PARASHAT BEJUKOTAI: Entre el llamado y el azar

אם בחוקותי תלכו

Im bejukotai teleju….   Si van a seguir mis leyes…

Así comienza la última parashá de este libro tan desafiante, el libro de Vaikrá.

El cierre es contundente: todo este esfuerzo de determinar cada ley para cada situación de la vida, tiene que ser rigurosamente registrado. El cumplimiento de la ley deviene en recompensa. Y la falta de ley, en castigo.

Para la Torá es inconcebible un orden social como lo describe el tango Cambalache:

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor ,
Ignorante sabio o chorro,
generoso o estafador
Todo es igual,
nada es mejor…

Porque hay mejores maneras de ser, de vivir con uno mismo, con el prójimo, con la naturaleza. Porque no todo da lo mismo. Ni todo es relativo. Ni todo es inmediato. Hay un orden que seguir. No todo es igual.

De eso se trata nuestra parashá. Dios, a través de Moshé estableció esta formulación que a primera vista se nos aparece como rígida e implacable: «Si sigues mis leyes y obedeces cuidadosamente mis mandamientos, yo enviaré lluvia en su tiempo, y la tierra dará sus cosechas y los árboles su fruto… Yo concederé paz en la tierra, y tú te acostarás y nadie Te hará temer.”

Si, por otro lado, «No me escuchas, y no guardas todas estas órdenes…» entonces sobrevendrá  el desastre. Las maldiciones expuestas en estos capítulos están entre las más aterradoras de todos los textos bíblicos: un retrato sombrío y devastador de la catástrofe nacional.

En una primera lectura, uno podría decir que las bendiciones o maldiciones tienen que ver con un resultado directo de la fe o la falta de ella.

Si fuésemos fieles a la Torá, Dios intervendrá milagrosamente para recompensar lo bueno. Y si no, cada sequía y hambre, cada mala cosecha o derrota militar, habrá sido el resultado de la desviación del camino. Todo año pacífico y productivo habrá sido el resultado de la obediencia a Dios. Y viceversa; el resultado de la desobediencia.

Ésta puede ser una lectura. Posible, por cierto.

Con una definición del hombre y de Dios, casi matemático, tan poco humano- y quizás tan poco divino… Hacemos; nos premian. No hacemos; nos castigan.

El problema es que muchos de nosotros cuando nos sentimos castigados por ese Dios y esa definición de s su intervención en el mundo, somos buenas personas y hacemos el bien… entonces ¿por qué nos castiga?

Quizás tengamos que volver a mirar el texto, a ver si encontramos una huella que nos lleve a otro lugar, en el que la nuestra definición como la del mismo Dios no se reduzcan a algo tan predecible y que nos parece tantas veces tan injusto.

En la que en los últimos capítulos del libro que se está terminado se repite una palabra 7 veces y es más, no se volverá a repetir nunca más-, para hablar de la desobediencia del pueblo: La palabra es Keri. Por ejemplo:

וְאִם-תֵּלְכוּ עִמִּי קֶרִי, 26:21  .

«Y si procedéis con hostilidad contra mí y no queréis obedecerme, aumentaré la plaga sobre vosotros siete veces conforme a vuestros pecados.

וְהָלַכְתִּי עִמָּכֶם, בַּחֲמַת-קֶרִי; 26:28 .

Entonces yo procederé con hostilidad airada contra vosotros, y yo mismo os castigaré siete veces por vuestros pecados.

La palabra Keri aparece con diferentes traducciones como hostilidad- que recién leíamos, u oposición, o en mi contra, o enfrentamiento. Keri, es una palabra extraña que por el contexto pareciera que define cierta rebeldía. Si caminas conmigo con keri … entonces caminaré contigo con keri… así se va sucediendo el relato de los premios y castigos.

Sin embargo Maimónides, trae una interpretación diferente a la palabra keri, que no tiene que ver con oponerse, o tener el corazón duro como dice el Targum Onkelos, la primera traducción de la Torá al arameo.

El Rambam dice que la palabra keri está relacionada con la palabra “mikre”. Que significa casualidad… algo que sucede sin nuestra intervención.

Entonces a partir de esta interpretación sobre la palabra Keri podríamos entender que la Torá nos dice: «Si crees que lo que te sucede es simplemente una cuestión de azar, entonces, dice Dios, te dejaré al azar». Si la vida se rige por las leyes de la casualidad, bemikré, niegas el verdadero valor de la ley, que es, en definitiva, poner la vida en nuestras manos y nuestras decisiones.

