Divina de trascender la naturaleza.
El segundo nombre que aparece, Elokeinu, o “nuestro Elokim”, implica la manifestación de D-os por medio de la naturaleza. Elokim también quiere decir fuerza o poder. “Hashem Elokeinu” quiere decir, entonces, que nuestra fuerza o naturaleza es en esencia sobrenatural. Como lo expresara el Baal Shem Tov: La única diferencia entre la naturaleza y lo milagroso es que la naturaleza es un milagro continuo…
Mélej Haolám, Rey del universo. Un rey manda. El rey del universo manda en todo el universo.
La idea expresada en cada bendición, entonces, es:
Manifiesto seas Tu (tu esencia) por medio de Su manifestación supernatural que se viste como nuestra naturaleza y como rey del universo…
La bendición no es simplemente un deseo; es una proclamación. Proclamamos que por medio del simple vaso de agua que estamos por tomar o por medio de los tefilín que estamos por colocarnos, que estamos manifestando la dimension Divina de la existencia. En el vaso de agua vemos una creación Divina y en los tefilín vemos una manera de conectarnos con el dador de la orden, el mismo Creador del universo, quien lo trasciende (Hashem) y que lo permea (Elokeinu).
Si bien cada bendición empieza de la misma manera, cada una termina de una manera particular que da expresión al motivo particular por el cual bendecimos. Hay mucha sabiduría y sofisticación en las palabras que usaron nuestros sabios en la formulación de las bendiciones. De hecho está prohibido cambiar las bendiciones que instituyeron Ezra y su corte, conocidos como los Anshei Kneset Haguedolá o integrantes de la Gran Asamblea (349 a.e.c.) quienes formularon los textos de todas las plegarias y bendiciones para saber cómo decir gracias correctamente.