Y me gusta pensar que Vaikrá comienza y termina con el mismo verbo: “Vaikrá– Moshé fue llamado por Dios”.

Y nos advierte de no caer en la creencia que las cosas suceden, por obra de la casualidad, por el destino, el azar o como consecuencia de lo que nos hacen los otros. Como si nosotros decidiésemos que no hay nada para hacer en nuestro tiempo, con nuestra vida.

Y así sucedió todo el libro de Vaikrá: entre la vida como un llamado, una convocatoria, una vocación o la vida como un accidente, un suceso casual sin ningún significado último. Para esa concepción de la vida, las consecuencias son un castigo…

Si ves lo que te sucede como mera casualidad, si tu destino es gobernado por el mero azar, si simplemente dejas que las cosas sucedan, o te deprimes comprando los discursos agoreros de los que ganan con la confusión, si te encuentras expuesto a los caprichos de la fortuna y a los caprichos de otros, tu vida está lejos de sentirse como una bendición.

En cambio, si crees que estás aquí para un propósito, si trabajas en escuchar esa voz que sabe lo que quieres, a dónde quieres llegar, los desafíos que te propones, la elección de la gente con la que tú decides estar; sentirás cierta recompensa, por el sólo hecho de no haber bajado los brazos, de no dejarte hundir por el desánimo y el pesimismo del que vive siempre echándole la culpa a otro, a otros, a algo… que no sea su propia iniciativa.

El famoso historiador Paul Johnson en su libro “Historia de los Judíos”, se centra en esta visión de lo humano y de Dios que inaugura el pueblo judío:

Los judíos están en el centro del intento perenne de dar a la vida humana la dignidad de un propósito. Las personas que cambian al mundo… saben dónde quieren ir y lo que quieren lograr. En el caso del judaísmo ese propósito es claro: mostrar lo que es crear un pequeño claro en el desierto de la humanidad donde coexisten la libertad y el orden, donde prevalece la justicia, se cuida a los débiles y se ayuda a los necesitados.”

“Im bejukotai teleju”: si van a seguir mis leyes no significa sumisión ciega, sino pactar con la coexistencia de la libertad y el orden, el deseo y la justicia.

Este final del libro de Vaikrá lo pone a Moshé, preguntándonos: Mikrá (un llamado) o Mikre (una mera casualidad)?

Cuántos se amparan en el Mikré, en la casualidad, quejándose cómodamente sentados en un sillón, mirando qué mal anda todo, que mal les va, que poca salida hay…

Y la Torá nos dice: Vaikrá: la verdadera palabra de Dios que nos llama, no es la de un Dios como interventor estratégico perpetuo en la historia, sino más bien un Dios como guía de cómo vivir de tal manera que nos sintamos bendecidos.

Cuando uno siente que no tiene ni arte ni parte, que todo es un plan, que a veces nos favorece pero otras no, la porción de desazón y sufrimiento es enorme. ¿Qué nos queda más que esperar?

Así funciona el mito. Una estructura que se repite, más allá de uno, como los oráculos de la antigua Grecia que sostenían que todo estaba prefijado.

En cambio si uno concibe la ley como una oportunidad para hacer de la ética nuestra elección de vida, rompemos la irreversibilidad del mito, porque está en nosotros, repito, en las obras de nuestras manos.

Hay mucha gente que sufre por la desigualdad en el mundo. Es angustiante. Y cada vez más- no sé si es por conciencia o por morbo- se postean fotos de niños africanos raquíticos, de personas quemadas por químicos, de gente hurgando basura en las condiciones más indignas.

Sólo mirando las injusticias del mundo no queda otra cosa más que sentir que el mundo está maldito.

Otros, no menos conscientes de esto, ni mucho menos negadores, dedican parte de su tiempo o de sus recursos a salvar una vida, a ayudar a quien está solo, a garantizarle a un niño sus estudios, cuando sus padres no pueden. Probablemente, esa persona que ha decidido no mirar los sucesos como azar, sabiendo que tiene un faro, que son las leyes de la Torá que le dicen cómo intervenir en el mundo, sienta que la vida tiene sentido. Porque él decidió que tenga sentido. Y se nutrió de los caminos en los que la Torá nos indica caminar. A eso lo llamamos bendición.

Im bejukotai teleju”: si van a elegir caminar por el camino de mis leyes, dice la Torá, habrán escuchado el llamado.

Más que un punitorio, es una invitación.

El camino está frente a nosotros

Sólo se requiere comenzar a caminar.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.